25 septiembre 2011

Valerio de las Alamedas (Intentio, De Tri. XI, 2, 2)

Valerio está al frente del timón.


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Los mecanismos del sueño son misteriosos y están fuera del control de cualquiera de los implicados en el golpe de estado; es decir, Valerio, Julio y el hombrecillo estaban a expensas de la hora en que Camila se fuera a dormir. Pero según lo pactado, en cuanto Camila concilió el sueño, todos se dieron cita en el lugar acordado.

Pero... ¿cómo demonios representarnos esa escena? Habían quedado de verse en Chapultepec a las seis de la tarde, junto a lago... así se llamaba aquel paisaje.

Valerio no entiende tampoco qué pasa ahí. Nadie... salvo el hombrecillo y Julio. Pero si ni Julio ni el hombrecillo parecen ser alguien, Valerio está solo ahí: nadie entiende nada porque, salvo él, no hay nadie.

A estas alturas Valerio le ha perdido totalmente la confianza a todos. Primero el hombrecillo que resultó ser la representación de algo impersonal: la cordura de Camila. Pero ¿y Julio? ¿Por qué Julio sabía siempre tanto, tanto sobre lo que ocurría ahí adentro? ¿Por qué Julio amenazó al hombrecillo y lo venció?
Al principio Valerio temió que su plan de tomar por asalto el hegemonikón de Camila causara conflictos entre él y su mejor amigo. ¿Qué razones tendría Julio para permitir que quien se liberara fuera Valerio?
Entre más pensaba y pensaba, la situación parecía más desoladora: Si Valerio se hacía del control del mando de Camila, encarnaría en ella. Es decir: tendría cuerpo de mujer, no de Valerio. Y ¿Leonor? ¿existía realmente Leonor en el mundo real? Lo único que añoraba Valerio era volver a su vida antes de este espantoso despertar. Pero ¿cómo lo lograría si lo único que había quedado claro es que su vida era una ficción en la mente de Camila? Hasta ahora, lo único que no habían conseguido era encontrar a Leonor... pero no, las cosas no eran tan fáciles: ni siquiera habían encontrado a algún otro personaje: su madre, su hermana, ¡el gato!... sólo Julio y él... sólo Julio...

Pero de pronto Valerio descubrió que Julio no era 'otro personaje' como él. Después del incidente con el hombrecillo, Julio tomó el mando de todo. Comenzó a darle órdenes ¡también a él! No aceptaba preguntas. Dirigía todo aquello. De pronto lo desconoció: ése no era Julio. Y de pronto se dio cuenta de que ningún pensamiento íntimo tenía Valerio: Julio conocía todos y cada uno de sus pensamientos...

–¡Valerio! ¡Por Dios! ¡Creí que a estas alturas ya te habrías dado cuenta de que no tienes algo así como un interior propio... ¡Todo tú está en las redes del Palacio y yo tengo acceso a ellas! Y me extraña que no comprendas qué está pasando aquí. Valerio: el único que está limitado a sus propios pensamientos eres tú. Y sólo por esa situación yo que tú me ponía a obedecerme. También estás en mis manos, como todos aquí.

El golpe de estado estaba dado. Pero no... no por él mismo. Se le hizo un nudo en la garganta y guardó silencio. Temió pensar.

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Sí, él está montado sobre el hegemonikón de Camila. Pero él no tiene ningún control. Valerio va con los dientes apretados caminando hacia el aula del Palacio de la Memoria donde se halla el hegemonikón. Más que dirigirse al trono que soñaba parece que va hacia la sala de ejecución. Tras suyo va el hombrecillo, evidentemente amenazado por Julio.

Valerio aprieta los dientes ¿cómo fue que su mayor anhelo le provoca tantísima angustia?

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Si el hombrecillo es Cordura, la cordura de Camila, Julio parece ser su contrario. Valerio va atando cabos mientras se dirigen hacia el Aula tan soñada. Julio no es "Julio", su amigo de la historia, de la novela. Valerio comienza a comprender: parece como si el 'alma' (¿el alma? ¡maldito Aristóteles!) parece como si el alma de Camila estuviera compuesta por una especie de fuerzas, de energías de... de... no. No de pequeños hombrecitos que deambulan en su interior, sino algo así como fuerzas cósmicas... bueno, total: ella es un microcosmos... Y una de ellas es la cordura y otra...
Valerio pasa saliva. Están frente al Aula. Dentro no hay nadie ni nada. Es un cubículo oscuro. Es entonces cuando cae en cuenta que así es su cubículo. Es un no-lugar. Cuando sale de ahí se reviste de esa especie de cuerpo y miembros y huesos... pero allá adentro en realidad no hay nada. Pues así es el aula del Hegemonikón. En cuanto Valerio entre perderá la piel apiñonada, el cabello rizado, la ropa, los ojos, los dientes... Y en cuanto entre perderá el salvoconducto que le permite vagar por los Palacios durante el sueño de Camila, pues ahora no será el sueño de ella sino el de él. Nunca volverá a ver a Julio... ¿no?

Si Camila es una serie de fuerzas 'microcósmicas' (pongámosle algún nombre), y una de ellas es Cordura, y se reviste de un hombrecillo... ¿no será acaso que aquél no es sino el disfraz de Julio? ¿que el Julio consciente no existe y es sólo una ficción? ¿que la materia real que se informa de "Julio" es... Locura?

Valerio voltea y trata de mirar la cara de Julio antes de entrar en el Aula. De pronto comprende que ha estado absolutamente solo ahí adentro. Que ESO no es Julio. Pero ¡es su cara! ¡su sonrisa! ¡sus ojos verdes! Quiere voltear, correr a abrazarlo y cerrar los ojos. Quizás al abrirlos estén de nuevo en el mundo "real" donde Leonor lo espera cual Penélope, y tiene un gato y se puede vivir tomando café con azúcar...

Valerio mira hacia atrás. Se encuentra una mirada fría, de granito (¿de malaquita?) y se le hace un nudo en la garganta. Algo en esa dura máscara de pronto se suaviza. ¡Se parece tanto a Julio! es como si el numen aquél se conmoviera de Valerio, del rapto de lucidez que lo acongoja y decide devolverle un poco de lo único que ha amado todo este tiempo: la imagen de Julio, su mejor amigo. La máscara sonríe y le dice: ¡Vamos Valerio! ¡Si el que más gana con todo esto eres tú! Si yo pudiera subirme y tomar el timón de las cosas lo haría... ¡sería tan grato saber qué se siente tomar agua! ¡tocar lo suave! ¡oler las rosas! ¡sentir antojo cuando el olor de la comida de otro departamento llega a mi ventana! ¡Vamos Valerio! ¡Eres afortunado!

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La 'noche' anterior se llevó a cabo la "mudanza". Sólo Julio y el hombrecillo parecían entender de qué se trataba eso. Por un momento Valerio creyó que entrarían a Aulas llenas de objetos y tendrían que pasarlos de un lado para otro. Pero no, no. En realidad todo era un enorme cuarto lleno de cables, como aquellos pizarrones de telefonista, donde un montón de cables estaba interconectado de un lado a otro. Lo único que hicieron el hombrecillo y Julio fue cambiar de un lado a otro unos cables y otros. Todos eran del mismo color pero Julio parecía saber perfectamente cuáles mover, e incluso dos o tres veces atrapó al hombrecillo tratando de engañarlo:

–¡No! ¡Ése va acá! ¿me estás tratando de ver la cara?

Valerio rió para ¿sus adentros? y se mordió los labios pensando en lo espantosas que resultaban, por ahora, esas metáforas.

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Las instrucciones de Locura y Cordura fueron muy precisas. Con los cables así cambiados, ahora habría que crear el personaje de Camila y "sacarla" del Aula del Hegemonikón. Pero Camila, como no era un personaje per se, necesitaba de un "cuerpo".

Era obvio que Camila se representaba a sí misma. Es decir: tenía una idea de cómo lucía en el mundo exterior. Se reconocía en fotografías y videos. Claro, pronto descubrieron que eso no era tan cierto: ella siempre parecía experimentar una tremenda sorpresa al "verse" y siempre expresaba ¿pero esa soy yo? ¿así suena mi voz? ¿así de gorda me veo? ¡pero qué despeinada estoy!... cosas así.

La única imagen segura de sí que tenía Camila era la que le devolvía el espejo. Y efectivamete: ese fue el único disfraz que encontraron en todo el Palacio de la Memoria... una imagen invertida. Pues ni modo. Para colmo era una imagen borrosa, incompleta por todos lados, cambiante, inconsistente... ¿qué clase de disfraz podría ser éste para crear un personaje! Los personajes están fijos, tienen límites, pero ¿esto? Había que confeccionar uno usando el del espejo de base. No, no de modelo, sino de base.

Y así lo hicieron...

Y así lo hicieron Julio y el hombrecillo. O mejor dicho, Cordura y Locura. Valerio estaba sentadito mirándolos coser y coser. Pronto comprendió que toda la "realidad" y la materia y los cuerpos que estaban dentro del Palacio debían ser "metáforas"... ¿Coser un personaje? ¿qué todo eso no era sino un montón de circuitos y cables conectados? ¿redes, como había dicho Cordura? Por primera vez Valerio tuvo realmente ganas de saber qué se sentía tener un cuerpo real... o de menos, sensaciones reales.

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Valerio no se atreve a entrar al Aula del Hegemonikón. Una vez que lo haga, perderá este cuerpo que lo ha acompañado desde que tiene memoria...

memoria...

Valerio tiene pánico. Quizás él y Camila son lo mismo, y Locura simplemente está disfrazando a Camila de Valerio para que los encierren en el Fray Bernardino. Quizás todo esto es un sueño de Camila, y la maldita Locura trata de hacer que ande dormida cuando esté despierta, que se crea este sueño, que...

memoria...

Valerio tiene una cosa. Atención. Es decir: puede recordar cosas, puede pensar en cosas, puede ver cosas: puede ver los ojos verdes en los que depositó toda su confianza y ahora son unos totales desconocidos. Puede recordar la carita de Leonor al verlo llegar a México. Puede recordar la voz de su mamá por teléfono, y la impresión que le causó Lisboa. Puede recordar ese maldito momento en que "despertó" porque pudo calcular el año en que "vivía" al darse cuenta de que "todavía no había vuelos comerciales entre América y Europa".

Valerio tenía atención. Valerio "veía" dentro de todo aquél Palacio de la Memoria. Valerio veía sus manos, sus ropas, su imagen. Valerio era eso: el "poder ver". Si ese poder ver era exactamente lo mismo que el "poder ver" de Camila, entonces ambos eran uno y el mismo. Si eran dos "poder ver" distintos ¡Camila estaba poseída por Valerio!

Comenzó a carcajearse hasta que vio a una pobre mujer, atada de manos y con los ojos vendados, que era conducida por Cordura y Locura hacia un cubículo... ¡¡Era ese espantoso disfraz que habían estado construyendo Julio y el hombrecillo!! ¡¡Y ella se retorcía, lloraba, estaba absolutamente confundida!!

¡¡No mires Valerio!! ¡¡No preguntes!! –gritó Julio

"No preguntes"

¡¡Maldita sea!! ¿Cuántas veces Julio le gritó "¡no preguntes!"? ¡¡Debió haberlo sospechado todo desde el principio!! ¡¡Por eso Julio siempre parecía saber más que todos!! ¡¡maldita sea!!

Y ahí iba Camila... o el "poder ver" destronado. Y este nuevo "poder ver", antes un personaje, entró en el Aula del Hegemonikón, donde se hallaba un timón (simbólico seguramente también, pensó Valerio) que, en cuanto fuera tocado por las todavía visibles manos de Valerio, haría que la Autora, ya no Camila, despertara, y haría que Valerio quedara expulsado para siempre de los pasajes interiores, pasillos, salones, jardines, y demás utilería de la imaginación de Camila.

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Valerio tocó el timón.

Valerio despertó.

2 comentarios:

Felicidad Batista dijo...

Esponjita, felicitaciones por el relato. Sigo con entusiasmo la saga de Valerio. Me gusta
Abrazos

Esponjita dijo...

:) Gracias. Es un placer saberte de lectora...