13 julio 2009

Dios y lo aretes.

Cuando cumplí ocho años llegó mi papá y nos preguntó a Aurora y a mí si queríamos hacernos los agujeros en las orejas para poder usar aretes. Y Aurora y yo brincamos de contento: no habíamos deseado nada tanto tiempo y con tanto deseo. Y es que nuestras compañeritas de la escuela y todas las niñas que conocíamos en el mundo usaban aretes. Todo se hizo con bombo y platillo.
Fuimos a una joyería y nos compró unos aretes "dormilones" de oro de 24 kilates "para que sus orejitas no reaccionen con el metal. El oro es el metal menos reactivo que hay y por eso se usa para joyería" nos explicó nuestro papá, entonces estudiante de la maestría en materiales.
Los dormilones tenían la cualidad de terminaren punta, como de aguja, lo que facilitaba la labor de perforar el lóbulo. Y todavía me acuerdo cómo, a cada una, nos subió a la mesa del comedor, nos colocó harto alcohol y hielo para adormecer, y nos perforó las orejas. No lo hizo con los dormilones, sino con una aguja que mi mamá cuidadosamente desinfectó en la estufa: recuerdo la aguja negra en la punta... creo que iba caliente para cauterizar.
El método era el tradicional, sólo que en vez del hilito que muchos bebés llevaban, nosotros traíamos nuestros pulcros dormiloncitos de oro.
La indicación era: dénles vuelta cuando se acuerden para que el agujerito no se pegue al arete. Esa manía nos quedó a las dos que, siempre que llegamos a usar aretes, les dábamos vueltas y vueltas.
-¿y por qué no nos hiciste los agujeritos cuando éramos bebés como a todas las otras niñas?
-Porque quería que ustedes decidieran tenerlos. A mí no se me hace justo que a los niños, antes de preguntarles nada, les hagan agujeros en todos lados, los bauticen y cosas así.

Sí, porque entre nuestras extrañezas estaba también el ser niñas no bautizadas. Y así como deseábamos poder usar aretes como todas las niñas, también deseábamos creer en Dios.
Y no bastaron las miles de explicaciones que nos daba nuestro papá de que "Dios" era la solución que usaba la gente en la antigüedad para explicar todo aquello que ahora sabemos gracias a la ciencia. Antes a Dios se le atribuía la lluvia, y a su ira los huracanes. Pero ahora ya sabemos por qué ocurre todo eso y no es necesario pensar en Dios. Mejor, ¿por qué no? pensar en la Madre Naturaleza.
Pero a pesar del sustituto divino, Aurora y yo queríamos un Dios al qué rezarle como todos nuestros amiguitos lo hacían. Así que yo un día me desesperé y en media cartulina dibujé al Dios de los Niños y lo pegué en mi cama y le rezaba todas las noches pidiéndole que nos cuidara a todos. Y a mis papás les pareció bien.
Recuerdo que mi diseño de "el Dios de los niños" quedó un poco mal hecho: no calculé el espacio de la cartulina y cuando llegué a las rodillas ya no había espacio, así que lo dibujé arrodillado... era una cuestión de espacio. Llevaba falda y tenía un par de trenzas: todo Dios está hecho a imagen y semejanza de quién lo busca.
Cuando Aurora descubrió mi dibujo me pidió permiso para rezarle también, y nuestro culto duró algunas semanas. No sé qué habrá sido de la cartulina, pero la costumbre de rezar todas las noches se me quedó hasta que falleció Aurora: fue entonces cuando el mayor miedo de todos los que tuve, que alguien muriera, ocurrió. Y entonces dejé de rezar.

Años después de mi creación del Dios de los niños, en momentos de gran tribulación adolescente, me fui a vivir con mi papá a Mérida. Y ahí le pedí que me comprara una imagen de la Virgen de Guadalupe. Y él me dijo que no... es más: la religión de mi abuelita (la mamá de mi mamá) ni siquiera necesitaba de imágenes. Y cuando, a causa de aquellas tribulaciones, me fui a vivir con mi abuelita, comprendí que ella era protestante. Pero el Dios de mi abuelita estaba muy lejos de ser un dios luterano o calvinista.
Ella creía que Jehová era un vampiro, de la misma raza del chupacabras, que se hacía pasar por el Dios verdadero... ¿Cómo el verdadero Dios, por un ataque de ira, iba a mandar matar a cuarentamil sólo por adorar al becerro de oro?... y Dios no podía ser el creador de una religión machista y menos haber inspirado al machote de San Pablo (que seguro era joto, decía mi abue). Sin embargo, a mi abuelita le gustaba el Dios de los evangelios. Y ella no creía que Jesús fuera su hijo... o más hijo que todos nosotros... a demás ¿a qué venía eso de que "los hijos de dios se juntaron con las hijas de la tierra y de ahí nacieron los gigantes" (Gen... en algún lugar).
Por todo ello mi abuelita prefería al Dios de los nahuas: dualidad, hombre-mujer, bien y mal. Y reconocía en el Eclesiastés esa misma sabiduría. Dios es todo, y el verdadero, está más allá del bien y del mal.
Bueno, pero todas las mañanas mi abuelita le oraba a ese Dios, y no dejó de hacerlo hasta que perdió la memoria en sus últimos días... Pero si Dios ya sabe todo lo que va a pasar, y ya sabe quién está en el libro de la vida y quién no... ¿para qué rezar? (en eso era buena calvinista)... Ella tenía su respuesta: la oración es fuerza de espíritu. La fe, dice Jesús, mueve montañas aun si es del tamaño de una semilla de mostaza... pero ¿qué es la fe? Querer. Y Querer es Poder. Y así ella, decía, quiso que sus hijos fueran a la universidad, aunque ella fuera una sirvienta. Y pudo porque quiso... quiso de a deveras (Cf. Agustín, Confessiones, VIII)
Así que, como podrán ver, el Dios de mi abuelita era producto, no de su ignorancia, sino del conocimiento de la Biblia y de su propia inteligencia. Pero también era un Dios como la Madre Naturaleza de mi papá: explicaba por qué las cosas son como son, pero no habla de la providencia.
¿Quién nos cuida? no sólo esa fe de la que ella hablaba, sino también el Hermano Lázaro y San Judas Tadeo. Al Hermano Lázaro lo conoció cuando visitó a unas brujas, porque creía que le habían echado mal de ojo. Y ellas le dijeron que no, que sólo estaba muy angustiada, pero que cuando tuviera necesidad invocara al Hermano Lázaro (luego Daniel me explicó que él es una divinidad Yoruba). Y la contraparte del Hermano Lázaro era San Judas Tadeo, a quién su tía Otilia le había enseñado a solicitarle favores.
Pero no eran así, solicitudes buena onda: si uno quería algo, debía "castigar" a san juditas. Si quería uno que desapareciera un enemigo, debía tomarle un efecto personal, amarrarlo a la imagen y esconderla en un lugar oscuro hasta que San Judas hiciera el favor. Una manera menos violenta era prenderle una veladora todos los días, durante un rato, hasta que lo hiciera. Así mi abuelita corrió a la vecina que tantos problemas le causó.
Y yo, hasta la fecha, cuando me veo menesterosa de ayuda divina, llamo al Hermano Lázaro y a San Judas Tadeo... y todavía voy de vez en cuando a San Hipólito a llevarle o una veladora o flores (o un kilo de arroz, porque el padrecito prefiere arroz para sus pobres que puras flores... pero los fieles prefieren llevarle arroz al padrecito y flores a San Judas: ni que fueran tan tontos, a sus fieles les queda muy clara la diferencia entre la mecánica divina y la mecánica humana).

Mi abuelita era católica. Pero muy joven decidió hacerse protestante. Ella era madre soltera y cuando descubrió, en la doctrina Bautista, que Dios es amor y que las faltas y las culpas se las ve uno directamente con Él y no con el juicio de los chismosos, no dudó ni un minuto. Y más cuando tuvo en sus manos la Reina Valera y pudo inquirirle a Dios directamente y no a través del latín incomprensible y del juicio de aquellos padrecitos que acababan de experimentar la guerra cristera.
Era la libertad de preguntarle a Dios directamente, como lo hace el santo Job, confiando ciegamente en la solidez de Dios y sabiendo de antemano que Él no necesita justificación ni de ser blanqueado con mentiras, lo que la mantuvo yendo al templo Bautista, muy a pesar de su gente, muy a pesar de "que ellos son malos", porque ella sabía aquello de que "pero su Dios es bueno".
E iba también porque la alabanza consistía en cantarle. Y le cantaba "Señor, al contemplar tus obras, las maravillas de la creación, al oír tú voz en los potentes truenos, y en la floresta las estrellas mil, mi corazón entona la canción: Grande eres Tú, Grande eres Tú".
E hizo un esfuerzo titánico, llena de su fe, para que mi mamá pudiera venir a la UNAM a estudiar Física y contemplar así las maravillas de la Creación. Y conociera ahí a mi papá que, para sustituir el nombre de Dios, usaba Madre Naturaleza al momento de explicarnos por qué el cielo es azul.

A Aurora y a mí, por algún extraño desorden genético, siempre se nos cerraba el agujerito del arete de la oreja izquierda. Un día Aurora se desesperó y fue a Plaza Universidad a que le volvieran a hacer los agujeritos. Pero el izquierdo se volvió a tapar. Entonces, siempre que compraba un par de aretes, usaba los dos en la oreja derecha. Y a veces pienso que ello se pudo haber evitado si desde bebés nos hubieran hecho el agujerito.
Y si desde niñas nos hubieran enseñado a rezar, quizás ahora yo no tendría tales ataques de esceptisismo, y en vez de estudiar filosofía antigua y medieval, quizás estaría haciendo una tesis sobre los cúmulos estelares o sobre filosofía de las matemáticas. Pero el lado del creyente que busca al Dios de la providencia siempre ha quedado mal hecho, y aquí me tienen.

Hoy compré un par de aretes con forma de araña (pero de seis patas: falta de realismo biológico, dijo mi mamá). El derecho entró bien. Pero para ponerme el izquierdo tuve que usar gran cantidad de alcohol y hasta merthiolate. Y les estoy dando vueltas para que no se me vayan a quedar pegados en las orejas.

La esponjita bien aretuda.

3 comentarios:

quique ruiz dijo...

¿Entonces estudiar filosofía (antigua y medieval) fue porque ahí encontrarías alivio a tus dudas?

Librería de Mujeres Canarias dijo...

Seguro que estás guapísima con esas arañas mutiladas colgando de tus orejas. Y acabo de aprender muchísimo de dioses y dudas así que voy a ver si lo digiero. De todo el post (odio el término) me quedo, como es de esperar en mí, con ese Dios de los niños hecho a imagen y semajanza de esa linda niña con trenzas... Qué pena que no encuentres la cartulina.
Un beso.

Esponjita dijo...

Quique: No, no... mucho menos por encontrar alivio a las dudas... la verdad, aunque dije eso, no creo que sea verdad.
El otro día estuve pensando por qué siempre ando metida con la nariz en la historia de la filosofía: porque además de inquietudes metafísicas, tengo un amor loco por la historia, los mitos y las creencias. Ahora, si ese amor se lo debo al gnosticismo de mi abuelita o a mi eterna necesidad de Dios, esa es otra cosa.

Iza: ay! siempre es lindo leerte. Esa cartulina debe andar por ahí...