22 marzo 2012

Hijo de Ares

Tengo qué escapar. No sé cuando, no sé cómo. Tiene que ser antes de morir, porque ésa no será escapatoria, o al menos no la que me estoy imaginando. Pero escapar ¿a dónde? ¿para qué? no daría lo mismo morirse? ¡¡No!! ¡¡No!! —grita una voz quién sabe de dónde, instinto de supervivencia, le dicen— No, no, no... escapar, escapar... pero si cuando quiero escapar ni siquiera soy ya capaz de imaginar a dónde, ni siquiera cómo, ni siquiera es que sepa qué quiero hacer en vez de... sólo irme, escapar, esfumarme de este grillete... irme, borrarme de aquí pero... ¡momento! ¿borrarme? ¿no era eso morir entonces?

¡¡No, no, no!! —grita de nuevo la estúpida voz programada para mantener a la especie sobre la faz de la tierra. Al algoritmo que genera la voz poco le importa la sobrepoblación mundial, sólo es un instinto vacío que pone a los silogismos a buscarle sentido a la vida para seguir respirando, comiendo, menstruando cada que toca (porque lo de menstruación en nuestro caso, de este pobre cuerpo que tampoco conoce ciclos de sueño regulares, es una metáfora catacrética, y no más). ¡¡No, no, no!! ¡¡morirse no!! ¡Es divertido soñar, imaginar, vivir fuera de las cadenas del cuerpo!! jajaja, no, no, no, porque la comida sabe, y el aire se respira, y se mueve la tierra bajo los pies, y ulula la ciudad, y se ve la luz y los colores, y... ¡¡no, no, no!! ¡¡lo que más padecen los fantasmas es carecer de ojos que se enrojezcan frente a las manzanas, que vean la música y la dulzura!! ¡¡¡aahahh!!

escapar...


¿A dónde? ¿de dónde?

Es más urgente lo segundo que lo primero. ¿De dónde? ¡¡Oh maldita sea, a donde vayas y te translades no podrás escapar, lo llevas dentro de la piel, de las carnes, entreverado en los nervios, los huesos, llena el hueco de la caries en la muela que todavía no duele. Llena los resquicios de las uñas, está entre cabello y cabello, y aunque te pasaras la más aguda navaja no podrías depilarte jamás aquello que te aterra.

¡¡Hijo de Ares!! ¡Tus pies más rápidos que los de Hermes me persiguen, alados a todas partes!! No importa cuan rápido pedalee, no importa si en cada vuelta echo entero el peso de mis carnes para acelerar la huída. Hijo de Ares ¡¡déjame escapar!!

Me tienes entre la espada y la pared, entre el terror y la muerte. Y yo, petrificada, miro como sale y se oculta el Sol, una y otra y otra vez. Y sale de nuevo la luna, y su anciano rostro cacarizo nos vuelve la mirada, y se pone oscura y se pone luminosa, y el tiempo, sin embargo, no pasa... y se agrieta mi piel y se alargan mis uñas, y la sangre vuelve a bajar para limpiar el repositorio infecundo. Y así se mide el tiempo: en hijos que no prenden, en piel que se abre, en soles que no alumbran. Y así se pasa el tiempo, sino orden: horas más largas que otras, horas vacías, horas llenas, horas de café, horas de cigarro, horas de encierro, de encierro, de grillete y cadenas que penden desde la garganta hasta los tobillos esperando la hora última en que se apagará por siempre el mundo...

Hijo de Ares, libérame ya. La batalla es extenuante. O de menos cambia el paisaje. Quita de enfrente de mi la luída fotografía que no cambia, sólo envejece, sólo se aleja, pero no cambia. ¡¡Quítame el paisaje, ya!! ¡¡déjame ver ríos, y castillos, y bosques!! ¡¡ya no quiero tus malditas Jacarandas que sólo son alarmas de teléfono que recuerda que los plazos se pasan y estamos en números rojos!!

Devuélveme de una buena vez el gobierno de mi misma... déjame ir... deja que las ruedas de la bicicleta me lleven hacia algún lado... please...

1 comentario:

Papá Moreno dijo...

Siempre tus poemas reflejan lo que estas viviendo en esos momentos, eso de alguna forma los hace realistas y además desprendes lo que está flagelando en tu alma.
Te mando un beso
Nando