02 agosto 2011

Naturalizar la intencionalidad en el siglo XIII

1.- No hagan caso a mis exabruptos. Es decir, no tomen por bueno lo que aquí digo del Daniel (o mejor dicho, no me tomen a mal por decirlo). Vean, no hablo del que ustedes conocen, ni tampoco del que hablo en tercera persona, sino de otro. Del fantasma que puebla mis desvelos y con el que aún tengo cuentas pendientes. Lo difícil de todo esto es comprender que las cuentas no las tengo con el de carne y hueso, sino con uno que ya no existe (y que acaso jamás existió).
En fin. Salvo el gritarle a las meseras o de vez en cuando ser vulgar, Daniel es una linda persona. Y yo espero ya resolver mis asuntos con la similitudo danielis para poder tratar bien con la substancia compuesta.

2.- Ahí va el capítulo. Tengo tres temas lindos en la introducción. Uno es más o menos cómo funciona la 'intuición' que tenemos de la intencionalidad: como si la mente tuviera unos brazos que alcanzan a las cosas. Esa intuición 'táctil'. Pero luego esa intuición tuvo problemas y se tuvo que apelar a un sujeto: a un subiectum sensible. Es entonces cuando surge la gran intuición del sujeto que siente y que es, por ello, distinto del sujeto que no siente: la piedra consabida. Luego la posibilidad de explicar aquello apelando a la sustancia especial de ese subiectum. Pero ¡claro! eso funciona para las almas inmortales y medio neoplatónicas. Pero ¿y los animales? Las reglas de la ontología aristotélica obligan a dar cuenta de tal sujeto sin apelar a sustancias distintas que las que conforman el mundo de las sustancias compuestas. Gran problema, porque dar cuenta de la intuición del sujeto sensible parece crear algunas paradojas si sólo se apela a las sustancias del mundo sub lunar.
A diferencia de Aristóteles y de muchos de sus comentadores, Alberto quiere explicar en los términos de la ontología del mundo sub lunar el sentir. Quizás faltan dos o tres eslabones por unir, pero consigue plantear el problema en toda su magnitud. Y su solución me sigue pareciendo muy ingeniosa: no sólo en el ojo y en la mente (la mente corporal, es decir, la compuesta de cerebro y órganos sensibles) ocurren fenómenos extraños, sino también en los espejos. Ahí una figura se refleja 'sin su magnitud'. Lo que se refleja es la 'species' de la magnitud, que tiene capacidad de representación. Si ocurre en el espejo, y si los espejos son cuerpos cuyas propiedades son explicables enteramente dentro de la ontología sub lunar ¿no pasará lo mismo con la percepción sensible?
Eso, creo yo, es un análogo al intento contemporáneo de naturalizar la intencionalidad. Poderla explicar exclusivamente en términos de una ontología. Por supuesto que Alberto y su compañía neoplatónica no tienen problema en aceptar la sustancia incorpórea. Pero al hablar de la percepción sensible de las almas mortales es necesario hablar sólo en términos de una ontología de sustancias compuestas: la ontología que es abarcada por el estudio del Físico, no del Teólogo.

Una vez que haga eso, entonces vendrá la parte textual con Alberto.
1.- La diferencia entre ser material y ser formal de los colores
2.- El concepto de habitus
3.- La analogía entre los espejos, los ojos y la imaginación.
4.- La vista como el input semántico: todo conocimiento semántico proviene de la vista.
El punto 4 es el que conecta con mi capítulo I.

Y ya. En esa estamos.

3.- La semana que entra comienzan muchas cosas en la UNAM. El seminario de grieguitos (¡al cual me invitó mi señor Demiurgo! obviamente iba a ir... pero recibir esa invitación fue muy lindo). Mi exposición con los asociados (y quizás vaya mi super asesor, y quien me ha confirmado es un buen amigo de cierta universidad de Mixcoac. :D). Y todo lo demás... Terminar la tesis, ir a tramitar la cédula profesional (¡glup! pero hay cosas más difíciles que ya he hecho, así que... ¡pos ni modo! ¡hay que hacerlo!) y rescatar del DELEFyL mi constancia de Francés. O sea: ya nomás va a faltar la tesis. Y encontrar un sinodal mentalista. También eso estoy buscando. Trataré de convencer a los mentalistas de que mi Alberto tiene mucho que decirles...

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