
Aurora tocaba el violoncello. Cuando se enteró de que Carlos Prieto compraba boleto de avión también para el instrumento, Yoya bautizó al suyo como Cello Rubio, para cuando fuera menester comprar dicho boleto.
El día que ella hizo el examen a la Escuela Superior de Música lo iba a hacer yo también. Era mi quinto intento por entrar a una escuela de música, y era la primera vez de Aurora. Ella conservó consigo sus papeles, pero la bruta de mi se los dí a Miguel y el pobre, ya no recuerdo por qué, no llegó antes de que cerraran las inscripciones. Total que no hice el examen.
Yo ya lo había hecho cuatro veces, sólo que para entrar a guitarra... la quinta vez lo iba a intentar en 'clarinete'. Aurora hubiera querido entrar a piano, pero a los 14 años uno ya es un anciano para esas cosas. Así que al preguntarle a qué instrumento se iba a inscribir, eligió Violoncello, porque a mi mamá le gustaba su voz azul. Y en el primer intento quedó.
Así que lo primero fue comprar un Cello. Lo segundo arreglarlo. Lo tercero escuchar todas las mañanas la sonata 40 de Bach (la cancioncita de APAC, le decía yo a Yoya... ¿recuerdan el comercial?).
Admito que escucharla ensayar las primeras veces era espantoso... pero después se volvió sumamente agradable.
Ella siempre se levantaba tempranísimo los fines de semana (Géminis, al fin). Procuraba hacerlo antes que yo (cosa en absoluto difícil) porque la que se levantaba primero elegía qué parte de quehacer hacer. Mi pereza era recompensada con las labores más asquerosas: lavar los trastes de la semana, tirar la basura y demás actividades que involucraran un olfato resistente.
Luego ensayaba el cello y después salía de paseo con sus amigas, a veces al gimnasio, y cerca de Navidad solía ir a la Lagunilla a comprar montones de regalitos para todos. A mi me tocaron un par de calcetines (ya no me acuerdo qué dibujo traían pero me gustaron mucho) y unas bolitas para el cabello con las Chicas Superpoderosas.
Luego se iba a dormir temprano (Aurora, al fin: en mi familia existe el mito de que las llamadas Aurora -que son muchas, casi como los José Arcadios y los Aurelianos de Cien Años de Soledad- se levantan y se acuestan con el Sol. Yo, al contrario, despertaba con el Sol muy arriba y me acostaba con la Luna muy alta). Entonces, cuando éramos más niñas, yo le rogaba que no se fuera a dormir porque yo quería seguir jugando... siempre me quedé y me he quedado con ganas de seguir jugando, pero ella siempre se ha ido demasiado pronto...
Tenía una vaca de goma. Yo la amenazaba con hacer filetes de vaca-de-hule, y comeríamos arracheras de hule y bifes de hule. Ella, en respuesta, bautizó a mi conejo Mixiote. Bueno: el caso es que la vaca en realidad era una pelota de goma que servía para fortalecer sus delgadísimos deditos para que tocara el Cello. Y es que sus deditos eran finísimos: nos costaba trabajo encontrar anillitos para ellos. Extraño sus manitas y sus hombros finitos a los que yo les podía dar casi dos vueltas.
Tenía un gran lunar en la espalda. En la prepa tuvo el proyecto de tatuarse un marco al rededor del lunar, pero jamás nos atrevimos a buscar tatuador.
Nunca fui a sus conciertos. Siempre creí que habría un después para poder escucharla. Han pasado muchos años y aún me resisto a buscar algún video donde ella toque el cello. Menos tiempo me costó volver a escuchar la música de Cello, aunque todavía me cuesta escuchar a la heroína Jaqueline du Pré.
****
Hace poco conocí a una mujer con voz azul de Violoncello, como dice la canción de Roberto Darvin (Marina). La voz profunda y grave, pero femenina. Me impactó mucho su porte y su elegancia. Por razones que no vienen al caso explicar aquí, teníamos mucha curiosidad de conocerla (una amiga y yo), y nos sorprendió mucho saber que era así, como es, y no como nos la imaginamos hasta el agotamiento.
Pocos días después de conocerla, me la encontré sin querer y me tardé mucho rato en reconocerla (digamos 20 segundos, pero muchos tomando en cuenta que eso fue lo que duró el saludo y la despedida, además de que me la acababan de presentar... ¡a ella! ¡justo a ella que hace tanto tiempo queríamos conocer!). Ella me saludó muy cariñosa y yo pues... también (¿qué podía hacer?)... y cuando me cayó el veinte de quién era (oígase aquí el Ough! de Homero Simpson) ya era demasiado tarde...
Poquito después soñé con el causante de mi enorme curiosidad por conocerla. Fue un sueño lindo, de esos que, al despertar, uno extraña dolorosa e inmediatamente. Y es que fue un sueño muy lleno de aventuras y de emociones. Al final del sueño, me encontré a Aurora. Y entonces ardía yo en contarle mis aventuras y todas las angustias que provocaba en mi el sueño. Y ella quería escucharme, pero me dijo que no podía oírlo todo porque tenía que regresar a cuidar a las Pléyades... las estrellas Pléyades... y entonces desperté.
esponjita, la hermana de la celeste guardián de las Pléyades
El día que ella hizo el examen a la Escuela Superior de Música lo iba a hacer yo también. Era mi quinto intento por entrar a una escuela de música, y era la primera vez de Aurora. Ella conservó consigo sus papeles, pero la bruta de mi se los dí a Miguel y el pobre, ya no recuerdo por qué, no llegó antes de que cerraran las inscripciones. Total que no hice el examen.
Yo ya lo había hecho cuatro veces, sólo que para entrar a guitarra... la quinta vez lo iba a intentar en 'clarinete'. Aurora hubiera querido entrar a piano, pero a los 14 años uno ya es un anciano para esas cosas. Así que al preguntarle a qué instrumento se iba a inscribir, eligió Violoncello, porque a mi mamá le gustaba su voz azul. Y en el primer intento quedó.
Así que lo primero fue comprar un Cello. Lo segundo arreglarlo. Lo tercero escuchar todas las mañanas la sonata 40 de Bach (la cancioncita de APAC, le decía yo a Yoya... ¿recuerdan el comercial?).
Admito que escucharla ensayar las primeras veces era espantoso... pero después se volvió sumamente agradable.
Ella siempre se levantaba tempranísimo los fines de semana (Géminis, al fin). Procuraba hacerlo antes que yo (cosa en absoluto difícil) porque la que se levantaba primero elegía qué parte de quehacer hacer. Mi pereza era recompensada con las labores más asquerosas: lavar los trastes de la semana, tirar la basura y demás actividades que involucraran un olfato resistente.
Luego ensayaba el cello y después salía de paseo con sus amigas, a veces al gimnasio, y cerca de Navidad solía ir a la Lagunilla a comprar montones de regalitos para todos. A mi me tocaron un par de calcetines (ya no me acuerdo qué dibujo traían pero me gustaron mucho) y unas bolitas para el cabello con las Chicas Superpoderosas.
Luego se iba a dormir temprano (Aurora, al fin: en mi familia existe el mito de que las llamadas Aurora -que son muchas, casi como los José Arcadios y los Aurelianos de Cien Años de Soledad- se levantan y se acuestan con el Sol. Yo, al contrario, despertaba con el Sol muy arriba y me acostaba con la Luna muy alta). Entonces, cuando éramos más niñas, yo le rogaba que no se fuera a dormir porque yo quería seguir jugando... siempre me quedé y me he quedado con ganas de seguir jugando, pero ella siempre se ha ido demasiado pronto...
Tenía una vaca de goma. Yo la amenazaba con hacer filetes de vaca-de-hule, y comeríamos arracheras de hule y bifes de hule. Ella, en respuesta, bautizó a mi conejo Mixiote. Bueno: el caso es que la vaca en realidad era una pelota de goma que servía para fortalecer sus delgadísimos deditos para que tocara el Cello. Y es que sus deditos eran finísimos: nos costaba trabajo encontrar anillitos para ellos. Extraño sus manitas y sus hombros finitos a los que yo les podía dar casi dos vueltas.
Tenía un gran lunar en la espalda. En la prepa tuvo el proyecto de tatuarse un marco al rededor del lunar, pero jamás nos atrevimos a buscar tatuador.
Nunca fui a sus conciertos. Siempre creí que habría un después para poder escucharla. Han pasado muchos años y aún me resisto a buscar algún video donde ella toque el cello. Menos tiempo me costó volver a escuchar la música de Cello, aunque todavía me cuesta escuchar a la heroína Jaqueline du Pré.
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Hace poco conocí a una mujer con voz azul de Violoncello, como dice la canción de Roberto Darvin (Marina). La voz profunda y grave, pero femenina. Me impactó mucho su porte y su elegancia. Por razones que no vienen al caso explicar aquí, teníamos mucha curiosidad de conocerla (una amiga y yo), y nos sorprendió mucho saber que era así, como es, y no como nos la imaginamos hasta el agotamiento.
Pocos días después de conocerla, me la encontré sin querer y me tardé mucho rato en reconocerla (digamos 20 segundos, pero muchos tomando en cuenta que eso fue lo que duró el saludo y la despedida, además de que me la acababan de presentar... ¡a ella! ¡justo a ella que hace tanto tiempo queríamos conocer!). Ella me saludó muy cariñosa y yo pues... también (¿qué podía hacer?)... y cuando me cayó el veinte de quién era (oígase aquí el Ough! de Homero Simpson) ya era demasiado tarde...
Poquito después soñé con el causante de mi enorme curiosidad por conocerla. Fue un sueño lindo, de esos que, al despertar, uno extraña dolorosa e inmediatamente. Y es que fue un sueño muy lleno de aventuras y de emociones. Al final del sueño, me encontré a Aurora. Y entonces ardía yo en contarle mis aventuras y todas las angustias que provocaba en mi el sueño. Y ella quería escucharme, pero me dijo que no podía oírlo todo porque tenía que regresar a cuidar a las Pléyades... las estrellas Pléyades... y entonces desperté.
esponjita, la hermana de la celeste guardián de las Pléyades
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