20 agosto 2009

De Anima


Seguiré trabajando a Aristóteles... ¿pero qué culpa tengo yo de que "trabajar a Aristóteles" tenga un significado mucho más extenso de lo que uno se puede imaginar?
Trabajar a Aristóteles puede querer decir averiguar lo que leyó en él Avicena, lo que Alberto Magno entendió que dijo Avicena de Aristóteles, lo que a Averroes no le pareció que dijera Aristóteles según Avicena. También quiere decir leer lo que Ross entendió que entendió Alejandro de Afrodisia. También quiere decir tomar partido por la lectura de los platónicos, o por la de los... ¿aristotélicos? pero ¿no era el platónico de Avicena un buen aristotélico a la hora de interpretar la noética desde el libro X de la Ética Nicomaquea? pero... pero...
(Si se fijan, esta historia es un poco como teléfono descompuesto. Y no, no viene al caso que me digan: "¿por qué no preguntarle a Aristóteles directamente?" porque lo más directo que tenemos (salvo unos papiros sobre la Constitución de los Atenienses) es un manuscrito del siglo X, que a su vez es copia de la copia de la copia de lo que Andrónico de Rodas dijo que era "Aristóteles". Al grado de que muchos han llegado a creer, honestamente, que el libro tercero de De Anima es una mezcolanza de fragmentos, o un todo hecho fragmentos, o algo así. Porque sobre esos huecos que hay en de Anima, se ha asentado todo Occidente. Así no más funciona el teléfono descompuesto que es Aristóteles).

Y bueno... si el hueco del De Anima se lo debiéramos solamente a un error de transmisión, alguna mente, quasidivina como la del Estagirita, quizás hubiera resuelto el problema. Porque la Lógica nos llegó completa, pero sobre ella se desarrolló mucho y otro tanto se mejoró. La Física nos llegó íntegra y de algún modo, sobre ella y contra ella, se construyeron las físicas moderna y contemporánea. Pero ¿y el alma? ¿sobre eso al fin tenemos decidida la cuestión? ¿fue en verdad que un pedazo de papiro se perdió y por eso, hasta la fecha, seguimos siendo incapaces de explicar cómo el significado, esa cutícula que no se despega de las cosas, viaja hasta el centro de nuestra conciencia? ¿Cómo se pega la tazidad con la taza? ¿cómo armamos al mundo? y peor aún: ¿cómo la sanguinolenta masa de neuronas que habita nuestro cráneo es capaz de guardar en sí creencias, deseos, engaños y desengaños? ¿en qué momento un haz de luz, a 300 mil kilómetros por segundo que se impacta contra ciertas células y genera un impulso eléctrico... en qué momento "eso" se transforma en "verde" o en Do menor? (y cómo con el mismo aparato cognoscitivo podemos ver en eso verde un haz de luz y una taza?)

Si el hueco se lo debiéramos a un papiro perdido... hallar ese pedazo de planta y tinta sería más valioso para nosotros que la piedra filosofal o el santo Grial.

la esponja que tiene 4 días para explicar qué pex con las percepciones accidentales

Nota: Ahora parece que los "filósofos" se la pasan defendiéndose de los "cientistas cognitivos" (sic.) quienes pretenden reducir todo estudio sobre el lenguaje y el conocimiento a la malvada y contingente empeireia. Pero por alguna razón aquello no les preocupaba en lo más mínimo a los antiguos ni a los medievales. Con cierta desfachatez, Diógenes Laercio aclara que los Estoicos, en su Física, estudiaban aquello que también corresponde a los matemáticos, y aquello que también corresponde a los médicos. Y quizás por médicos, apuntaba R.S. se referían también a Galeno (de donde viene el sobrenombre periodístico que aun se usa: "dijeron los galenos que..."). Galeno no sólo fue médico, sino lógico. Y los intríngüilis de Aristóteles los resolvió Avicena gracias a Galeno: qua médico y qua lógico. ¿De qué nos espantamos tanto entonces ahora?

1 comentario:

Ambrosiaster Cajinaster dijo...

No entiendo el último comentario acerca de los cognitivistas. Pero lo que me queda claro, después de leer el texto programático de Quine que tanto le gusta agitar a la banda congnitivista (esa mamada del relativismo ontológico y no sé qué pitos), es que eso de la epistemología naturalizada es un embuste de lo más transparente, un vil y ridículo argumento de autoridad: ¡filosofía, cállate el ocico, no cuestiones nada, lleva tu escepticismo a otra parte, que cuanda habla la burocracia académica (embusteramente autodenominada ciencia) tenemos la respuesta para todo! Con todo, no deja de dar gracia que los esbirros de los congnitivistas (o sea, los (pseudo) analíticos) se la pasen presumiendo de rigurosos, cuando su ídolo Quine sugiere que el único modo de encarar la duda escéptica es pedirle a los escépticos que le bajen de güevos al rigor, que con criterios de justificación más flojos no hay escepticismo que se sostenga.