07 junio 2010
¿No les dije que esto de la tesis se está volviendo un cuento de hadas? No, todavía no he visto al hada. Pero, primero, hay una varita mágica: aquella con que la mente se relaciona con las cosas (la frase es de Perler, pero asegún él la tomó de Putnam… ¡hay ese Putnam! está como Heidegger, medio ígnaro de la historia, diciendo barbaridades, pero al final inspirando a todos los historiadores bien formados… en fin). Segundo: hay príncipes. Pero no me refiero nomás al prusiano del cuento pasado, sino ¡¡¡AL PRÍNCIPE DE PERSIA!!!! Sí, ¡ejem! logré bajar para el iPod la versión antiquísima y primerita que hubo del príncipe de Persia… sí, esa mera con la que jugábamos en la Mac de mi papá. Pero pos no me refiero al monito ese sino al mero mero Avicena. Pos era persa, dirán ustedes, pero ¿y lo de príncipe? Bueno, pos recordarán ustedes que hace algunos post (mucho ha llovido ya) les conté que andaba yo buscándo un artículo del Dr. House… no, digo, del Herr Doktor Hasse, y Miriam, solidaria, me mandó un artículo alojado en JSTOR. Y pos no trataba del asunto que me intersaba pero sí de mi personaje favorito. ¿El asunto? pues que por un error de traducción de pronto media Europa creyó que Avicena fue Rey. Y ello porque alguien dijo una vez que era el princeps medicorum: el primero entre los médicos. Pero pos parece ser que alguien entendió nomás que era Príncipe… o sea: el primerito de entre toditos: el rey. Y así lo dibujaron en algunas miniaturas: con todo y su coronita. Y hay un texto que prometí traducirles pero pos no he tenido tiempo. Es simpatiquísimo. Ahí cuenta cómo Avicena era el príncipe de Andalusía. Ya ven: andaban un poquitín perdidos… pero no sólo en el espacio sino también en el tiempo. Según éstos, Avicena era tan bueno y generoso e inteligente que en su gran mansión dejó que vivieran dos zarrapastrosos: Averroes y Al Farabí. Y Averroes, todo envidioso, convenció a los demás habitantes de la casa para envenenar al príncipe. Bueno: aquello, dice Hasse, en cierto modo es alegoría de lo que pasó: en occidente finalmente Averroes venció a Avicena. Eso sí, en oriente no. Y poco después, Avicena volvió con enorme fuerza. ¿Cómo fue que el malvado Averroes envenenó al hermoso, guapísimo y neoplatoniquísimo Príncipe de Persia? Pronto lo averiguaremos… en EL SEGUNDO CAPÍTULO DE LA TESIS: el concepto de intentio en Averroes… estén pendientes…………………… (este será breve… lo prometo… para que pronto lleguemos al FINALE ALLEGRO MA NON TROPPO: Alberto Magno y sus reborujaciones con tantos conceptos intentionicos) La esponja concluyendo y corrigiendo el capítulo uno (que manda afectuosos saludos a su héroe principesco: el Lobito de la larga paciencia) PD: sí… también falta la bruja mala del cuento.
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