12 febrero 2011

Valerio (gato)


En la mesa de la cocina duerme el gato. No da crédito. ¿Cuántos años tiene ya ese animal?
Era lo único que, definitivamente, no esperaba volverse a encontrar en México.

***
En la mesa de la cocina, duerme el gato.
Almudena le sirve a Valerio una tacita de café, y con un poco de esfuerzo baja al animal del comedor.

¿Cómo estás?- le dice a su hermana tomándole la mano.

Ella sonríe. Él se fue hace diez años, pero a ella tenía casi quince de no verla. Mamá le contaba de cómo estaba, pero aquél era el único contacto que tenía con ella. Así que no la reconoció cuando, entre la enorme cantidad de gente que se le acercaba para darle el pésame, una enorme mujer se acercó y lo abrazó efusivamente. Fue hasta que olió aquella horrorosa agua de colonia Sanborn's cuando cayó en cuenta de quién lo estaba abrazado.

Almudena le llevaba casi quince años de edad, así que para él ella significaba chocolates los domingos cuando iba a visitarlos con su esposo y sus pequeños hijos. Pero luego se fue de la ciudad, y ella quedó siempre como parte de las memorias de su madre, junto con Lisboa y un papá que también fue siempre medio mítico.

En lo que cabe, pues bien, muy bien. Horacio ya está por terminar la carrera. Y pues nada más. ¿Y tú, hermanito viajero? ¿Te fijaste en el pastel que había en la mesa?
-No... no lo vi... es más, creo que no he comido
-¡ah! eso tiene remedio, ahorita mismo te preparo algo... bueno... es que Mamá lo había cocinado para tí...

Los dos guardaron silencio. Un nudo en la garganta... Almudena se levanta y prende la estufa. Valerio no se atreve a preguntar qué pasó. Todavía no asimila la noticia. Habló por teléfono con mamá antes de abordar el tren en Veracruz. Se oía contenta, le decía que había estado un poco enferma, que no podría irlo a recibir a la estación... pero ¿qué tan enferma? Si le había preparado un pastel, no podía haber estado postrada en cama...
Así era Mamá. No le contaba casi nada de sus dolencias que ya eran muchas. Pero él había guardado la confianza de que ahí estaría para recibirlo. No... no se atrevía a preguntar. Y ya había preguntado mucho. Julio sólo le había dicho que la llevaron al hospital en la mañana del día anterior... Pero ¡él acababa de hablar con ella! ¡Si ese viaje, ese último trecho era el más breve de todos! ¡12 horas! ¡cómo es que en doce horas se había derrumbado lo que se mantuvo incolumne y seguro en 10 años!
Almudena se acerca y le sirve un plato con quién sabe qué cosa caliente. Valerio apenas lo prueba, más para no hacerle el feo a su hermana que para satisfacer un hambre ausente.

Quizás después Vale, pero hay que hablar de la casa...

Después hermana... después...

Las 17 cajas de libros permanecían en su antigua recámara. La había cerrado con llave. De pronto tuvo la certeza de que aquella ya no era tampoco su casa, y que la amabilidad de su hermana no era precisamente un gusto genuino por verlo llegar en momentos de angustia. Algo de inoportuna había tenido su llegada, que se juntara con la enfermedad de mamá... pero ¿cuál enfermedad?... ¡si nadie le había dicho que estuviera enferma!
De pronto se dio cuenta de que había cargado con el librito del De Anima toda la tarde. No lo había soltado... tenía ganas de averiguar aquello de las notas en ruso... si acaso estaban en ruso... Almudena comenzó a hablar de sus hijos, de su viaje, de por qué ella vivía en Puebla, de quién sabe qué más cosas, pero él no podía ponerle atención. La sensación de llegar y no encontrar esa casa que él creyó segura todos los años de ausencia...

Un hombre se asomó por la puerta y llamó a Almudena. Ella se levantó, pero después de intercambiar algunas palabras, volvió a la mesa.

¿Lo conoces? Es el marido de Leonor... ¿quieres que te lo presente?

Valerio se le quedó mirando sin saber qué responder...
El gato se subió a sus piernas. Almudena se espantó por algo y salió corriendo de la cocina... Valerio se quedó mirando al vacío, al hombre pequeño y desgarbado que se alejaba con su hermana. Acarició al gato y se le quedó mirando:

Vaya... así que ahora hay que comenzar a buscar un departamento donde acepten libros y gatos... bonita herencia resultaste, porque estoy comenzando a suponer que eres todo lo que me quedó de mamá...

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