Entre el sábado en la noche y el domingo en la madrugada, un comando armado asesinó a 16 chavos de prepa en Ciudad Juárez, mientras que otro comando asesinó a 11 en tres discotecas en Torreón.
Con cierta razón, la Srta. Pelo considera que ya hemos tocado fondo, y se indigna terriblemete por la aparente indiferencia de la sociedad ante dichos acontecimientos. E igual que yo, creo que ella no daba crédito cuando, en la mañana, la noticia de primera plana era el estado de saludo de Cabañas, futbolista paraguayo que jugaba hasta hace algunos días en el América a quién le dispararon en la cabeza en un Bar, e, incluso en la Jornada, la noticia de los niños de Ciudad Juárez no ocupaba las 8 columnas que todos esperábamos.
Y no entiendo qué pasa.
Estuve a punto de ir a decirle a la Srta. Pelo que la culpa de lo de Juárez no la tienen los motorolos inconcientes que se motean felices, que por estuidar comunicación no entiende un pito (ok, lo admito, lo hice: soy una anónima mala). Pero después de pucharle en "send" me dí cuenta de que yo no entiendo un pito tampoco. Y que sé que todos están terriblemente indignados (no en balde, aun con los periódicos tratando de hacer de interés internacional el intento de asesinato de un futbolista, que en un país normal debío ser las ocho columnas, la noticia al fin subió hasta los titulares). Tanto así, que el Senado reaccionó (aunque no sirva mucho) y hasta el Calderón se echó las mismas palabras estúpidas que siempre se echa cuando pasa algo de proporciones alarmantes.
Sin embargo, aunque lo del domingo rayó en lo más hondo de la indignación, las cosas en Juárez llevan mucho rato insoportables. No sólo son las mujeres de Juárez, casi quince años de horror e impunidad. No sólo es una ciudad secuestrada a michas entre el crimen y a michas entre uno estúpido ejército que lo único que aprendió en los últimos ochenta años fue a ensañarse con la población civil (sabe matar guerrilleros, sabe golpear manifestantes, sabe violar mujeres, pero es incapaz de detener sicarios). Tampoco son los primeros estudiantes muertos: ya muchos universitarios, incluidos profesores y muchachos, han sido levantados y asesinados por la negativa de la universidad a pagar por "protección". Tampoco lo que les pasó a la comunidad Mormona de los Hermanos Lebarón. Tampoco la soltura con que se dispara contra camiones llenos de pasajeros para obligar a los choferes a pagar "rescate".
Lo que pasa en Juárez, desde hace mucho, debió levantar a lo más alto nuestra indignación.
Y no dudo que la gente esté indignada. Pero no tiene la más peregrina idea de qué hacer. El enemigo no es, como lo fue muchísimos años, el gobierno gandalla y opresor. El gobierno mismo es parte de los impotentes que no pueden hacer nada. Y nosotros, acá, no sabemos qué hacer.
Pelo tiene razón al indignarse: el Distrito Federal debería estar cuajado de marchas exigiéndole al gobierno que haga algo, algo más inteligente de lo que ha hecho. ¡Qué se yo!: que le ponga un hasta aquí a los gringos para que dejen, definitivamente de vender armas a los narcos. Que dejen de hacerse pendejos diciendo que las armas que usa el narcotráfico son chinas. O... o qué sé yo.
Ese es el problema de la impotencia, no saber qué hacer.
Algo que quizás no sea muy sabido, es que, cuando finalmente la corona española abandonó el recién creado Imperio Mexicano (que duró menos de dos años), los estados del norte quedaron abandonados a su suerte. Y es que tenían muy mala suerte: los apaches los traían cocidos. No pasaron ni veinte años cuando Estados Unidos aprovechó aquel abandono y se hizo de la mitad de nuestro territorio. O de su territorio, de la gente del norte, para ser precisos. Y así, abandonados, en el norte la gente se organizó y se armó hasta los dientes. Por eso, la Revolución Mexicana pudo sostenerse: en Chihuahua existía ya un ejército organizado y armado que fue capaz de sostener el movimiento de Villa. Y de nuevo, está pasando.
Yo no entiendo un pito de lo que pasa. Sé que la gente pasiva seguirá indignándose en tuiter y feisbuk y sus blogs, y de todas las indignaciones, ésa será la más inútil. Sé que mientras creamos que en el DF hay una burbuja mágica, no moveremos un dedo por la gente del resto del país (y nos pasará como en Farenheit 451: sin darnos cuenta, la guerra nos caerá encima y nos tomará desprevenidos). Pero no me imagino cómo vaya a acabar esto, y si vaya a acabar.
El país se está desintegrando. Y yo me pregunto si quienes llegaron aquí huyendo de sus propias guerras, no se estarán comenzando a arrepentir.
Pero la vida sigue, y si hay una famosa foto donde unos palestinos celebran una boda cerca de los escombros de su casa, recién derribada por el ejército israelí, supongo que nosotros tendremos que seguir hasta que ya no haya para donde. Ojalá nos den tiempo.
Con cierta razón, la Srta. Pelo considera que ya hemos tocado fondo, y se indigna terriblemete por la aparente indiferencia de la sociedad ante dichos acontecimientos. E igual que yo, creo que ella no daba crédito cuando, en la mañana, la noticia de primera plana era el estado de saludo de Cabañas, futbolista paraguayo que jugaba hasta hace algunos días en el América a quién le dispararon en la cabeza en un Bar, e, incluso en la Jornada, la noticia de los niños de Ciudad Juárez no ocupaba las 8 columnas que todos esperábamos.
Y no entiendo qué pasa.
Estuve a punto de ir a decirle a la Srta. Pelo que la culpa de lo de Juárez no la tienen los motorolos inconcientes que se motean felices, que por estuidar comunicación no entiende un pito (ok, lo admito, lo hice: soy una anónima mala). Pero después de pucharle en "send" me dí cuenta de que yo no entiendo un pito tampoco. Y que sé que todos están terriblemente indignados (no en balde, aun con los periódicos tratando de hacer de interés internacional el intento de asesinato de un futbolista, que en un país normal debío ser las ocho columnas, la noticia al fin subió hasta los titulares). Tanto así, que el Senado reaccionó (aunque no sirva mucho) y hasta el Calderón se echó las mismas palabras estúpidas que siempre se echa cuando pasa algo de proporciones alarmantes.
Sin embargo, aunque lo del domingo rayó en lo más hondo de la indignación, las cosas en Juárez llevan mucho rato insoportables. No sólo son las mujeres de Juárez, casi quince años de horror e impunidad. No sólo es una ciudad secuestrada a michas entre el crimen y a michas entre uno estúpido ejército que lo único que aprendió en los últimos ochenta años fue a ensañarse con la población civil (sabe matar guerrilleros, sabe golpear manifestantes, sabe violar mujeres, pero es incapaz de detener sicarios). Tampoco son los primeros estudiantes muertos: ya muchos universitarios, incluidos profesores y muchachos, han sido levantados y asesinados por la negativa de la universidad a pagar por "protección". Tampoco lo que les pasó a la comunidad Mormona de los Hermanos Lebarón. Tampoco la soltura con que se dispara contra camiones llenos de pasajeros para obligar a los choferes a pagar "rescate".
Lo que pasa en Juárez, desde hace mucho, debió levantar a lo más alto nuestra indignación.
Y no dudo que la gente esté indignada. Pero no tiene la más peregrina idea de qué hacer. El enemigo no es, como lo fue muchísimos años, el gobierno gandalla y opresor. El gobierno mismo es parte de los impotentes que no pueden hacer nada. Y nosotros, acá, no sabemos qué hacer.
Pelo tiene razón al indignarse: el Distrito Federal debería estar cuajado de marchas exigiéndole al gobierno que haga algo, algo más inteligente de lo que ha hecho. ¡Qué se yo!: que le ponga un hasta aquí a los gringos para que dejen, definitivamente de vender armas a los narcos. Que dejen de hacerse pendejos diciendo que las armas que usa el narcotráfico son chinas. O... o qué sé yo.
Ese es el problema de la impotencia, no saber qué hacer.
Algo que quizás no sea muy sabido, es que, cuando finalmente la corona española abandonó el recién creado Imperio Mexicano (que duró menos de dos años), los estados del norte quedaron abandonados a su suerte. Y es que tenían muy mala suerte: los apaches los traían cocidos. No pasaron ni veinte años cuando Estados Unidos aprovechó aquel abandono y se hizo de la mitad de nuestro territorio. O de su territorio, de la gente del norte, para ser precisos. Y así, abandonados, en el norte la gente se organizó y se armó hasta los dientes. Por eso, la Revolución Mexicana pudo sostenerse: en Chihuahua existía ya un ejército organizado y armado que fue capaz de sostener el movimiento de Villa. Y de nuevo, está pasando.
Yo no entiendo un pito de lo que pasa. Sé que la gente pasiva seguirá indignándose en tuiter y feisbuk y sus blogs, y de todas las indignaciones, ésa será la más inútil. Sé que mientras creamos que en el DF hay una burbuja mágica, no moveremos un dedo por la gente del resto del país (y nos pasará como en Farenheit 451: sin darnos cuenta, la guerra nos caerá encima y nos tomará desprevenidos). Pero no me imagino cómo vaya a acabar esto, y si vaya a acabar.
El país se está desintegrando. Y yo me pregunto si quienes llegaron aquí huyendo de sus propias guerras, no se estarán comenzando a arrepentir.
Pero la vida sigue, y si hay una famosa foto donde unos palestinos celebran una boda cerca de los escombros de su casa, recién derribada por el ejército israelí, supongo que nosotros tendremos que seguir hasta que ya no haya para donde. Ojalá nos den tiempo.
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