12 enero 2010

Otra carta

me encontré en el blog de la bella Bandala
este fragmento. Expresa, creo, el quid de lo
que aquí no pude expresar con tanta palabra:

... la vida es una antorcha que va de mano en mano,
de hombre a hombre, de semilla en semilla,
una transferencia que no tiene regreso,
un infinito viaje hacia el futuro,
como una luz que aparta
irremediablemente las tinieblas.

Hamlet Lima Quintana, "Transferencia"



Hola Valerio,

Hace tiempo que no te escribo en este blog. Y es que tengo la certeza de que, si bien quién sabe si tu referente (pues recuerda que Valerio qua Valerio es un personaje... el de la segunda persona, me acabo de dar cuenta) es lector de éste blog, sí sé que sabe que existe (a eso vino Tiresias, a contarme que le contó que existe este blog, y que eres personaje de él).
Y así, ¡pues qué chiste!... ¿cómo va a andar uno contando los exabruptos del corazón sabiendo que sabes -y Tiresias sabe- que sé que sabes? Porque antes escribía con la secreta esperanza de que supieras que escribo lo que escribo, pero con la duda de si sí venías a verlo, de vez en cuando... y sin saber si en realidad sabías... ¿cómo decirlo? pues... todo era más espontáneo.
Pero con tanta gente involucrada, no sólo Tiresias, sino la certeza de que sabes que sé que sabes, pues... ya no me atrevo a escribir nada.
Tendría entonces que hacer otro blog. Con otro nombre, con otros personajes... y entonces... ¿cómo lanzaría las redes para que, sin querer, llegaras y te tropezaras con él? Así, como de casualidad... y entonces pudieras hurgar en el corazón ficticio que he creado para mandarte de vez en cuando mensajes. Porque todo esto son puras ficciones, Valerio, todo. Pero no por ello son mentiras.

A veces me dan ganas de declararte mi amor. Pero aclarar que no es una declaración de esas de las que siempre te andas defendiendo con uñas y dientes. No es una declaración de amor de amante (que no porque no estés guapo, Valerio... pero esa es otra historia). Justo de eso veníamos Paloma y yo hablando (porque yo son la Esponja, Valerio, también un personaje). Veníamos pensando en cómo la tonta de Paloma traía contrito el corazón porque siente más o menos la misma desazón que cuando decidió estudiar Filosofía y dejar por siempre la Astronomía. Preguntándose si fue la decisión correcta, si dejar a los antigüitos por los medievalitos fue una buena decisión. Y ahí me tienes terapeándo a la contrita columbiforme. Y entonces le pregunté: bueno, ¿pero no te emocionas tremendamente cuando finalmente comienzas a entender el meollo con Avicena? ¿cuándo te van quedando claras poco a poco las cuestiones de la intencionalidad y los conflictos mente-cuerpo gracias a Avicena?... y entonces Paloma tuvo que ir a pagar la renta y soportar el regaño moralino del casero porque se pasó tres días... y estuvo a punto de echarle la culpa al CONACyT y al gobierno y al narcotráfico, pero se limitó a sonreír y promenter que eso nunca volvería a pasar. Cuando regresó, me contestó: pues sí, es verdad: si la atracción a esos temas fue inmensa... quizás porque por fin le encontré sentido a hacer historia de la filosofía: los antiguos, los medievales tenían otro mobiliario en su mundo, tenían otro modo de explicar los mismos fenómenos. Y eso enseña mucho sobre nuestro modo de explicar las cosas. Es sólo que a veces me desespero por tener que empezar todo desde cero, desde nuevo: del griego al latín, de la late antiquity a ese mundo extraño de la Edad Media... y la filosofía analítica... todo es nuevo y yo me siento como en un mundo tan raro, sin nada (¡Ay Valerio! ya ves lo quejica que es Paloma).
Estuvimos en silencio un rato. Bueno, no en silencio... Paloma es muy distraída y me dejaba olvidada en quién sabe que Aula de su Memoria... y yo ahí, encerrada, oyendo muy de lejos sus quejas contra lo automovilistas, el casero, el inglés... una conversación que tuvo hoy... en fin.
Entonces yo le dije: A mí se me hace que al que extrañas es a Valerio... Y ella sorprendida se me quedó viendo (bueno: todo esto es metafórico. Ya lo dijo el otro día Bob Esponja: esto es una metáfora visual para expresar estados mentales... sic.. así lo dijo la estúpida caricatura amarilla... así que ya no me dará vergüenza confesar que veo Bob Esponja. Y digo, es metafórico porque Paloma iba manejando... y bien a bien, siendo yo un personaje, no podría estar sentada en el lado del copiloto... aunque en lo referente a la vida de Paloma así voy: horrirzada por la manera imprudente en que conduce su vida).
¡Pero cómo lo voy a extrañar si está ahí! Me sigue cuidando, prevee por mí... y yo sigo como niña esperando que no se enoje conmigo. Y lucho porque sea mi amigo, así, tal cual, pero a la vez me aterroriza porque... porque... no sé por qué...
Y pensé, Valerio, que todo este tiempo este blog fue una prolongada declaración de amor. Pero, yo, confundida, no sabía distinguir entre las diferentes clases de amor. Porque, ya lo diría la Esponja (o sease yo, en otro blog), el amor es una palabra como de cubo rubick, y el que te tengo es muy complicado (y se complicaba mucho porque además antes me gustabas mucho... digo, no es que ya no estés tan guapo como antes... nomás que los golpes hormonales tienen sus altas y sus bajas, y cuando la soledad terminó por fin...). ¿Cómo se caracteriza ese amor tan raro? Es una cosa medio abstracta, medio de empatía concreta... medio de admiración inconmensurable, medio de... en fin. No sé, Valerio, no sé.
Me tengo que ir, Valerio. Paloma tiene que irse a su cursito de Inglés para poder, por fin, presentar el TOEFL y comenzar el largo proceso de tratarse de ir al extranjero a estudiar. Todavía tiene dudas. No sabe si cuando termine con Avicena y Alberto Magno, decida seguir en el siglo XIII, o agarre con el interesantísimo Nemesio de Emesa: con una pata en la Antigüedad y el griego y con otra pata en el siglo XIII y el latín. Claro: si sobrevive a Alberto Magno.
Sólo quería decirte que te quiero mucho aunque no pueda explicarte exactamente cómo; aunque sí de tal manera que no debes temer.
Y con confianza te escribo a tí, Valerio, porque eres un personaje de mi imaginación, y estás presente y recibes siempre mis palabras. Si viniera tu referente a leerme (a mí, Esponjita, que soy sólo un caudal de palabras), ya todo lo demás sería ganancia.

Te quiere y admira,

Esponjita

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