14 junio 2014

Identitas

Sólo alcanzo a recordar que, por algún motivo estaba triste. Entonces Daniel me prestó un libro de Nicolás de Cusa que, si no mal recuerdo, era El Idiota... aunque no estoy segura. Comenzaba con la idea de que Dios nos está creando continuamente porque nuestro ser es sostenido por su mirada. Dios es el Gran Ojo que, en virtud de mirarnos, nos otorga el ser. 

Poco después leí aquél aforismo de Nietzsche (tampoco recuerdo dónde está) donde dice más o menos que es cómo despreciadores que nos admiramos, incluso si nos despreciamos. Entonces llegué a la conclusión de que el Gran Ojo no es sino el arquetipo, internalizado, respecto del cual nos medimos y en función del cuál nos juzgamos. Pero para que funcione como tal, a pesar de que lo internalizamos, lo suponemos trascendente. 

Sin embargo jamás había reparado en que el trasfondo de todo aquello no era simplemente la cuestión moral de cómo aprendemos a estimarnos. Es mucho más fuerte: es aquello de donde proviene nuestra identidad. La pregunta, en un inicio, es cuál es la relación entre la autoestima y la identidad; pero antes que ésta, la pregunta versa sobre cómo se entiende la identidad: pues aun si ocurriera que nuestra propia identidad nos hace sufrir (hemos fallado respecto al arquetipo que nos hemos propuesto), el sufrimiento verdadero no proviene de juzgarnos fallidos, malos, sino de no saber dónde ubicarnos para poder juzgarnos. 

Los estoicos primero, luego los cristianos, dijeron que había que asumirnos. Asumirnos es un modo de consolidarnos respecto al arquetipo para así, poder juzgarnos. Lo de menos es el producto del juicio sino que, después de la consolidación, uno pude distinguir con claridad y distinción qué es aquello que podemos "cambiar" y qué aquello que no: podemos ubicar el ámbito de la libertad y, en virtud de ello, de la acción práctica. Por eso mismo, podemos darle sentido a la oración de Alcohólicos Anónimos, para seguir siendo criaturas funcionales... capaces de trabajar y amar. 

Ninguna identidad soporta una reflexión metafísica sobre qué es aquello que somos, y como lo haría ver Franz Rosenzweig (y mucho antes todos los críticos de Agripa y los escépticos), ello imposibilita cualquier acción práctica, como comprar medio kilo de queso o pedir matrimonio a una mujer. Nadie puede vivir en perenne epojé, ni actuar siempre as if. A menos, quizás, que le creamos a Nietzsche y vivamos como juegan los niños: tomándonoslo todo muy en serio pero, a la vez, sabiendo que todo es un juego. 

Al encontrar nuestra identidad, lo que en realidad hacemos es organizar y hacer inteligible al mundo para poder actuar... será por ello que, toda la metafísica, no es sino su persecución... la búsqueda del mundo y nuestro intento por hallarnos dentro de él. 

Tengo que ir a comer mi medio kilo de queso. Luego seguimos reflexionando sobre el asunto.

Esponjita, la de la frágilística identidad. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Eres culta, brillante, sería una cosa increíble que no te dieras cuenta de tus valiosas virtudes

Esponjita dijo...

Gracias.