Vi mi nombre escrito en el libro del Destino
Este post se iba a llamar Cri-Crí (eso lo publico la semana que entra).
Hace una semana que lo escribí. Lo escribía durante momentos de honda angustia, cuando no sabía por dónde agarrar en el argumento. Lo escribí porque regalé un disco infantil (no a Cri-Crí), porque alguien me habló del argumento genial de una niña y porque me acordé de mi hermana Aurora, muy dada, a sus cuatro años, a ese tipo de argumentos. ¡Me acordé tanto de ella! ¡la extrañé tanto, maldita sea!
Luego en lo que me acordaba de todo casi pierdo la Mac con todo y capítulo y biblioteca... y la Mac, por supuesto. Y encima de todo, en medio de la quasi pérdida encontré un libro de un tipo que casi reproduce en un perdido capítulo de su tesis sobre Avicena el proyecto entero del mío. Me quedé helada... las críticas a Hasse eran las mismas (eso no es difícil... Hasse es fácil de atacar o laudar, según sea el caso)... lo que me incomodaba de Black él lo resolvió... era el mismo proyecto... un tal Jari Kaukua (me tardé muchas notas a pié en podérmelo aprender). Finalmente recuperé la Mac, entregué mi regalo a mis pequeñines destinatarios (que no conzco en persona... he ahí los misterios de la intencionalidad).
Y entonces supuse que todo aquél periplo que terminó en Jari Kaukua (el finlandés) y mi regalo había sido provisto... por una fuerza providente. Y como ese día llovió y llovió, y mi mamá y yo sabemos que Aurora es una Tlaloque, aquellas criaturas celestes que ayudan a Tláloc hacer llover, supuse que esa serie de distracciones habían sido provistas por ella para mi. Y me sentí cuidada.
Pero yo no sabía que aún no terminaba el periplo.
Escribí aquél texto de Cri-Crí (iba a regalar una Opera Omnia de Crí-Crí... pero supuse que a) seguro mis destinatarios ya lo conocían. Así que preferí buscar algo un poco más raro pero igual de bonito. Y b) no podía andar regalando una canción donde hablan de brujas debajo de la cama, cuando el argumento genial tenía que ver con el temor que provocan los ya sabidos inexistentes monstruos. Amparo Ochoa tiene una canción de protesta contra tales criaturas intencionales. Y mientras escribía aquello, y trataba de terminar el capítulo, caí en la cuenta de que SIGO SIN ENTENDER UN PITO QUÉ REQUETECONTRACHINGADOS es la intencionalidad. Pero a Avicena sí le estoy entendiendo (o por lo menos le entendí lo mismo que Jari Kaukua... y si su sinodal fue Peter Adamson... no debo andar tan perdida)...
Y entre tanto, se me acumuló toda la angustia de mis faltas al seminario demiúrgico... y además de las faltas, mi griego cada vez de mal en peor... y faltas en todo sentido, porque nomás iba a oír como otros traducían... como OTRA traducía. Y sentí un chingo de vergüenza, porque yo misma pensaba antes (en los gloriosos tiempos de Ely y Zinnia) ¡pero qué bola de webones son todos! ¿qué les cuesta traducir y pensar las cosas un día antes? ¿cuánto tiempo les puede quitar? ¿si no les gusta para qué vienen? Y hube de tragarme una por una mis palabras, como si fueran espinas... porque yo ya no daba el ancho, ya no tenía energías el martes para traducir... y el esfuerzo de Fede me daba una vergüenza infinita... yo era como aquellos que veía de arriba a abajo por no traducir, por no pensar, por no hablar... pero seguía yendo... hasta que dejé de ir.
Y entre que pasaba todo eso, pasó el famoso apaleo... Y a cada paso que avanzaba en el capítulo dos terrores me sobrecogían: de pronto ya no le entendía a Black... y ya no sabía si darle o no la razón pero ¿cómo hacer tal cosa si todavía no le entendía a Avicena? y de nuevo a Hasse, y de nuevo a Black, y de nuevo al texto, y de nuevo a recién descubierto Jari, y de nuevo a ver si Caston, Searle o Sorabji me aclaraban un poco el asunto. Y cada vez Alberto más lejos y más lejos. Y yo quería meter un pedazo de Juán Filopón y otro de Nemesio de Emesa... y mi garganta hizo ¡glup!: en vez de irte al siglo XIII regresas peligrósamente a los siglos IV a VI... ¿alguna disposición natural?...
El calendario sigue su curso, Metafísica Z llegó en mala hora, pero llegó: ahora De Anima tiene otro sentido. Avicena lo leyó 14 veces antes de entenderle... yo a penas consigo hacerlo, con medio cerebro, con mucho Avicena entre nariz y nariz... ¿y Alberto? ¿Dónde queda Alberto?
Entonces barajé una terrible propuesta: ¿y si me quedo a hacer el Doctorado aquí... para hacer la parte de Alberto? ¿y si dejamos la maestría en Avicena + Traducción?
Entonces recordé cómo veía yo de arriba a abajo a todos aquellos que entraron con grandes proyectos y terminaron haciendo traducciones. Y recordé cómo la primera vez que ví a Demiurgo le dije sin duda alguna: ¡no traducción! ¡tesis! y entonces recuerdo todo el maldito drama para irme con le lobo a hacer una tesis sobre la intencionalidad en el siglo XIII ¿y el jodido siglo XIII? ¿Debí decir Aureoli, Olivi, exigir mi deseo de hacer a Ockam? ¿por qué creí que Alberto era buena idea? ¿por qué creí que empezar con Avicena era buena idea? ¡¡¡¡¡¿¿Por qué creí que dejar el griego era una buena idea????!!!!!
Entonces hoy amaneció. Daniel dormía en el cuarto de a lado, y yo estaba terminando de fumar mi última cajetilla... (he fumado mucho). La gata exigió su derecho a subirse al dintel de la ventana y se quedó, callada y quieta mirando a la ventana de enfrente. Entonces una energía de quién sabe donde me salió.
Terminaré la tesis de Alberto Magno, aunque me coma el siguiente semestre. Ya la PROVIDENCIA proveerá. Con calma, paso a paso. Y comenzaremos con Searle (pues esa fue la órden, dada a modo de sugerencia muy sugerente, del Lobito). Luego seguirá Brentano: el bache formativo tiene que empezarse a tapar. Terminaremos con Avicena y cuando de París regrese aquél, le tendré POR FIN el capítulo uno. Y empezaremos el dos, ya sea Alberto, ya sea la obligada escala por Averroes... con calma...
Salí por fin... llegué a clase y alguna providencia me colocó junto a mi amado Valerio. Y sentí en lo hondo la necesidad de decirle muchas cosas. Y mucho coraje por no poder vencer la maldita barrera que me aleja de él. Y el me dió hermosa noticia. Si supiera...
Y las energías me acompañaron todo el día... y hasta hice amigos nuevos... y comí con el Danilo... y he ahí la segunda decisión: pos juites tú el que la providencia puso en mi camino, y pos te he de cuidar. Y me tragaré todo lo que tenga que tragarme, y tan caro cuanto me salga me lo tragaré. Heme aquí contigo, y aunque sea unilateralmente, me caso contigo y pos me casé unilateralmente, o sea, sin que él se case conmigo (y por eso hoy no me quedé a esperar al imposible e inaccesible Valerio...)
Y luego, en tercer lugar, en la tarde, aunque fuera de manera simbólica, me volvió el espíritu pneumático al cuerpo y en el seminario logré participar (y creo que se me pasó la mano con F... pero yo no tuve la culpa, fue el tarado de E. y su chistesito... a ver si no me quedo sin amiga... resbalosa... he dicho mi crapulencia... ¡y qué y qué y que!...)
Y luego finalmente llegó a mis manos el libro del destino, y vi en sus páginas escrito mi nombre.
y recuperé totalmente la fe.
(aunque no me hubiera enamorado como lo hice, Valerio, te hubiera querido un chingo, igual que te quiero, porque me devolviste la fe, y pusiste en mi mollera de barro la chispa del Eón)
Hace una semana que lo escribí. Lo escribía durante momentos de honda angustia, cuando no sabía por dónde agarrar en el argumento. Lo escribí porque regalé un disco infantil (no a Cri-Crí), porque alguien me habló del argumento genial de una niña y porque me acordé de mi hermana Aurora, muy dada, a sus cuatro años, a ese tipo de argumentos. ¡Me acordé tanto de ella! ¡la extrañé tanto, maldita sea!
Luego en lo que me acordaba de todo casi pierdo la Mac con todo y capítulo y biblioteca... y la Mac, por supuesto. Y encima de todo, en medio de la quasi pérdida encontré un libro de un tipo que casi reproduce en un perdido capítulo de su tesis sobre Avicena el proyecto entero del mío. Me quedé helada... las críticas a Hasse eran las mismas (eso no es difícil... Hasse es fácil de atacar o laudar, según sea el caso)... lo que me incomodaba de Black él lo resolvió... era el mismo proyecto... un tal Jari Kaukua (me tardé muchas notas a pié en podérmelo aprender). Finalmente recuperé la Mac, entregué mi regalo a mis pequeñines destinatarios (que no conzco en persona... he ahí los misterios de la intencionalidad).
Y entonces supuse que todo aquél periplo que terminó en Jari Kaukua (el finlandés) y mi regalo había sido provisto... por una fuerza providente. Y como ese día llovió y llovió, y mi mamá y yo sabemos que Aurora es una Tlaloque, aquellas criaturas celestes que ayudan a Tláloc hacer llover, supuse que esa serie de distracciones habían sido provistas por ella para mi. Y me sentí cuidada.
Pero yo no sabía que aún no terminaba el periplo.
Escribí aquél texto de Cri-Crí (iba a regalar una Opera Omnia de Crí-Crí... pero supuse que a) seguro mis destinatarios ya lo conocían. Así que preferí buscar algo un poco más raro pero igual de bonito. Y b) no podía andar regalando una canción donde hablan de brujas debajo de la cama, cuando el argumento genial tenía que ver con el temor que provocan los ya sabidos inexistentes monstruos. Amparo Ochoa tiene una canción de protesta contra tales criaturas intencionales. Y mientras escribía aquello, y trataba de terminar el capítulo, caí en la cuenta de que SIGO SIN ENTENDER UN PITO QUÉ REQUETECONTRACHINGADOS es la intencionalidad. Pero a Avicena sí le estoy entendiendo (o por lo menos le entendí lo mismo que Jari Kaukua... y si su sinodal fue Peter Adamson... no debo andar tan perdida)...
Y entre tanto, se me acumuló toda la angustia de mis faltas al seminario demiúrgico... y además de las faltas, mi griego cada vez de mal en peor... y faltas en todo sentido, porque nomás iba a oír como otros traducían... como OTRA traducía. Y sentí un chingo de vergüenza, porque yo misma pensaba antes (en los gloriosos tiempos de Ely y Zinnia) ¡pero qué bola de webones son todos! ¿qué les cuesta traducir y pensar las cosas un día antes? ¿cuánto tiempo les puede quitar? ¿si no les gusta para qué vienen? Y hube de tragarme una por una mis palabras, como si fueran espinas... porque yo ya no daba el ancho, ya no tenía energías el martes para traducir... y el esfuerzo de Fede me daba una vergüenza infinita... yo era como aquellos que veía de arriba a abajo por no traducir, por no pensar, por no hablar... pero seguía yendo... hasta que dejé de ir.
Y entre que pasaba todo eso, pasó el famoso apaleo... Y a cada paso que avanzaba en el capítulo dos terrores me sobrecogían: de pronto ya no le entendía a Black... y ya no sabía si darle o no la razón pero ¿cómo hacer tal cosa si todavía no le entendía a Avicena? y de nuevo a Hasse, y de nuevo a Black, y de nuevo al texto, y de nuevo a recién descubierto Jari, y de nuevo a ver si Caston, Searle o Sorabji me aclaraban un poco el asunto. Y cada vez Alberto más lejos y más lejos. Y yo quería meter un pedazo de Juán Filopón y otro de Nemesio de Emesa... y mi garganta hizo ¡glup!: en vez de irte al siglo XIII regresas peligrósamente a los siglos IV a VI... ¿alguna disposición natural?...
El calendario sigue su curso, Metafísica Z llegó en mala hora, pero llegó: ahora De Anima tiene otro sentido. Avicena lo leyó 14 veces antes de entenderle... yo a penas consigo hacerlo, con medio cerebro, con mucho Avicena entre nariz y nariz... ¿y Alberto? ¿Dónde queda Alberto?
Entonces barajé una terrible propuesta: ¿y si me quedo a hacer el Doctorado aquí... para hacer la parte de Alberto? ¿y si dejamos la maestría en Avicena + Traducción?
Entonces recordé cómo veía yo de arriba a abajo a todos aquellos que entraron con grandes proyectos y terminaron haciendo traducciones. Y recordé cómo la primera vez que ví a Demiurgo le dije sin duda alguna: ¡no traducción! ¡tesis! y entonces recuerdo todo el maldito drama para irme con le lobo a hacer una tesis sobre la intencionalidad en el siglo XIII ¿y el jodido siglo XIII? ¿Debí decir Aureoli, Olivi, exigir mi deseo de hacer a Ockam? ¿por qué creí que Alberto era buena idea? ¿por qué creí que empezar con Avicena era buena idea? ¡¡¡¡¡¿¿Por qué creí que dejar el griego era una buena idea????!!!!!
Entonces hoy amaneció. Daniel dormía en el cuarto de a lado, y yo estaba terminando de fumar mi última cajetilla... (he fumado mucho). La gata exigió su derecho a subirse al dintel de la ventana y se quedó, callada y quieta mirando a la ventana de enfrente. Entonces una energía de quién sabe donde me salió.
Terminaré la tesis de Alberto Magno, aunque me coma el siguiente semestre. Ya la PROVIDENCIA proveerá. Con calma, paso a paso. Y comenzaremos con Searle (pues esa fue la órden, dada a modo de sugerencia muy sugerente, del Lobito). Luego seguirá Brentano: el bache formativo tiene que empezarse a tapar. Terminaremos con Avicena y cuando de París regrese aquél, le tendré POR FIN el capítulo uno. Y empezaremos el dos, ya sea Alberto, ya sea la obligada escala por Averroes... con calma...
Salí por fin... llegué a clase y alguna providencia me colocó junto a mi amado Valerio. Y sentí en lo hondo la necesidad de decirle muchas cosas. Y mucho coraje por no poder vencer la maldita barrera que me aleja de él. Y el me dió hermosa noticia. Si supiera...
Y las energías me acompañaron todo el día... y hasta hice amigos nuevos... y comí con el Danilo... y he ahí la segunda decisión: pos juites tú el que la providencia puso en mi camino, y pos te he de cuidar. Y me tragaré todo lo que tenga que tragarme, y tan caro cuanto me salga me lo tragaré. Heme aquí contigo, y aunque sea unilateralmente, me caso contigo y pos me casé unilateralmente, o sea, sin que él se case conmigo (y por eso hoy no me quedé a esperar al imposible e inaccesible Valerio...)
Y luego, en tercer lugar, en la tarde, aunque fuera de manera simbólica, me volvió el espíritu pneumático al cuerpo y en el seminario logré participar (y creo que se me pasó la mano con F... pero yo no tuve la culpa, fue el tarado de E. y su chistesito... a ver si no me quedo sin amiga... resbalosa... he dicho mi crapulencia... ¡y qué y qué y que!...)
Y luego finalmente llegó a mis manos el libro del destino, y vi en sus páginas escrito mi nombre.
y recuperé totalmente la fe.
(aunque no me hubiera enamorado como lo hice, Valerio, te hubiera querido un chingo, igual que te quiero, porque me devolviste la fe, y pusiste en mi mollera de barro la chispa del Eón)
La esponja que te va a extrañar un chingo...
1 comentario:
"pusiste en mi mollera de barro la chispa del Eón"...
:D:D
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