20 noviembre 2012

Aparición



Phantasma, en griego, significa aparición, no imagen.

Todo estaba bien hoy. Todo. Hasta que un horrorífico fantasma del pasado se me cruzó por el camino. Lo horrorífico no es porque no lo aprecie. Al contrario: era un fantasma muy, muy querido. A quien respetaba mucho (y hablo en pasado por su transmutación en fantasma, no porque haya cambiado lo que sentí).

Recuerdo que el día que se fue Daniel de la casa, fui a su casa y golpeé la puerta, grité y lloré. Hice tremendo escándalo. Detrás de la puerta, el fantasma, salió a pedirme silencio y me invitó a pasar a su casa. Yo le dije que no, que Daniel me había dicho ¡Aquí no entras! Y, quizás la memoria me traicione, no recuerdo las palabras, pero me dijo algo así: Pero yo te estoy invitando. Y se estuvo conmigo hasta que mi mamá llegó por mi. 

Mucho he pensado que, de perder a Daniel, no me dolió tanto él como su familia. Como las calles, las banquetas, la mesa del café de los sábados, la dominga, la abuelita... y sobre todo, ella. 

Estaba engrida con la familia... el caldo de camarón, los chiles en nogada, el silencio de una casa siempre acogedora, siempre anfitriona, que veló algunas noches. Me creí que esa era mi cama, mi cuarto, mi sala, mis parques, mis calles, mi cuadra, mi mascota... y mi familia... mi familia.

Por eso, ni en los peores momentos, he podido mentarle la madre a Daniel. 


***

Phantasmita, tú, imagen del hechizo que más quiero. Discúlpame el día de hoy: mi cabeza está en todos lados menos dónde debe. Te quiero mucho. Pronto te busco. Ojalá sí pases por aquí. Ojalá. (Phantasmita fotogénico, jejeje... te lo iba a decir hoy... también eso... eso, y no todo lo que dije). 

1 comentario:

luciana Rubio dijo...

Honor a quien honor merece.