Les voy a contar la segunda parte de la historia de Ñobio.
Pues ahí tienen que después del paseo por Köln, perdimos un poco el contacto. Y pues yo seguí haciendo lo que fui a hacer a Alemania.
Y aquí se abre una muy albertiana DIGRESIÓN sobre Quod facit esponjita in Germania.
Yo me fui a Alemania porque en la minúscula ciudad de Bonn se encuentra el Albertus Magnus Institut. En la tercera planta de un edificio que se parece un poco a Hogwarts se encuentra un largo pasillo atiborrado de libreros, y una serie de habitaciones. Una se llama "Biblioteca" aunque todo el Instituto es una biblioteca. Otra habitación tiene fotocopias, microfilms y CD con todos los manuscritos que contienen la obra de Alberto. Otra dice Machina Magica y tiene la impresora/fotocopiadora/escáner de la que se sirven todos sus habitantes. Tiene también una cocina, con un pequeño refrigerador y minúsculo comedor. Y los cubículos de los investigadores. En uno de ellos, a mano derecha, está el cubículo de H. A. (acá pongo las iniciales nada más por aquello de los buscadores de Google).
Durante mis primeras semanas, casi no tuve contacto con él porque yo vivía aterrorizada... ¿aterrorizada de qué? ¡DE ALEMANIA! Todo era tan, pero tan extraño ahí. Para empezar, todo mundo habla alemán. Y de pronto, sin entender porqué, el Sol comenzó a ponerse a las tres de la tarde. Claro, cuando finalmente llegó el invierno, comprendí que no estaba en otro país sino en OTRO PLANETA, pero mi historia con la nieve y el hielo se las habré de contar después.
Aquí es importante contar algo. Cuando llegué a Alemania, el Asesor tenía un proyecto que involucraba al segundo capítulo del primer tratado del comentario de Alberto Magno, que es donde Alberto retoma un fragmento más bien largo de Algazel donde habla de todos los tipos de silogismos que existen. Uno de ellos, un silogismo rarísimo que involucra a la estimativa aviceniana y, para no ir muy lejos, se trata del silogismo poético. Sí, una cosa muy rara que no me voy a ponerles a explicar ahorita... pero por razones más que fundadas, al Asesor se le ocurrió que ese texto nos ayudaría a develar el misterio de cómo podría funcionar el "razonamiento" en los animales desprovistos de intelecto (porque Alberto dice que los PIGMEOS son animales no racionales pero que sí tienen lenguaje y hacen entimemas).
Entonces yo le dije a H. que quería aprender a leer manuscritos. Y es que el Asesor me dijo que no perdiera tiempo en eso... pero ¡por el Gran Gato! ¡Yo estaba en Alemania, en el AMI, con H. A., el editor del De homine de Alberto Magno (cuya edición me costó 212€)! ¿Qué podía perder si le preguntaba a H.A. si me podía enseñar a leer manuscritos? Y pasó lo INCREÍBLE. Dijo que sí, que sí me enseñaba. Y después de enseñarme, cual párvula que yo era, las primeras "letras", me invitó a elegir un texto para que yo lo editara. ¿CÓMO YO IBA A DECIR QUE NO? ¿Qué texto? OBVIO: los dos primeros capítulos del primer tratado del comentario de Alberto a Analíticos Posteriores.
H. me consiguió todos los manuscritos. Ocho en total. La siguiente tarea es que yo me consiguiera un software para hacer ediciones, porque pos no podía usar el que usan en el Instituto. Y con Word y sus notas a pie, la cosa era totalmente imposible. PUES AHÍ ME TIENEN APRENDIENDO LATEX, la versión que diseñó un tuitero francés especialmente para esas labores. Una vez que aprendí, venía la lectura, y la revisión que TODOS LOS DÍAS A LAS 4 DE LA TARDE hacía H. de mis avances.
Una semana no salí de mi cuartito en Bonn. Me la pasé, sin bañarme, echada en la cama, metiendo una tras otras las diferentes lecturas de cada uno de los manuscritos. Y de pronto me di cuenta de que llevaba un mes SIN HACER LA TESIS, porque estaba editando un texto.
En ese momento debí hacerle caso a R. S., o sea, al antiguo protagonista de este blog, y mandar la tesis a la chingada, editar el textito, y escribir tres artículos sobre el texto, y doctorarme con eso. Pero como soy una bruta, ciega, sordomuda, a decir de Shakira, hice epojé de toda futura decisión, y seguí editando, y editando... hasta que las sesiones diarias con H. se terminaron, pues porque se supone que yo ya podía hacerlo todo solita.
Y porque el Asesor me escribió diciéndome que ese proyecto se tenía que ir al congelador por ahora.
Quiero que noten una cosa: mi parte en ese proyecto ya estaba hecha, porque consistía en la traducción al español del texto de Alberto, y la comparación con el texto de Algazel. Lo de la edición crítica era a parte y nomás era un buen pretexto para aprender a leer.
En eso llegó el invierno y conocí, por fin, la nieve.
Luego me fui a Colonia a celebrar la Silvester Nacht, o sea, el año nuevo. El año anterior en Colonia había habido una especie de ataque de "musulmanes" contra muchachas alemanas, que provocó que el gran éxito de Angela Merkel ante la crisis de los migrantes, se le revirtiera, y le dio pretexto al asqueroso movimiento neo-nazi que empieza con P (Google, recuerden, pero la siguiente letra es EG!DA) agarrara fuerza.
El caso es que me fui a Colonia. Casi no voy. Estaba toda deprimida echa bolita en mi cuarto, pero me levanté, fui al REWE (que es el súper de allá) y compré Paprikas y queso, y me puse a hacer paprikas rellenas como si fueran chiles rellenos. Y compré UVAS.
Y finalmente decidí irme a Colonia en el último tren que salía de Bad Godesberg (mi pueblito), e ir a festejar al Dom (o sea, la Catedral) de Colonia. Cuando dieron las 12 de la noche, saqué las Uvas de mi mochila... ¡Y ESTABAN PINCHES CONGELADAS Y CASI ME ROMPO LOS DIENTES!
Sí, las UVAS se congelan si uno está a –5ºC.
Entonces regresé a Bonn.
Los días que pasé con H. en su cubículo, aprendiendo a leer manuscritos, consistían en un platito lleno de galletas y un te. Y entre más cerca de la Navidad estábamos, me tocaban probar unas galletas maravillosas, porque en Navidad los Alemanes sacan todas las especias de la alacena y hacen unas galletas mágicas que se llaman SPECULATIO. ¿Qué mejor nombre para hacer la edición crítica de Analíticos Posteriores?
Y de pronto yo estaba en Hogwarts aprendiendo la magia de la edición de los textos, comiendo galletas navideñas acompañadas de té negro, y compartiendo las tardes con el alma más dulce del universo: H. Y cuando no iba al Instituto, él me hablaba por teléfono a ver si yo me encontraba bien. Y me repetía una y otra vez que no estaba yo sola allá: que podía acudir a él. Y Alemania dejó de ser aterrorizante.
¿Y LA TESIS, ESPONJA?
Dejé descansar la edición para "un mejor momento", y comencé a echar mano de la biblioteca del AMI para tratar de entender todo eso que no entendía yo de Alberto Magno. A entender todo eso que El Asesor había dejado a mi encargo: la lógica en Alberto Magno. Volví a leer y releer aquél artículo de Aping the Logic del Asesor, y de ahí los pasajes del De anima de Alberto que citaba el Asesor. Y comencé a leer libro entero que un querido amigo de la maestría (que ahora está en París haciendo el doctorado) me pasó porque se acordó de mi: Ad notitiam ignoti. Encontré el artículo de David Piché sobre la forma totius... y entonces cambió todo.
Mientras me encontraba yo descubriendo los recovecos de la lógica en Alberto, encontré una convocatoria para un workshop en Helsinki sobre rollos de psicología medieval. Recuerdo que fui a Berlín a visitar a Sositap, y que en su cocina, cuya ventana daba a la estación del S-Bahn de Berlín, escribí el abstract.
Todo lo que ha ocurrido en mi tesis hasta este momento nació en la cocina de Sositap.
(gracias Sositap).
Fui a Berlín a ver la Puerta de Ishtar... y a visitar la tumba de Hegel. Sólo quiero dejar constancia de eso. Y a ver a Sositap, obviamente.
Pero yo les estaba contando del Ñobio.
El invierno todavía no acababa de irse de Berlín del todo. De pronto recibí un tuit del todavíanoÑobio preguntándome si sí iba ir a Múnich a conocer la nieve. Y pues de pronto regresaron a mí todas las emociones de Colonia y POS OPVIO LE DIJE QUE SÍ, que nomás me dejara cuadrar fechas y todo ese relajo... y pos quedamos en que me recibiría en su casa el 24 de marzo.
Y yo dije: éste ahora sí que no se me va vivo.
***
Llegué a las 7 de la mañana a la Haupbahnhof de Múnich (que en cristiano quiere decir "estación cabeza de trenes" pero entiéndase que es la Estación Central). Venía de Friburgo, de haber visitado a mi amigo A. F-L. y a su esposa. Y ya en Friburgo les había dicho: "voy a ver a mi novio, pero él todavía no sabe que es mi novio".
A las 9 am. llegué a casa deltodavíanoÑobio, y me recibió en pijama. Casi le creo que él de veras no se olía ni de lejos mis negrísimas intenciones.
Luego de un rato, salimos a pasear, y al primer lugar que me llevó fue a la Bayerischestaat Bibliothek, cuyas escalinatas me parecieron primorosas. Y sacó SU CREDENCIAL de la biblioteca para llevarme a la sala ¡¡¡DE LOS MANUSCRITOS!!! Y vimos los manuscritos con sus miniaturas iluminadas primorosamente, y un globo terráqueo antiguo, y luego una esfera celeste, y todo muy ULTRAMARAVILLOSO.
Y de ahí fuimos a la Universidad, y me enseñó todo sobre la Rosa Blanca, y me presentó cada uno de los rincones del edificio principal de la LMU.
Luego fuimos a comer tacos ¿sí? Ya no recuerdo bien... sólo recuerdo que a partir de ahí anduve cargando un paquete de tortillas (que yo no había probado en 6 meses, y las agradecía con todo mi corazón).
Y luego fuimos a una Iglesia Ortodoxa muy maravillosa y muy griega, y luego fuimos al Literaturhaus. Y ahí pedimos cada uno un café y yo pedí un eclaire de café.
Y él me hablaba de sus teorías sobre la información, y la consciencia, y si la consciencia era esto o otro, y si la información era algo que podía existir a parte de la consciencia, y me ponía ejemplos y contraejemplos... y yo me le pegaba mucho, mucho hablando de Aristóteles y la forma y... ¡para escucharlo mejor!
Y él como si nada, se dejaba abrazar, pero seguía con el rollo filosófico.
Hasta que me harté y le dije:
–¡ME RINDO!
Y él contestó
–¿PORQUOI?
Admito que eso del arte de la seducida no me sale muy bien, y que lo único que se me ocurre es ponerme escote. Y echármele encima a la gente. ¡Pero captó el mensaje! O sea, luego de varios diálogos dignos de Cicerón en Túsculo... pero lo captó.
Entonces salimos, torpes, caminando por las oscuras calles empedradas de Múnich, tratando de abrazarnos, tropezando, yo cargando de aquí para allá el paquete de tortillas... como si no hubiéramos dicho nada, porque ya no dijimos nada después del "porquoi", pero ya sabiéndolo todo.
Y entonces estalló la Funken, como luego contó él a sus amigos.
En ese momento no sabíamos si habría más futuro que al día siguiente... o que ese fin de semana en que cené con su familia taquitos dorados con frijoles y agua de limón; lo cuál eran delicias para mí luego de haber estado privada de maíz durante seis meses.
Y el domingo a medio día me fue a despedir a la estación de tren. Quizás el próximo sábado nos veríamos: él tenía que ir a Colonia otra vez. Y esa fue toda la promesa..
***
Y ¿y la tesis?
Yo llegué a Bonn, y vi las primeras flores de la primavera: era 27 o 28 de marzo, ya no recuerdo. Y bueno: hasta que uno sale de México valora las flores: llevaba seis meses sin ver ni una florecita en el paisaje y todos los árboles sin hojas... ¡¡¡Y LOS CUERVOS!!! Todo había sido muy tétrico hasta ese momento en que regresé a Bonn, y vi florecer y... me voy a ahorrar toda la cursilería, pero no dejaba yo de recitar a Juana de Ibarbourou.
Entonces el martes me habla por teléfono el todavíanoÑobio y me dice que el miércoles llegaba en tren. ¿EL MIÉRCOLES? le contesté totalmente asombrada... PUES SI QUIERES NO VOY... ¡¡NO, NO!! ¿CÓMO CREES? SÍ, AQUÍ TE ESPERO...
Y llegó, y fuimos a pasear. Y mientras andábamos por el Marktplatz me preguntó que qué éramos. Y yo le dije que pos no sabía. Que eso, que me contestara, que qué éramos... y pues ¿qué opciones había? Bueno, dije, ser novios me parece bien. Y me dijo "entonces somos novios". Y yo le contesté, AH, NO, AUNQUE SEA ME INVITAS UNOS TACOS.
Y me llevó a cenar a un restaurancito italiano de Bonn, y frente al ceremonial espagueti a la bolognesa, me pidió formalmente que fuéramos novios.
***
Para el sábado de esa semana, ya habíamos quedado en que mi último mes en Alemania (es decir, septiembre de ese año) lo iba a pasar en su casa.
Para mayo, ya estábamos todos moviendo cielo tierra y mar para que me alargaran la visa un año más. Y ahí la ayuda de H. fue invaluable.
H. escribió y tradujo cuantos documentos me pidieron traducidos al alemán la oficina de migración, y hasta en una de esas fue a pelearse con el agente de migración! ¡Y nos dimos una mojada tremenda! Porque en Alemania nunca llueve fuerte, salvo ése día que se puso a llover huracanado! Y me quedó claro que ese hombre no sólo estaba dispuesto a enseñarme a leer manuscritos, sino a enfrentar cualquier tormenta. Y sigo sin poder creer el prodigio de su existencia y de haberlo conocido.
Y se cumplió el plazo: en junio viajé a Helsinki para leer mi artículo, escrito tres días antes, sobre la FORMA TOTIUS y De anima 2.3.4., y pocos días después volé a Brasil, a leer el mismo texto... y a contarle a todo mundo que tenía Ñobio. Sobre todo al Asesor, quien se congratuló de que Ñobio no fuera académico.
Y regresé a Bonn por mis cosas, y me mudé a Múnich.
Y una tarde le dije muy triste a H. que el Asesor estaba muy molesto porque no le había entregado nada de la tesis. Que ya se había desesperado. Y H. me sirvió una copita de cognac, y me dijo: ¡él tiene que comprender que estás viviendo!
***
Supongo que ni a CONACyT ni a la UAM les puedo decir "me estoy tardando mucho en hacer la tesis porque estoy viviendo". Ni siquiera al Ñobio, porque él me hace levantarme temprano, ir a la biblioteca, me saca de las redes sociales, y cada que Asesor se enoja conmigo, pues le da toda la razón.
Pero es que...
Tuve que regresar a México a entregarle al casero mi departamento, limpiarle a mi mamá el departamento (porque mi antigua habitación era una bodega de mis cosas invivible), aceptar que no volvería a vivir con mis gatitos. Superar una megadepresión ansiosa provocada por la suma de mi ansiedad social y mi pobre manejo del alemán.
Claro, cada vez que pensaba en botar la tesis, recordaba que si un hombre tan extraordinario como H. creyó que entregarle la vida a Alberto Magno valía la pena... pues sí, mi tesis valía la pena.
Tuve que tomarme un tiempo para hacerle espacio a la vida. Migrar a Alemania, perder dos muelas, aprender alemán, hacer amigos, ponerme a construir una relación con un total desconocido, quien resultó demasiado inteligente, y quien a veces me lleva a la sección de manuscritos de la biblioteca para enseñarme los textos rosacruces que está leyendo, y que me hace café cuando me quedo el fin de semana haciendo cosas para la tesis.
***
Hace diez años cambié de asesor de tesis porque un alemán me vino a contar en colombiano cómo es que la oveja teme al lobo. Hace seis años, cambié de universidad para atar todos los cabos sueltos que había dejado en la tesis de maestría. Hace tres años tomé un vuelo, con escala en Múnich, para aprender a leer a Alberto Magno en sus manuscritos. Hace dos años me fui a Múnich a volver a empezar la vida y a terminar la tesis.
Y en esas andamos.
Con cariño:
Esponjita.