Sin embargo, a ochenta años de la muerte del filósofo alemán, me parece que vivimos en los últimos momentos de una disciplina que ha terminado, como si de una máquina centrífuga se tratara, de expulsar todo contacto con la ciencia. La ciencia del ente en cuanto ente con la que, pareciera, Aristóteles inauguró la metafísica y a la vez aquello que se supone es nuestro exclusivo campo de estudio, aquello para lo que nos dan la cédula profesional, ha caído en el más ominoso olvido en las aulas de una Facultad de Filosofía donde ya nadie tiene la paciencia de enseñar ni el sistema aristotélico ni el kantiano, urgidos por tácticas pedagógicas que conservan todo, excepto el objetivo y la finalidad de lo que enseñan.
El terror de caer bajo los estragos de una "ciencia normal", o bajo el fantasma de un totalitarismo que no comprendemos, o bajo las malas influencias de la metafísica tradicional, no existe una materia siquiera, que sea obligatoria y para los párvulos, donde el joven de dieciocho años lea a Kant como el joven estudiante de física aprende a Newton.
No hay orden, no hay método. No hay un lenguaje común metafísico entre todos los estudiantes de filosofía. Y ello no sólo parece ser una enfermedad propia de nuestros filósofos mexicanos.
Al faltar un corpus de aquello que deba saber el joven filósofo, o una justificación verdadera de la necesidad de aprender un organon que es la puerta hacia ninguna parte (es decir: ¿cómo justificaríamos la necesidad de enseñar lógica en el bachillerato, si aquello no parece conducir a donde se suponía debía conducir la lógica?), nadie entiende ya para qué la necesidad de enseñar ciertas disciplinas propedéuticas de contenido filosófico.
Sin Metafísica no hay filósofo. Quedan solamente las diversas divisiones del ser, y para ellas ya hay Facultades e Institutos de investigación. Si se rechaza por fin la pertinencia de hacer Metafísica, ciertamente los físicos y los psicólogos no cejarán en su intento por averiguar qué son el tiempo y el espacio, o cómo se conectan los sentidos y los volúmenes del mundo, pero ya no habrá necesidad de sostener una Schola Metaphysicae que otorgue licencias al filósofo.
El que hace filosofía de las matemáticas descubre de pronto que debe inscribirse en matemáticas en la Facultad de ciencias. El que hace filosofía de la ciencia de pronto se ve lanzado con la cruda realidad de que el Físico que aprendió latín es mucho más hábil que él para detectar los problemas de los árabes o los primeros modernos. Aquél que quiere averiguar lo que es el arte y la narrativa terminará por ingresar al Instituto de Investigaciones Filológicas, y el que desea hacer antropología no podrá evitar pasar por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, muy a pesar de que su lema haya sido extraído de las páginas de Aristóteles.
Y bajo el ingenuo presupuesto de que el filósofo, el metafísico, se las ve solamente con aquello que implica la inmaterialidad de los conceptos, en su Facultad ya nadie le enseña nada: ni las ciencias a partir de las cuales ha de extraer la ciencia del ente en cuanto ente, ni los ahora desdeñados sistemas filosóficos que agruparon el antiguo saber de los filósofos. Sabe lógica: poca cosa si suponemos que ella era tan solo la propedéutica de algo que ya no supone digno de ser estudiado.
Ante tal desencanto, el filósofo, algunas veces, declara ahora que la Filosofía es ancilla scientiae empiricae y decide perder su autonomía. Otras veces se declara abiertamente una rama de la literatura y se viste de alguna ideología. Y otras veces, hace historia de sus glorias pasadas.
Ciertamente existe un reducto, minúsculo, donde todavía llegan desde las distintas parcelas de la ciencia a hacerle preguntas. Llega el psicólogo y el físico y le preguntan por el significado y su unión con el mundo. Pero no faltará mucho para que el físico y el psicólogo decidan mejor tomar los libros antiguos de los antiguos metafísico y obvien las obviedades que el filósofo falto de autoestima tenga que decirles. El físico hará su propia metafísica y el psicólogo hará su propia teoría del lenguaje. Y a lo mucho, los egresados de la Facultad de Filosofía, podrán declararse guardas de una historia que los sobrepasa con mucho.
En todo el mundo se reducen las horas que, en bachillerato, se dedican a la filosofía. Y ello no es por falta de sensibilidad de quienes realizan los planes de estudio, ni por falta de capacidad crítica, ni mucho menos. Ello es resultado de los cascarones vacíos que las instituciones de enseñanza filosófica han producido durante los últimos cincuenta años. Y poco a poco, el bachiller que decide ingresar a la universidad abandona la idea de que estudiar filosofía es un camino seguro hacia las ciencias, y cada vez con más frecuencia llegan a las aulas de filosofía despistados que tardan demasiado tiempo en reparar en que han cometido un error.
Y los pocos que sobrevivimos a las aulas de clase podemos estar seguros que somos el último jalón de gente que recibirá una cédula de "filósofo". Pero ello no ha de preocuparnos tanto. Seremos recordados como un fallido experimento del siglo XX por profesionalizar a la Metafísica, la cual, muy a pesar de todos los pesares, continúa siendo ejercida en facultades e institutos en toda la universidad.
2 comentarios:
Creo que como ya no había espacio en la FFyL pues se les ocurrió que debían suspender el número de clases, para evitar aglomeraciones. No hay lugar para la gente, quitemos entonces a la gente. A este ritmo acabaremos con licenciaturas on line y todos contentos en casita.
Paloma querida, ora sí ya nos veremos pronto. Claro que seguro tendrás para el viernes como unas 30 cuartillas más, y no sé si habré tenido tiempo de leerte así que oficialmente me quedo en que andas decepcionada de la situación filosófica en general. Pero creo que después de andar muy pegadita con Aristóteles eso es inevitable. Él es una maravilla, bueno tú dirás que Plotino, pero yo creo que Aristóteles es la maravilla más maravillosa (con todo y lo poquito que le sé) y cuando el mundo no lo conoce pues es lógico que te sientas como te sientes, casi como primera cristiana. "El mundo no sabe lo que yo sé", pensarás, y no por sangrona sino por las mieles que te da conocer "la estrutura del mundo y sus apariciones". Va otro abrazo.
Quizás, Quizás
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