02 octubre 2011

Carol of the bells/Brujas



No vengo aquí a hacer escarnio de mi poco cultivada infancia. En parte porque no puedo culpar a mis padres. La culpa fue de la televisión y la crisis que no les permitió una escuela bilingüe (no me quejo de la Escuela Activa, pero inglés jamás aprendimos).

Y esta disculpa tiene que ver con que mi primer contacto con Carol of the Bells fue en Mi pequeño Angelito (¿recuerdan a Macaulay Culkin haciendo la alegoría de los patines y el corazón?).

Mi infancia, bastante común y clasemediera (clase media Iztacalqueña, en escuelita de Iztapalapa) tiende a asociar la navidad con Gingle Bells y Los peces en el río, con castañuelas y 25 de diciembre, fun, fun, fun. Y ello porque a mi mamá le gusta mucho la navidad, pero no es religiosa. Es decir: ella venía de una familia Bautista y recuerdos de Ciudad Juárez cuando era una micro ciudad, segura y con influencias gringas. Pero no, ni por ello la navidad nos sonó jamás a himnos de iglesia bautista.

Y la navidad de mi padre era simplemente inexistente. Su abuelo (mi bisabuelo Ángel) era ultrarequetecatólico. Y, paradójicamente, resultaron ser más pietistas que mis maternos y protestantes parientes. Navidad para ellos era misa de gallo y ¡san se acabó!. Y mi abuelo (mi abuelito Pepe), con coherencia, suprimió la navidad de su casa cuando al fin salieron todos de la tutela paterna.

La mía, pues, fue una navidad laica, sin Reyes Magos ni Santaclós, pues eso de decirles mentiras a los niños iba en contra de la muy positivista formación que mis muy positivistas padres querían inculcarnos. Y mi navidad se volvió navidad pastorelas de escuela, cuyo discurso era incomprensible, pues el nacimiento de barro era eso, de barro. Y actuar a las figuras de barro era... era raro. Era un tinglado sin mucho sentido. Y el frío era poco. Y por eso mi navidad fue de villancicos de Fun Fun Fun y Los peces en el Río, y la Marimorena... en una casa donde si no cabía Cristo, mucho menos la Virgen.

La mía, pues, fue una navidad de juguetes y de canciones comerciales y de películas del canal cinco en la mañana, y... y sin magia.

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Entonces, gracias al canal cinco, mis oídos se enteraron de los villancicos gringos. Y cuando vi Mi Pequeño Angelito escuché por primera vez Carol of the Bells y hasta la fecha me pregunto ¿cómo una tonada tan angustiante puede significar para "ellos" navidad? (Alguien debió sentir algo como yo, y entonces Tim Burton tuvo público para Nightmare before Christmas)

La navidad para mi era algo absolutamente superficial, más parecido al carnaval que a esa angustia rara de las voces que se sobreponen en canon, y que se acercan cada vez más y más a un punto angustiosísimo, donde lo único que dicen las voces es Merry Christmas...
Y cada vez que la oía se me hacía un nudito en la boca del estómago, como si aquello fuera un canto mágico, una invocación para que, en plena noche de Walpurgis se apareciera el demonio.

Más bien me suena a canción de brujas invocando demonios (y, por supuesto eso la hace mucho más interesante).

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Estamos en octubre. Yo trato de redactar 20 cuartillas. Quiero invocar a una fuerza supernatural que venga y me rescate de mí misma. Y entonces oigo y oigo y oigo esta canción. Porque debe ser un verdadero demonio, gigante y terrorífico, el que venga a salvarme.



Para que no digan, acá la versión "original", pues porque sí, resulta que está basado en un canto mágico ucraniano y ¡no me vean a mi! pregúntenle a la ¡¡¡Wikipedia!!!

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Brujas

Es que, con todo esto del Carol of the Bells, me estuve acordando de un cuentito que escribí hace más de tres años donde mis amigas y yo resultábamos un grupo de brujas que se dedicaban a engullirse a guapos muchachos.


Algo no me ha de funcionar bien porque estos días parecen primavera para mi... a menos, claro, que quede demostrada mi naturaleza brujil, y eso explique porqué, justo ahora en Octubre, quiero darle caza y meterlo al cazo...

Claro, sabemos lo que pasa con las brujas. Eso de andar volando en escobas y cocinando muchachos guapos es algo que sólo pasa en la imaginación. En la realidad agarran a pobres mujeres (entre ellas madres de científicos que escribían ciencia ficción, llámese Kepler) y las encierran en canastos para ropa y, si tienen mala suerte, las queman.
En pocas palabras, las brujas somos (¡¿Somos?!) la encarnación de vayan ustedes a saber cuáles placeres culpables de... ¿qué estoy diciendo? ¿por qué este estúpido análisis pseudosociológico?
Yo nomás quiero escribir un cuento donde me lo rapte en mi escoba voladora, lo cocine en mi cazo enorme (sacado del imaginario de los libros infantiles), me lo coma (hasta dejarle los huesitos desnudos) y luego lo devuelva de donde lo cogí (¿los huesitos?)...

Dicen que la musa te va a agarrar trabajando. Tendré que ponerme en disposición musáica a ver si la condenada llega ya.

Cuenta regresiva: 10

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