La Bella Durmiente y Cenicienta.

En 1969 mi mamá, mi abuelita y mi tía Blanca llegaron a la Ciudad de México provenientes de Ciudad Juárez. La razón: mi mamá quería estudiar física y en Chihuahua no había. Así pues, debieron viajar hasta acá.

Entonces mi abuelita, decía, se sintió como Cenicienta en el baile de palacio. Y era ello porque llegaron a la Ciudad de los palacios, con su Palacio de Correos, y Bellas Artes y el MUNAL... y su caballito... Por eso traje a los gringuitos de edificio en edificio de los que mi abuelita me contaba y contaba. Y los hubiera llevado a Chapultepec, a la casa del Lago, al Castillo, a Antropología... si no fuera porque los pobres ya no daban pie con bola... y todo porque nos fuimos a emborrachar la noche anterior.

Y es que la que se siente como Cenicienta ahora soy yo. Pero contemos la historia en orden.

Yo era la feliz princesa del bosque.. ejem.. ¿cómo anda su cultura cuentística? ¡pues como Aurora la princesa del Bosque! (la versión Disney, aclaro filólogos, no la versión Hugo Hiriart... que a todo esto, es más recomendable)... en fin. El caso es que era una feliz alumna de preparatoria que sacaba altas notas y que iba a estuidar astronomía.

Pero no estudió astronomía, sino que, por alguna enferma y retorcida razón, entró a filosofía.

(fue un acto de akrasia: lo hice voluntariamente pero me arrepentí durante muchos años. Soy un caso de estudio para Zinnia).

La carrera fue una cosa horripilantoespantosa. Además fui la última generación del viejo plan... y además se me atravesó la huelga.

Decidí salirme... pero me faltó valor (y mi mamá no me dejó. Resulta que cuando mi mamá iba en tercer semestre de física decidió que ya mejor no, que mejor se cambiaba a química, que ahí si daban trabajo y era menos difícil. Entonces mi abuelita le dijo "ni maíz palomas" en Juárez si había química... no nos hubiéramos venidos... y mi mamá acabó física... siguiendo el mismo ejemplo y creyendo que las razones eran las mismas, no me dejó cambiarme de carrera).

Y una vez que no me salí, cual Aurora durmiente caí en un largo sopor y dormí y dormí... hasta que llegó el príncipe con el beso del primer amor

(aquí hacer alegorías resulta difícil... pero sí, podríamos colocar a Danilo en el lugar del príncipe valiente que salva a la damisela en peligro).

Pero desperté en la absoluta miseria (filosófica... y un poco de la otra también). Había perdido muchos años y recursos en mi larga siesta. Así pues, me tocó ser Cenicienta.

Ya no se las haré larga. Baste contar que el viernes hubo una cena. Fue la conclusión de un evento académico muy esperado. Fueron días agotadores, pero muy fecundos. Conocí gente maravillosa, leí mi traballijo que creo que no quedó tan mal y hasta di unos pasos de Vals con un simpático doctor inglés... (un poco surrealista, lo admito).

Mientras estábamos en la terraza de aquel extraño lugar, con una copa de vino, un cigarro comunitario y nuevas amigas y amigos, pensé:

Corre Cenicienta, que las doce ya van a dar..

la esponja (que en vez de zapatillas, dejó su e-mail...)