Este año ha estado intenso, y ahora estoy muy cansada para tratar de hacer un recuento pormenorizado de todas sus maravillas. En realidad fue un año donde procesos muy prolongados finalmente se cuajaron cual gelatina... y cuál gelatina me vi hoy frente al espejo cuando me estuve probando chorroscientos mil vestidos, pero también adiviné que si me pongo a hacer ejercicio quedaré un poquito más cuajada, y que eso es bueno. Y, para abreviar, el descubrimiento de estos últimos días fue que no me deprimió verme al espejo mientras me probaba ropa, ni me deprimió la Navidad, sino que se ha puesto muy fantástica.
No me pueden caer gordas las fiestas familiares, porque este año aprendí a valorar muchísimo a mi familia. Quizás sea simplemente que tengo mucha suerte de tener la que tengo, de reconocerme en ellos: el humor, las tres neuronas funcionales, y una serie de valores que finalmente sí me cuachalangan mucho ("cuachalangar" = to fit) También fue caer en la cuenta de que la familia no es para siempre ni es eterna, y que llegarán los tiempos en que ya no estemos todos juntos. Este año se fue mi abuelita Bertha, la de humor inigualable y la alegría inagotable, y se nos fue de las manos como un pecesito precioso que se volvió al mar. Y del mismo modo algún día ya no estarán todos los demás, o ya no estaré, y ahora que están todos los que, de los perdidos, aparecimos, hay que salir un ratito a buscarnos y abrazarnos, y celebrarnos.
Cambié los muebles de lugar, y los afectos los acomodé en sus justas proporciones. De eso mucho debo a la terapia, pero también mucho a la dulzura de los afectos que me tocaron en suerte. A una amonita y la espontaneidad surgida de ella. A la certeza de que, cuando uno se cae de bruces, no queda más que levantarse, porque la vida es breve, brevísima, y su sentido viene de los abrazos, los ronroneos, los colores inusitados del cielo, los hombres hermosos, las lenguas extrañas, los susurros y los llantos llorados con gran placer.
Poco a poco se seguirán acomodando las cosas. Y seguiremos envejeciendo y las rodillas responderán cada vez con más dificultad, pero ahí está la carta a Meneceo.
Hoy es noche buena, y mañana Navidad. Y volveremos a salir a las calles para exigir justicia. Y volveremos a nuestras labores diarias haciendo justicia. Y aquí seguiremos haciendo funcionar el mundo hasta que el Sol se hinche y nos consuma un día, y de nosotros no quede más memoria.
Volutas de polvo somos, y al polvo hemos de volver. Pero ¿quién nos quitará lo bailado? Así que, hay que bailar bien.
Pronto volveremos con más.
1 comentario:
Querida y no olvida Esponjita.
Sea usted feliz, en esta Noche y en el 2015.
Y que los sueños cabalguen lejos.
Un abrazo hasta el México, tampoco olvidado, y también querido
Un gran abrazo
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