09 febrero 2013

Big Crush

Me gustaría simplemente decir que, mágicamente, así, ¡kabum! se me acabó ese largo e intenso crush que tuve con ya saben quién (sí, con ya sabes quién eres). Pero en realidad no sé a qué horas ocurrió, ni porqué, ni si en realidad fui crushiada alguna vez. 

Momentito: ¡sí que estuve crushiada

Ejem... crush... ¿qué significa crush? Me gustó el término cuando aprendí a usarlo: refiérase a un breve enamoramiento. Bueno, entonces no fue un crush, porque así que digamos breve, no fue. Bueno, no estuve crushiada porque aquello fue muy intensísimo y muy largo. Y ténganlo por seguro que, si se me pone suficientemente cerquita, recrusheo. O quién sabe. O ¿cómo puedo andar diciendo esas cosas si, a penas a finales de noviembre andaba yo toda crushísticamente eufórica por haberlo visto en su chamarrita de piel more Emmanuel y con toda su guapura?  No sé. Porque, al pasar de los años, digo, a pesar de los años, no se le quita lo crusheante y siempre, año con año, genera nuevos crushes pero no voy a andar de chismosa, porque luego se le suben los crushísticos humos y anda todo crusheador.

Y luego, me pregunto ¿se crusheó el alguna vez conmigo? Pos quién sabe. Porque, ultimadamente, lo bonito que tiene él, más allá de su crusheabilidad es su esencia toda substancial y toda tode tí. Porque por él también es por alguien por quien uno andaría levantando revoluciones, y hasta matando si se diera el caso. Pero no porque sea crusheante (que suena como a crocante y eso a chocolate que se derrite en la boca y... ejem... perdón), sino porque es como un subiectum donde se dan y del cuál se dicen muchas propiedades que arraigan, inhieren, se prensan de las facultades anímicas, sensuales e intelectuales, y una lo quiere más allá de toda crushiabilidad

No, pues no sé si ese crush, obrador de la parte más interesante de mi producción bloguístico-literaria, se haya acabado, así nomás, sin avisar y delicadamente. No sé si sea simplemente que ando acrusheable, o que ya ando padeciendo crushiamientos con otras bellezas, otras sonrisas y otras entidades a mi al rededor. 

Pero todavía, y eso no puedo negarlo, me anima la idea de ir a verlo cierto día de la semana. Eso sí, ya me siento todo un fósil ahí. Y a punto estuve de mandar al carajo el seminario (¿muchas risitas, no?), pero entonces resulta que iba a venir uno de mis Philosopher Stars favoritos en el mundo mundial... el señor barbón que fue matemático y luego, sospechosísticamente –¿cabe ahí la coincidencia?– se hizo neoplatónico de amplio espectro: de Augustine and Descartes, Alfarabí, hasta darle la razón a Plotino con su lectura de la Metafísica

Y, bueno, pos hay que trabajar muuuuucho, porque ver al señor Esteban Hombre bien vale la pena. Y si algún rescoldo de crushiamiento queda con el mago capaz de obrar maravillas, qué más da si para mis spiritus animales sea un Oz o no: ahí sigue su Imperio Esmeralda, y esta espantapájaros está decidida a obtener su cerebro. 

Así las cosas, aunque no haya crush, hay amor. Mucho amor. 

Esponjis, la crushi.





No hay comentarios.: