05 julio 2009

Arranque (otra de Valerio)

Y ocurrió que se enamoró.

Al principio creyó que simplemente había sido un apasionamiento como tantos le habían dado. Y no había dudado antes en dejarse seducir. Y no era la primera vez que se dejaba arrastrar hasta sus apartamentos.

Pero desde el principio todo era claro: él era un hombre casado, y ellas por lo regular no tenían modo de comprometerse con él. O también estaban casadas, o estaban solamente de paso.

Y era muy prudente: jamás se permitió dejarse arrastrar por alguna joven casadera. Y si de pronto parecía dejarse seducir por la expectativa, prefería ser grosero. Eran preferibles las lágrimas por una grosería que por el Apocalipsis.

Aunque tenía hijos, ella estaba soltera. Y eso quería decir que no podía permitirse dejarse arrastrar. Pero cuando se dio cuenta de que algo andaba mal fue un rato después de haberse salido de las blancas sábanas, de haberse vestido, de haber llegado a la puerta de su casa y darse cuenta de que había perdido la cartera y el teléfono celular (jamás volvió a usar uno después de eso).

No quiso entrar a la casa. No por las explicaciones que finalmente sabía que no tendría que dar. No por la certeza de que una habría marcado y que la otra se habría negado a contestar. O quizás sí habría contestado. Quizás para avisar que había dejado el teléfono y la cartera en la oficina. Quizás porque ella no sabía que cuando entró él al baño le habló a su mujer inventándole un café con un amigo y entonces…

Respiraba agitado, con las manos en el volante. Casi quieto, la mirada fija en el infinito, la espalda suavemente subía y bajaba.

Las imágenes del rostro congestionado por el llanto de una junto a la congestión de orgasmo de la otra.

No, seguramente no había contestado… el teléfono sonaría hasta quedarse sin pila… no, tampoco, porque despertaría a sus hijos (le rogó que fueran mudos: los niños dormían en la otra habitación, si no se despertaban, quizás tendrían pesadillas)…

¡Los niños! ¿y si ella no había encontrado la cartera sino los niños?

Apretó el volante. Metió la llave y estaba a punto de arrancar cuando sonó el teléfono: era su mujer preocupada. La cartera también estaba bajo el asiento…

Le dijo que llegaría al rato, que había tomado un poco, que tuvo que esperarse un rato en el restorán… que… que la quería… y, como solía ocurrir, ella colgó.

Arrancó el carro otra vez. Definitivamente algo andaba totalmente mal. Quiso volver a la casa donde no había dejado ni la cartera ni el teléfono. Quería tocar a su puerta y pedirle que lo recibiera para siempre, que había dejado olvidado ahí el corazón. Quería pedirle que se dejara llevar al cine, que… pero solamente dio vuelta a la manzana de su propia casa: si hacía mucho ruido, sus niñas también tendrían pesadillas.

By Sponge


PD: Voy a publicar un libro con los cuentos de Valerio... digo, algún día muy lejano... Mientras, esperemos que el Valerio de a deveras esté teniendo bonitas vacaciones.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tremenda Esponjita; es usted una esponjita tremenda: Y muy placentero leerla. Saludos y, espero que haya sobrevivido a el proceso electoral. alfredo