02 julio 2013

Trasvasar

La dulcísima @maríadelaos nos explica de manera ostensiva cómo los vehículos y contenedores de la escritura cambian los contenidos trasvasados. De buenas a primeras no sé si estar de acuerdo. Pero no porque el testimonio de un Nietzsche que –literalmente– alcanza a rozar con los dedos el siglo XX sea poco elocuente, sino porque estoy leyendo El nombre de la rosa.

Se supone que pretendo ser medievalista. (Se supone que estoy a unas semanas (a lo sumo un mes) de alcanzar el grado tan largamente pospuesto. No me vaya a pasar lo que Herr Federico y sólo con los dedos lo tiente tantito). Pero les decía: se supone que pretendo ser medievalista desde hace algunos años, y sin embargo no ha sido sino hasta ahora que, de la Edad Media, me interesa algo más que lo que más amaban los escolásticos: a Aristóteles, Platón, Galeno y sus secuaces.

Trasvasada de rollos a códices y de griego a latín, aquella mezcolanza griega se revuelve y cambia una y otra vez de forma, pero manteniéndose fiel a un mismo contenido: como testimonio queda el Comentario. Al rededor del texto cuidadosamente transmitido (traducido y copiado), y en un margen enorme se encuentra el comentario, a su vez traducido y copiado generación tras generación. Se inventa entonces los motores de búsqueda: el índice y la numeración de los folios. 

Y los textos se siguen trasmitiendo. Aparece la ciencia de la filología que, ya sobre papel y bajo los tipos de la imprenta, transmite con más y más pureza el texto original. Ya no sólo se sirve de la  ciencia gramática, sino de una ciencia exacta llamada lingüística que es capaz decalcular el número de letras que debe haber en un hueco de pergamino desgarrado, a partir del estilo del intangible autor, y así adivinar la palabra ausente. Se inventa, por supuesto, el aparato crítico: ante la imposibilidad de dar con el verbum mentis del autor,  se dejan consignadas todas las posibilidades a pie de página. 

Y los textos se siguen transmitiendo. Ya no es necesario el oneroso pergamino... ni siquiera el papel de abatidos costos industrializados. Todo se hace vía web. Y aprendiendo un sencillo código de HTML se vuelven a poner notas, comentarios, correcciones que pretenden conservar, lo más puramente perfecta, la idea del autor, o de menos la idea que tuvieron ante sus ojos los comentadores. 


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Leo el Nombre de la rosa en papel porque aún no tengo dinero para una tablet (claro, si no comprara libros en papel, a lo mejor hace tiempo que tendría una gran tablet). Lo leo después de volver a ver por enésima vez la película. Obviamente no puedo quitarme de la cabeza a Sean Connery cuando Guillermo de Baskerville suelta una palabrota en su lengua al enterarse que Saliery-Bernado Gui viene hacia el monasterio. Tampoco se me quita de la mente la imagen de Christian Slater como el ingenuo pero valiente Adso de Melk... aunque sí soy capaz de imaginarlo benedictino y no, como en la novela, franciscano.
En la película se reconoce inmediatamente a las escaleras de Escher. En la novela, la biblioteca de Borges. La película es oscura, melancólica y romántica. Al principio, seamos honestos, es simplemente ininteligible, y su valor radica en el portento visual que es... asesorado por el mismísimo Jacques Le Goff, ni más ni menos. Ron Perlman se la mata a todas las demás actuaciones y, efectivamente, es el personaje más parecido al de la novela, a pesar de que, físicamente, no cuadra tan bien. La película se compone a partir de la mitad, cuando Guillermo y Adso entran en la biblioteca y donde, justamente, las dos historias toman caminos distintos. 

En cambio la novela es casi el itinerario de un medievalista, casi escrita como a partir de las notas de clase. Tiene un diálogo... que es un diálogo platónico en toda regla, donde el irónico Sócrates de Baskerville explica al hermos Teeteto de Melk la naturaleza de la herejía, los simples y todo movimiento político que mueva masas. Comienza con una bellísima discusión sobre los universales (recordemos que el protagonista es casi íntimo de su tocayo de Ockham), y tiene aquella apertura portentosa donde Adso describe el amor del pupilo por el Doktorvater tan, pero tan atinadamente... 

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La bellísima @maríadelaos lleva mucha razón al decir que los útiles de escritura modifican lo pensado y lo escrito. Los blogs se abandonan porque su efecto es más lento que el de Twitter o Facebook: antes había que esperar una o dos semanas para que un visitante extraño nos hiciera un comentario, mientras que la interacción en aquellos medios causante de déficit de atención es instantánea.

El TW y el FB nos han hecho obesos de contacto social: son como azúcar refinada que a penas pone en movimiento el ciclo metabólico. Somos unos gordos con picaduras en los dientes y pensamientos breves y superficiales. Por eso a veces hay que consumir brócolis, y proteger a los blogs.

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Volveré pronto. El silencio continúa. Amores y cariñitos a Valerio y a todos los demás.

4 comentarios:

Idalia dijo...

:)
Así es querida Esponjosa medieval, cada vez menos personas podrán leer una novela completa de más de 300 cuartillas porque van a preferir hacer un rápido escaneo o leer un resumen. El problema es que siento que la literatura debe leerse de cabo a rabo. Si vamos a escanear un instructivo de una tablet está bien hacer un escaneo, buscar lo que queremos saber y listo, pero eso no ocurre con la literatura.
Tendríamos que inventar nuevas maneras de transmitir un mensaje.
Quizá así, corto y sintético.
Darlo por pedacitos.
No sé, es algo que sigo pensando pero creo que es obvio que las herramientas con las que contamos nos modifican, y modifican los lectores nacidos en la generación Web.

felipo zaná dijo...

Muy buena lectura. Finalmente el lenguaje y la biblioteca terminan siendo los protagonistas.

Te comparto una entrada de un blog que me gustó mucho. Sobre Eco y Borges.

http://sierraernesto.wordpress.com/2011/06/16/borges-y-el/

Flávio Santos dijo...

Querida esponjita,

Quanto a consumir bróculos e preservar os dentes, recomendo-te este artigo: 'Hyper and Deep Attention: The Generational Divide in Cognitive Modes'

http://media08.wordpress.com/2008/01/17/my-article-on-hyper-and-deep-attention/

Esponjita dijo...

Marie:
No sé si el modo de pensar, pero sí que FB y TW cambia el modo de escribir... de pronto me desesperó no poderte "etiquetar" en este comentario, jaja.
Yo soy muy escéptica, igual que tú, de poder cambiar el modo en que, por ejemplo, se transmite una novela. Claro, quizás a veces se nos olvida que Los Miserables se publicaban en fascículos y no, como ahora, en un enorme y gordo volumen que parece imposible de leer. Gracias por reavivar mi actividad bloguística... :)

Felipo: Muchas gracias por la entrada sobre Eco y Borges. Debo confesar con vergüenza que ya me parecía obvio que Jorge de Burgos era Borges... pero que hasta que leí la entrada, ¡ja! me cayó el veinte de que la referencia era OBVIA: Burgos->Borges. Ayer dí con "Apostillas al Nombre de la Rosa". Muy bueno también. Gracias.

Flávio Santos:
Gracias por la recomendación: le voy a echar un ojo. Y gracias por venir. Siempre es un placer, jeje.