Hay dos cosas que me cruzan el cerebro.
La pérdida de una relación de ocho años y el estancamiento en mi tesis de maestría.
Evidentemente no consigo superar ninguna de las dos.
Ha habido algunos avances.
Al que fuera el hombre de mi vida lo veo cada vez más lejano. La última vez que lo escuché hablar me pareció tan lejano como aquellas primeras veces. Me sorprendió escuchar su voz como antes de ser novios o quizás como en los primeros tiempos. Logro controlar mucho mejor mis emociones y recuperarme con mayor prontitud de los golpes emocionales que sus encuentros me provocan.
Quizás el precio de esa aparente ataraxia haya sido poner en ataraxia todo lo demás. Con gran dificultad consigo llevar a cabo un mínimo de actividades obligatorias. Y quizás todo es simplemente una anulación general de mis emociones. Ello es malo: sobre todo para la tesis.
Sin embargo, ha habido mínimos avances.
Logré dibujar una hipótesis en la tesis. Menos que dibujarla quizás: tan solo esbozarla. Ahí está ella. Unos cuantos párrafos de Nuchelmans parecieron darme confianza... pero luego pensé en la necesidad de buscar en el mismo Alberto la respuesta a mis preguntas. ¿El perihermeneias es lo que debería buscar ahora? ¿ver cuáles son los poseedores de la verdad según Alberto?
Ahí tengo el pdf. Hace tiempo lo extraje del archivo completo porque desde hace mucho creí que por ahí habría una respuesta. Lo extraje y luego apliqué el mentado OCR. Funcionó: el término intentio aparece muy pocas veces. Pero ahora de lo que se trataba era de buscar el asunto este de los complexa, y bueno, ello simplemente exigía la lectura del texto.
Ocho horas frente al texto. Leo un párrafo.
¿Qué me pasa?
Algo traigo atravesado pero no sé qué. Algún pavor me despierta darme cuenta de que todavía no leo el latín con tanta fluidez. O de que sé mucho menos de lo que creo saber. O que entiendo muy poco. No sé.
No sé. Los martes se me ha ocurrido la gran idea de platicar con Xesira. Esta última vez todo termina casi en una hipotermia derivada de la falta de previsión sobre el clima... falso: estuve a punto de llevarme la chamarra pero a la hora de la hora me dio pereza cargarla. Resultado: estuve a punto de congelarme.
Hablé de todo lo bueno de Daniel. De que en el fondo no lo acepté como era. De que finalmente fue honesto y se fue a probar suerte. De que quizás le salió mal, pero al final le salió bien porque tiene novia, porque es feliz, porque se está recuperando.
Lo malo es que de pronto me acordé de cuando la relación funcionaba. De cuando nos creíamos indestructibles e invencibles. Y también me acordé de lo mal que estaba yo cuando lo conocí. De lo mal que la estaba pasando entonces. Mi hermana acababa de morir, yo no encontraba ningún placer de hallarme en Filosofía (ambos eventos distintos y sin relación). Y acababa de perder a mi primer novio de quien todavía estaba muy enamorada (y quien también, muy pronto, encontró quién le curara las penas del corazón).
De nuevo es jueves. De nuevo pasé todo el miércoles dormida. De nuevo pasé horas frente a la pantalla sin poder avanzar ni una línea. De nuevo caí en la tentación y fui a ver el Twitter prohibido. De nuevo un golpe emocional. De nuevo...
Ahí están los textos que debo leer. Pero se me ocurrió buscar más y, obviamente, aparecieron más. De nuevo leí tres páginas de uno, un artículo de otro, un pedazo en latín de aquel otro.
Me siento un poco como aquellos tiempos justo antes de hacerme novia de Daniel. Sólo que ahora no se murió nadie, sino que el "duelo" es por un evento: la pérdida de mi pareja. Y sólo que ahora no estoy sola en mis caminos filosóficos, sino que tengo por lo menos un gran guía y un proyecto en curso. Y también es diferente el que ahora tengo el apoyo total de mis papás, que en aquél tiempo de mi hermana estaban totalmente destruidos.
¿Por qué de nuevo me siento a la deriva entonces?
Cada vez que cargo a Qualia comprendo que ya han pasado muchos meses de lo de Daniel. Ahora mi gato está muy pesado, casi es un adulto y llegó acá cabiendo en la palma de mi mano. El tiempo ha pasado. Pero algo "acá" no se da cuenta. Algo se ha quedado tieso y no se percata de lo irremediable del paso del tiempo. Del sin retorno que todo significa.
La tesis me causa una gran angustia. No sé por qué si ya pasé la primera prueba: Avicena. No sé qué es lo que me impide continuar. No, no es lo de Daniel. O por lo menos deberían ser dos cosas separadas. No sé.
Desde le viernes en la madrugada no he hecho otra cosa que seguir segundo a segundo lo que pasa en Japón. Vi en vivo cómo el Tsunami devastaba todo. Luego de dos horas de ver la repetición de cómo el Tsunami arrasaba con los carritos que circulaban por la autopista pensé: bueno, ya, es hora de trabajar. Pero no lo hice. Otra hora... otra hora más... luego fui a la biblioteca por el libro de Nuchelmans (bendito sea el préstamo interbibliotecario). Comencé a leerlo, me sorprendió cuánto de los estoicos hay ahí. Leí la introducción... todo iba bien. Luego leí el artículo que viene en el otro libro de Nuchelmans. Encontré lo de Abelardo. Todo iba bien... lento pero bien... luego lo de Fukushima. De nuevo seguir como han ido explotando los reactores. Comprender cómo funciona una planta nuclear. Cómo toda la radiación que creían que se hallaba en las otras plantas nucleares en realidad estaba en la de Fukushima 1. Luego el androide Roy Batty... fotos y fotos... buscar la novela de las ovejas eléctricas. Luego... escuchar una y otra vez "like tear in rain"... comprar la pista... oírla una y otra vez... abrir los archivos... leer a Aristóteles en griego... volver a abrir los archivos... el De interpretatione... ver a Daniel: fijarme cómo se cortó el pelo, cómo otras manos lo han de estar despeinando. Cómo Xesira me dice que no cometa los mismos errores que ella. ¿Cómo decirle que lo que me da pánico es ser como ella? Otra vez es jueves. Otra vez pasé el miércoles dormida. Otra vez ir a ver a la psiquiatra y no saber qué decirle. Ahora sí me tomé los medicamentos.
Ahora sí me tomé los medicamentos. ¿Cómo decirle que eso no resuelve mi pavor con la tesis? Que no entiendo qué es lo que me da tanto pavor. Quizás sepultar a Daniel me hizo sepultarlo todo. O quizás darme cuenta de que él siempre estará a años luz de distancia de mi, que siempre me llevará ventaja en todo... en la filosofía, en la vida, en la capacidad de ser feliz. O envidiar a aquellos que ante el dolor de una parte de su vida logran encerrarse en el trabajo y encontrar felicidad en otra... en ¿su trabajo? ¿en sus tesis?
Perder la mínima disciplina de tender la cama... a penas la mínima para que los gatos no pasen hambre. De nuevo estoy abajo, sólo que ahora sin llantos y sin gritos. De nuevo estoy abajo... por lo menos entre los llantos y los gritos había mucha rabia y esa rabia me obligaba a trabajar.
Pero ahora pareciera como si todo me valiera madres. Sólo oigo una y otra vez la canción de "like tears in rain" y me la paso viendo cómo le va a Japón. Me siento tan Japón...
O quizás todos tuvieron razón siempre y Daniel era el fin de mi vida. Y sin Daniel todo vale madres. No soy nada.
Yo me he gritado una y otra vez que acabé haciendo filosofía medieval por razones que nada tenían que ver con Daniel. Yo encontré solita a Plotino gracias a una rara clase de Priani. Yo acabé en Agustín porque estaba leyendo a Lévinas. Yo me encontré muy agusto haciendo historia de la filosofía cuando conocí al Demiurgo y tomé sus clases sobre el De Caelo y sobre la mixtura en los estoicos. Yo comencé a enamorarme del anima medieval por el extraño accidente que fue la ponencia de Birondo y la clase del Lobito. En todo caso, fue por el Lobito (me grito una y otra vez). Por el accidente de encontrarme los objetos de Spleke en la clase de Casati y responde a una de sus preguntas con la historia del Lobo y la Oveja.
Yo era muy feliz en aquellos tiempos. Yo me sentía invencible. Tenía pareja, amaba lo que hacía, amaba a mis maestros que lo hacían. Tenía grandes amigos. Conocí a la maravillosa Elízabeth. ¿Quién puede ser más maravillosa que aquella tan sencilla que a cada paso me sorprende cada vez más?
Un poco me pasó con el Lobito lo que con Elízabeth. Nunca declaran todo lo que son. Así que uno los conoce cada vez mejor y se da cuenta de qué tan maravillosos son. Callan sus virtudes y luego uno los ve irradiarlas y queda maravillado.
*********
Supongo que estos momentos de oscuridad los vive todo mundo, aunque asumo que no todo mundo es tan quejumbroso como yo.
Y así como una vez pasé de pesar 80 kg a pesar 54, así debo de ver aquél renacimiento que tuve de sentirme nada a terminar la tesis de licenciatura y los créditos de la maestría de un solo golpe.
Pero me pasa lo mismo. ¿Cómo logré bajar en menos de un año 25 kg? no lo sé... no sé de dónde salió aquella fuerza de voluntad. Fue un renacimiento. Lo mismo ahora ¿cómo logré pasar de no ser nada y sentirme nada a tener un fugaz pero brillante paso por la maestría?
No sé. Estoy tratando de resolver el asunto.
Lo de Daniel pues tenía que pasar. El amor no es eterno y se acaba. Punto. Japón se levantó de la segunda guerra mundial y no hay razón para suponer que no lo podrá hacer de su crisis Tsunami-Nuclear. No hay razón para creer que no podré recuperarme de su partida.
¿Fue tan grave que me pidiera que nadie se enterara que éramos novios en Acatlán para poder flirtear con su alumna? ¿Fue tan grave justo cuando yo creí que nuestra relación iba viento en popa y que era indestructible?
¡Pues no! No se me ha muerto nadie. No he estado a punto de morirme. Y de la muerte de mi hermana y de mi casi deceso me recuperé. Y estoy yendo con la psiquiatra.
Lo grave, quizás, es mi atorón con la tesis. ¿Me servirá irme de viaje un rato? Quizás. ¿Y si me voy a Mérida? ¿Qué posibilidades hay de que el mundo se vuelva a acabar ahí? Ya cayó un meteorito hace 65 millones de años. Por probabilidades, si se acaba el mundo, ahí será el último lugar donde se acabe.
No sé.
No sé.
Por ahora todo se reduce a no sé.
*******
A unas horas de escribir esto, la salud se me devolvió un poquitín. (Y la salud se me devuelve en forma de decisiones).
1.- Ir a leer fuera de la casa. Sin internet.
2.- Hacer una cosa a la vez. ¿Nuchelmans? Ok, no pararemos de leer a Nuchelmas hasta acabar. Todos mis impulsos de leer cualquier otra cosa, los tendré que limitar. Hasta que termine el libro (de cabo a rabo) sigo con lo que siga.
3.- Fukushima una vez al día. Total: si hay desastre nuclear el iPod lo informará en alemán (no me pregunten por qué el único periódico que tienen globitos de anuncio está en alemán)
4.- Tender la cama.
Digo, no en ese orden. Je...
Salú.
La pérdida de una relación de ocho años y el estancamiento en mi tesis de maestría.
Evidentemente no consigo superar ninguna de las dos.
Ha habido algunos avances.
Al que fuera el hombre de mi vida lo veo cada vez más lejano. La última vez que lo escuché hablar me pareció tan lejano como aquellas primeras veces. Me sorprendió escuchar su voz como antes de ser novios o quizás como en los primeros tiempos. Logro controlar mucho mejor mis emociones y recuperarme con mayor prontitud de los golpes emocionales que sus encuentros me provocan.
Quizás el precio de esa aparente ataraxia haya sido poner en ataraxia todo lo demás. Con gran dificultad consigo llevar a cabo un mínimo de actividades obligatorias. Y quizás todo es simplemente una anulación general de mis emociones. Ello es malo: sobre todo para la tesis.
Sin embargo, ha habido mínimos avances.
Logré dibujar una hipótesis en la tesis. Menos que dibujarla quizás: tan solo esbozarla. Ahí está ella. Unos cuantos párrafos de Nuchelmans parecieron darme confianza... pero luego pensé en la necesidad de buscar en el mismo Alberto la respuesta a mis preguntas. ¿El perihermeneias es lo que debería buscar ahora? ¿ver cuáles son los poseedores de la verdad según Alberto?
Ahí tengo el pdf. Hace tiempo lo extraje del archivo completo porque desde hace mucho creí que por ahí habría una respuesta. Lo extraje y luego apliqué el mentado OCR. Funcionó: el término intentio aparece muy pocas veces. Pero ahora de lo que se trataba era de buscar el asunto este de los complexa, y bueno, ello simplemente exigía la lectura del texto.
Ocho horas frente al texto. Leo un párrafo.
¿Qué me pasa?
Algo traigo atravesado pero no sé qué. Algún pavor me despierta darme cuenta de que todavía no leo el latín con tanta fluidez. O de que sé mucho menos de lo que creo saber. O que entiendo muy poco. No sé.
No sé. Los martes se me ha ocurrido la gran idea de platicar con Xesira. Esta última vez todo termina casi en una hipotermia derivada de la falta de previsión sobre el clima... falso: estuve a punto de llevarme la chamarra pero a la hora de la hora me dio pereza cargarla. Resultado: estuve a punto de congelarme.
Hablé de todo lo bueno de Daniel. De que en el fondo no lo acepté como era. De que finalmente fue honesto y se fue a probar suerte. De que quizás le salió mal, pero al final le salió bien porque tiene novia, porque es feliz, porque se está recuperando.
Lo malo es que de pronto me acordé de cuando la relación funcionaba. De cuando nos creíamos indestructibles e invencibles. Y también me acordé de lo mal que estaba yo cuando lo conocí. De lo mal que la estaba pasando entonces. Mi hermana acababa de morir, yo no encontraba ningún placer de hallarme en Filosofía (ambos eventos distintos y sin relación). Y acababa de perder a mi primer novio de quien todavía estaba muy enamorada (y quien también, muy pronto, encontró quién le curara las penas del corazón).
De nuevo es jueves. De nuevo pasé todo el miércoles dormida. De nuevo pasé horas frente a la pantalla sin poder avanzar ni una línea. De nuevo caí en la tentación y fui a ver el Twitter prohibido. De nuevo un golpe emocional. De nuevo...
Ahí están los textos que debo leer. Pero se me ocurrió buscar más y, obviamente, aparecieron más. De nuevo leí tres páginas de uno, un artículo de otro, un pedazo en latín de aquel otro.
Me siento un poco como aquellos tiempos justo antes de hacerme novia de Daniel. Sólo que ahora no se murió nadie, sino que el "duelo" es por un evento: la pérdida de mi pareja. Y sólo que ahora no estoy sola en mis caminos filosóficos, sino que tengo por lo menos un gran guía y un proyecto en curso. Y también es diferente el que ahora tengo el apoyo total de mis papás, que en aquél tiempo de mi hermana estaban totalmente destruidos.
¿Por qué de nuevo me siento a la deriva entonces?
Cada vez que cargo a Qualia comprendo que ya han pasado muchos meses de lo de Daniel. Ahora mi gato está muy pesado, casi es un adulto y llegó acá cabiendo en la palma de mi mano. El tiempo ha pasado. Pero algo "acá" no se da cuenta. Algo se ha quedado tieso y no se percata de lo irremediable del paso del tiempo. Del sin retorno que todo significa.
La tesis me causa una gran angustia. No sé por qué si ya pasé la primera prueba: Avicena. No sé qué es lo que me impide continuar. No, no es lo de Daniel. O por lo menos deberían ser dos cosas separadas. No sé.
Desde le viernes en la madrugada no he hecho otra cosa que seguir segundo a segundo lo que pasa en Japón. Vi en vivo cómo el Tsunami devastaba todo. Luego de dos horas de ver la repetición de cómo el Tsunami arrasaba con los carritos que circulaban por la autopista pensé: bueno, ya, es hora de trabajar. Pero no lo hice. Otra hora... otra hora más... luego fui a la biblioteca por el libro de Nuchelmans (bendito sea el préstamo interbibliotecario). Comencé a leerlo, me sorprendió cuánto de los estoicos hay ahí. Leí la introducción... todo iba bien. Luego leí el artículo que viene en el otro libro de Nuchelmans. Encontré lo de Abelardo. Todo iba bien... lento pero bien... luego lo de Fukushima. De nuevo seguir como han ido explotando los reactores. Comprender cómo funciona una planta nuclear. Cómo toda la radiación que creían que se hallaba en las otras plantas nucleares en realidad estaba en la de Fukushima 1. Luego el androide Roy Batty... fotos y fotos... buscar la novela de las ovejas eléctricas. Luego... escuchar una y otra vez "like tear in rain"... comprar la pista... oírla una y otra vez... abrir los archivos... leer a Aristóteles en griego... volver a abrir los archivos... el De interpretatione... ver a Daniel: fijarme cómo se cortó el pelo, cómo otras manos lo han de estar despeinando. Cómo Xesira me dice que no cometa los mismos errores que ella. ¿Cómo decirle que lo que me da pánico es ser como ella? Otra vez es jueves. Otra vez pasé el miércoles dormida. Otra vez ir a ver a la psiquiatra y no saber qué decirle. Ahora sí me tomé los medicamentos.
Ahora sí me tomé los medicamentos. ¿Cómo decirle que eso no resuelve mi pavor con la tesis? Que no entiendo qué es lo que me da tanto pavor. Quizás sepultar a Daniel me hizo sepultarlo todo. O quizás darme cuenta de que él siempre estará a años luz de distancia de mi, que siempre me llevará ventaja en todo... en la filosofía, en la vida, en la capacidad de ser feliz. O envidiar a aquellos que ante el dolor de una parte de su vida logran encerrarse en el trabajo y encontrar felicidad en otra... en ¿su trabajo? ¿en sus tesis?
Perder la mínima disciplina de tender la cama... a penas la mínima para que los gatos no pasen hambre. De nuevo estoy abajo, sólo que ahora sin llantos y sin gritos. De nuevo estoy abajo... por lo menos entre los llantos y los gritos había mucha rabia y esa rabia me obligaba a trabajar.
Pero ahora pareciera como si todo me valiera madres. Sólo oigo una y otra vez la canción de "like tears in rain" y me la paso viendo cómo le va a Japón. Me siento tan Japón...
O quizás todos tuvieron razón siempre y Daniel era el fin de mi vida. Y sin Daniel todo vale madres. No soy nada.
Yo me he gritado una y otra vez que acabé haciendo filosofía medieval por razones que nada tenían que ver con Daniel. Yo encontré solita a Plotino gracias a una rara clase de Priani. Yo acabé en Agustín porque estaba leyendo a Lévinas. Yo me encontré muy agusto haciendo historia de la filosofía cuando conocí al Demiurgo y tomé sus clases sobre el De Caelo y sobre la mixtura en los estoicos. Yo comencé a enamorarme del anima medieval por el extraño accidente que fue la ponencia de Birondo y la clase del Lobito. En todo caso, fue por el Lobito (me grito una y otra vez). Por el accidente de encontrarme los objetos de Spleke en la clase de Casati y responde a una de sus preguntas con la historia del Lobo y la Oveja.
Yo era muy feliz en aquellos tiempos. Yo me sentía invencible. Tenía pareja, amaba lo que hacía, amaba a mis maestros que lo hacían. Tenía grandes amigos. Conocí a la maravillosa Elízabeth. ¿Quién puede ser más maravillosa que aquella tan sencilla que a cada paso me sorprende cada vez más?
Un poco me pasó con el Lobito lo que con Elízabeth. Nunca declaran todo lo que son. Así que uno los conoce cada vez mejor y se da cuenta de qué tan maravillosos son. Callan sus virtudes y luego uno los ve irradiarlas y queda maravillado.
*********
Supongo que estos momentos de oscuridad los vive todo mundo, aunque asumo que no todo mundo es tan quejumbroso como yo.
Y así como una vez pasé de pesar 80 kg a pesar 54, así debo de ver aquél renacimiento que tuve de sentirme nada a terminar la tesis de licenciatura y los créditos de la maestría de un solo golpe.
Pero me pasa lo mismo. ¿Cómo logré bajar en menos de un año 25 kg? no lo sé... no sé de dónde salió aquella fuerza de voluntad. Fue un renacimiento. Lo mismo ahora ¿cómo logré pasar de no ser nada y sentirme nada a tener un fugaz pero brillante paso por la maestría?
No sé. Estoy tratando de resolver el asunto.
Lo de Daniel pues tenía que pasar. El amor no es eterno y se acaba. Punto. Japón se levantó de la segunda guerra mundial y no hay razón para suponer que no lo podrá hacer de su crisis Tsunami-Nuclear. No hay razón para creer que no podré recuperarme de su partida.
¿Fue tan grave que me pidiera que nadie se enterara que éramos novios en Acatlán para poder flirtear con su alumna? ¿Fue tan grave justo cuando yo creí que nuestra relación iba viento en popa y que era indestructible?
¡Pues no! No se me ha muerto nadie. No he estado a punto de morirme. Y de la muerte de mi hermana y de mi casi deceso me recuperé. Y estoy yendo con la psiquiatra.
Lo grave, quizás, es mi atorón con la tesis. ¿Me servirá irme de viaje un rato? Quizás. ¿Y si me voy a Mérida? ¿Qué posibilidades hay de que el mundo se vuelva a acabar ahí? Ya cayó un meteorito hace 65 millones de años. Por probabilidades, si se acaba el mundo, ahí será el último lugar donde se acabe.
No sé.
No sé.
Por ahora todo se reduce a no sé.
*******
A unas horas de escribir esto, la salud se me devolvió un poquitín. (Y la salud se me devuelve en forma de decisiones).
1.- Ir a leer fuera de la casa. Sin internet.
2.- Hacer una cosa a la vez. ¿Nuchelmans? Ok, no pararemos de leer a Nuchelmas hasta acabar. Todos mis impulsos de leer cualquier otra cosa, los tendré que limitar. Hasta que termine el libro (de cabo a rabo) sigo con lo que siga.
3.- Fukushima una vez al día. Total: si hay desastre nuclear el iPod lo informará en alemán (no me pregunten por qué el único periódico que tienen globitos de anuncio está en alemán)
4.- Tender la cama.
Digo, no en ese orden. Je...
Salú.
1 comentario:
No sé, se me ocurre que la cotidianidad tiene más de aventura, emoción, zozobras varias, lugares ignotos y que aún sorprenden. Llenarse de eso, de lo de todos los días, a veces, aporta cierta tranquilidad, otras es preferible fluir hasta donde la corriente te conduzca, o hasta que las fuerzas regresen y digas basta, ahora conduzco yo, los olvidos, los reencuentros, las tareas por hacer, las lecturas, etc.
Un abrazo
Felicidad Batista
Publicar un comentario