(nos acercamos peligrosamente a la entrada número 400... estén pendientes)
Fue un invierno rarísimo. Para empezar llegó tarde. Ya cuando todos habíamos perdido la esperanza de ver blanco al Iztaccíhuatl, ¡zaz! que el cielo se llena de nubes, la temperatura se va a suelo... y que nieva en todo México (bueno: en Mérida no. Ahí sólo caen cada 60 millones de años, un que otro meteorito).
No, no nevó en la ciudad de México. Pero el frío fue inusitado para los chilangos que llevábamos diez años sin ver a nuestras imponentes cumbres vestidas de blanco.
Y titiritábamos todos (y hube de servirme de mi cobija humana, mi arrejuntado y erudito marido, para no morir de frío... así fue que cuando se iba a dormir con su mamá, mi gata y yo no nos dábamos abasto con nuestros metabolismos para calentarnos).
Y luego la lluvia: todo el año pasado muertos de sed, muertos de calor, y ¡zaz! todo enero y buena parte de febrero lluvia y lluvia.
Y así me llegó a mí el invierno...
Primero la depresión. Luego ésta se fue y me llegó un cansansio inusitado.
Pero hoy, junto con el invierno, se fueron los ventarrones gélidos que me traían tirada.
Y me llegó la primavera.
En forma de collar y aretes, y sonrisas...
(y de otras maneras como suele llegar la primavera...)
Fue un invierno rarísimo. Para empezar llegó tarde. Ya cuando todos habíamos perdido la esperanza de ver blanco al Iztaccíhuatl, ¡zaz! que el cielo se llena de nubes, la temperatura se va a suelo... y que nieva en todo México (bueno: en Mérida no. Ahí sólo caen cada 60 millones de años, un que otro meteorito).
No, no nevó en la ciudad de México. Pero el frío fue inusitado para los chilangos que llevábamos diez años sin ver a nuestras imponentes cumbres vestidas de blanco.
Y titiritábamos todos (y hube de servirme de mi cobija humana, mi arrejuntado y erudito marido, para no morir de frío... así fue que cuando se iba a dormir con su mamá, mi gata y yo no nos dábamos abasto con nuestros metabolismos para calentarnos).
Y luego la lluvia: todo el año pasado muertos de sed, muertos de calor, y ¡zaz! todo enero y buena parte de febrero lluvia y lluvia.
Y así me llegó a mí el invierno...
Primero la depresión. Luego ésta se fue y me llegó un cansansio inusitado.
Pero hoy, junto con el invierno, se fueron los ventarrones gélidos que me traían tirada.
Y me llegó la primavera.
En forma de collar y aretes, y sonrisas...
(y de otras maneras como suele llegar la primavera...)
6 comentarios:
Hace mucho ya que no te leía. Hoy
me da un gusto enorme saber que te ha llegado la primavera.
Saludos.
Al
Pues qué bueno por tu primavera, a mí de plano no me laten los calores.
Al... ¿Al... qué?
Chelo... ¿cómo? el calor es más sabroso y salsoso que el frío...
Bueno... Al siempre puede ser Al... guien... y yo soy una sope que no da una. Gracias por venir Al.
Perdón por lo simplona... hoy amanecí fática... atardecí fática... y pos nomás no me puedo poner fáctica.
Y ya leí tu blog Chelo... el cafecito es una gran primavera. Pero a las Jacarandas no hay ningún Berlín que las supere.
Aprovecha la primavera para ponerte sandalias, collares y faldas... para eso se inventó la primavera
Sí, el morado jacarandoso supera todo. Lo importante, decía Volpi, "es que florezca", que florezcamos.
Al...hambra
soy lenta
gran regocijo de tenerla por acá
(qué quiere: existe otro al.. con el que sueño de vez en cuando, y tales pasiones obnubilan a esta esponja)
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