02 agosto 2011

Recaída

Rehab... eso es lo que necesito... que me metan a una clínica de rehabilitación. Caí en mi peor vicio. Ése, ése que ustedes ya saben.

Y... ¡ya saben! uno cae en esos vicios cuando tienen un gran estrés. ¿El mío? el capítulo.
Me siento frente al capítulo y entonces se me anuda el estómago ¿qué está fallando?

Paco me leyó el Tarot. Ahora se le da cada vez mejor. Y su lectura me impresionó: tengo todo puesto en bandeja de plata, pero tengo pánico a no ser lista. Gran lectura. Y ¿entonces? caigo en mi más bajo vicio.

El vicio. ¡Se parece tanto a mi relación con ése vicio!

1) Miedo a dejarlo, a sentirte miserable por no tenerlo, aunque ya no lo soportes, aunque esté haciendo miserable tu vida.
2) Síndrome de abstinencia. Lágrimas, desesperación, delirium tremens...
3) Etapa de fuerza. Evitarlo como la anoréxica evita la comida. Contar los días: "llevo un mes sin fumar un Daniel".
4) Recaída: ¿qué tanto es tantito?
5) Culpa: ¡me odio por débil!

Sí. Así funciona. Poco a poco en terapia han ido saliendo aquellas cosas que hacían la relación tan difícil. Algunos recuerdos... Los últimos meses. Mi necesidad de liberarme de él desde hacía más de dos años. Y luego sentirme mísera y abandonada por esa falta de afecto: el poco afecto que sentía que era mío y al que tenía pavor de perder.
Pero ¿no acaso tengo mucho afecto a mi al rededor? ¿No es hermoso el mundo y no se promete maravilloso? ¿no tengo todo servido en bandeja de plata para terminar la tesis? ¿no tengo el asesor perfecto: paciente, dador de recursos y tiempo, y sobre todo con comunidad de intereses? ¿no tengo, encima de todo, la buena voluntad de tantos amigos, grandes y pequeños? ¿no he descubierto la fuerza de que tengo a mis dos padres vivos, fuertes y apoyándome? ¿no acaso me escribió un correo el amor de mis amores (platónicos) invitándome a lo invitable?
Y ¿entonces?

Entonces regreso a lo más oscuro de los últimos años. Regreso. Descubro que ya ni siquiera me gusta (y peor: descubro que hacía mucho tiempo que ya no me gustaba). Descubro que aunque tiene cosas buenas y bonitas, las malas y feas hacen que se me quite cualquier gana de volver con él. Ahora, por ejemplo, soy libre. Libre de oír cómo insultan a una mesera. No hay nadie jodiéndome con que la casa está sucia. No hay nadie que me diga que duermo hasta tarde porque me mal criaron. No hay nadie con quién tener que ser solidaria a pesar de que está haciendo todo mal. No hay a quién aguantarle vulgaridades (que él no se da cuenta de lo vulgar que a veces es), ni puerilidades, ni que insulten a mis amigas, ni que... todo eso. Todo eso y más cosas. Soy libre de tantas cosas ahora...

¿Entonces? ¿por qué volver a esa angustia eterna que era antes? Porque ¿saben? el nivel de angustia de saber que tiene novia y por eso no me quiere ver en la tarde, es el mismo, EXACTAMENTE EL MISMO que sentía cuando era MI novio y se negaba a verme, o no quería ir a firmar conmigo el contrato del departamento porque había algo mucho más importante qué hacer (más fácil hubiera sido decirme que no quería firmar ni madres, que decirme que su clase de reflexología era importantísima).

Es como necesitar un cigarro. Vencida, prenderlo. Y no sentir ni siquiera que te gusta. Es eso. La recaída...

Y todo porque no puedo enfrentar el maldito capítulo. Pero, bueno. La única solución es la siguiente: no hay "no puedo". No puedo "no poder". No puedo...

Tesis o Muerte

Venceremos...

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