09 mayo 2012

Valerio de las Alamedas (Quijotesas II)

¿Cuántos Valerios hay? ¿Recuerdan en qué se había quedado el cuento en el capítulo anterior? Yo tampoco. Por eso mejor les hago una pequeña síntesis del cuento y luego les pongo el último capítulo. Aquí se acabaron las tintas de colores... ejem... hasta que aprenda a usar la nueva plantilla de blogger. En lo que yo acabo mi tesis, ustedes disfruten el cuento...

...


Hay tres Valerios: el que volvía de un viaje de estudios de Europa a México, cuya única angustia en la vida era volver a ver a su mamá y encontrarse con la novia que dejó vestida y alborotada antes de irse a estudiar. Otro, el que se descubrió como objeto mental de la "autora" y uno que aparece cada vez que el cuento se descompone. Ya apareció una vez, cuando está furioso porque "él no tiene una hermana gorda" ni un gato. Convoca a una reunión de todos los personajes del cuento. Lo curioso es que al único personaje que conocemos es a Valerio mismo. Y de pronto aparece un psicoanalista uruguayo que trata de ayudarlo en su misión: tomar el control del cuento para arreglarlo al modo que ese Valerio quiere.

De pronto volvemos y descubrimos al Valerio objeto mental que toma conciencia de que es tal, y él se encuentra con otro personaje del cuento original que ha padecido lo mismo: el padre Julio, su amigo. Julio, Valerio y el misterioso hombrecillo, que había aparecido antes como el secretario del Valerio confabulado, tratan de resolver el misterio y tomar el control de la mente de la autora. Para hacerlo hacen un mapa del espacio en el que están, al que llaman "El palacio de la Memoria", y descubren que ellos sólo son libres dentro del alma de la autora cuando el "hegemonikón" del palacio se halla "dormido". Entonces deciden dar golpe de estado y hacerse del poder del palacio entero al tomar el control del "hegemonikón".

Cuando descubren el mecanismo para conseguirlo, Valerio descubre que Julio y el hombrecillo son en realidad la manifestación de la "locura" de la autora, que han manipulado a Valerio y que lo tienen en su poder. A la autoconsciencia de la autora la encierran dentro del "Palacio de la Memoria" y en su lugar ponen a Valerio. Cuando Valerio despierta encarnado en la "autora" descubre que la pobre está en un manicomio, y él no puede comunicarse con nadie porque, al momento de conectar y desconectar los recuerdos de la autora, para que Valerio sin perder su identidad tenga los recuerdos necesarios para sobrevivir en el mundo real, se equivocan y desconectan "castellano". 

Pero el cuento se ha vuelto a descomponer porque ya no hay modo de hacerlo funcionar. Entonces el Valerio que se había entrevistado con el psicoanalista uruguayo aparece de nuevo en escena...


Quijotescas II

De pronto se encendió la lámpara que, balanceándose, colgaba del techo sobre una mesita de madera. Entre las sombras, un hombre vestido con traje de raya de gis se quitó primero el saco y lo colgó en el respaldo de una silla, luego el sombrero, que dejó sobre la mesa, y finalmente se sentó, apoyando los codos en la mesa y frotándose nerviosamente las manos. Hundió lentamente la cabeza entre los hombros, vestidos con impecable camisa blanca y un par de tirantes, hasta que se quedó totalmente quieto, con la frente apoyada en las grandes manos. Poco a poco el saloncito se fue llenando con otros hombres. El ambiente se fue volviendo poco a poco turbio por los susurros, saludos y cigarros que, uno tras otro, se iban prendiendo. La mesa parecía demasiado pequeña y había pocos lugares, así que la mayoría tuvo que permanecer de pie. Al percatarse de la llegada de la gente, el hombre volvió a la intranquilidad, comenzó a carraspear y a cambiarse de posición, echaba el cuerpo hacia atrás, luego hacia la mesa… no podía estarse quieto. Finalmente un hombrecillo se paró junto a él y algo le susurró.

 El hombre por fin puso la cara bajo la luz: Valerio le contestó al hombrecillo:

–A ver… ¿están todos aquí?

–Sí jefe, ya llegaron todos. 

 Apretando los dientes, Valerio susurró al hombrecillo agarrándolo con fuerza del brazo:

 –¿Y… el Doctor? 

 –¿Cuál Doctor, Jefe? 

Valerio le lanzó una mirada furiosa al hombrecillo, apretó los dientes, y finalmente haciendo acopio de paciencia, le dijo lo más lento posible: 

 –El Doc-tor… el psicoanalista uruguayo que se apareció aquí la otra vez 

¡Ah!–dijo el hombrecillo, alzó la vista como buscando y luego contestó –¡no! no ha llegado. 

–Ya me dí cuenta de eso– 

Valerio le apretó aún más el brazo lo que produjo una mueca de dolor en el hombrecillo

–¡Búscalo!– 

El hombrecillo, tomándose el adolorido brazo, desapareció. Entonces Valerio azotó la manaza contra la mesa y todos los presentes se callaron de golpe:

–¿Alguien me puede explicar qué carajos está pasando aquí? 

Visiblemente asustados y viéndose unos a otros, ninguno se atrevió a contestar. Valerio se tapó la cara con las manos, dio un hondo suspiro, y recuperó la compostura. Ahora hablaba despacio, casi afable:

 –Bueno. Les voy a explicar lo que está pasando aquí. La historia volvió a detenerse. Pero no sólo eso, sino que ahora sí, realmente, se descosió. ¿Alguien me puede explicar por qué al verme al espejo tengo cara de puberta caguengue? 

La multitud estalló en risas, lo que enfureció a Valerio que volvió a golpear la mesa.

 –¡Basta! ¡Ya los quiero ver en mi problema! ¡Yo no sé qué tenga en la cabeza esa maldita loca, pero esta historia se tiene que acabar ya! ¡esto es monstruoso! ¡desagradable! 

 Todos lo miraban sin comprender, aparentemente, nada…

 –¡Dónde está el Doctorcito uruguayo! 


–Aquí estoy Valerio, calmate ya… 

 –¡Usted me dijo que iba a resolver este problema y mire en el que nos metió a todos! ¡Cómo voy a controlar la historia así!... ¡y tú! ¡sí tú!– le gritó Valerio a uno de los hombres que estaban en la mesa– ¡quítate y deja que el doctor se siente! 

–Valerio, ¡por el amor de Dios! ¡Vos no podés controlar la historia ‘metiéndote’ a la historia porque sos la historia! ¡Estás en otro ‘plano’! Si vos fueras… si vos fueras eso en que se convirtió tu personaje… 


–¡Pero qué carajos es ‘mi personaje’! Ni siquiera lo entiendo bien… 

 –Es una representación mental, Valerio. Vos sos solamente un personaje.

 –¡¿Sólo un personaje?! ¿Cómo que “sólo”? ¡Yo soy esta historia!– gritó Valerio golpeándose el pecho– ¡Sin mi no hay historia! 

El ‘doctor’ tomó un puro que le ofreció uno de los hombres. Con mucha lentitud lo tomó, lo olió, cortó una de sus puntas con un instrumento que le facilitó otro hombre… todo lo hacía lentísimo. Valerio puso las manos sobre la mesa: sólo se alcanzaban a oír los movimientos del doctor y la respiración de Valerio en toda la sala. Su espalda subía y bajaba despacio. El ‘doctor’ continuó, despacio, con su ritual… a punto estaba Valerio de golpear de nuevo la mesa, cuando finalmente el doctor lanzó la primera bocanada… 

 –Mirá Valerio. Yo te hablé del Deus ex machina, pero vos no me entendiste bien. No entendiste nada. No se trataba de que vos entraras a la historia: eso es im-po-si-ble. Es impensable… Pero por tratar de hacerlo, volviste a tu personaje una representación mental y… 

–¡Cómo va a ser imposible, carajo! ¡Eso es lo que pasa en el Quijote ¿no?! ¡Entra Cervantes y… 

–¡Cervantes, Valerio, Cervantes! ¡¿qué es lo que no entendés?! ¡no es que el Quijote se desdoble como un personaje esquizofrénico! ¡El elemento ‘real’ se vuelve personaje, no un personaje hace de sí mismo un personaje! 

Valerio se llevó la mano a la boca… ¿qué carajos había tratado de hacer? Entrar, entrar a la historia y controlarla desde adentro. ¿No había sido esa la sugerencia? ¡Claro!, no podía entrar así como así, como diciendo “estúpida autora, yo vengo a tomar control de todo esto”… no, tenía que respetar las reglas de su personaje y la de la narración. Y eso hizo: ‘inventó’ una historia donde ‘él’, la ‘representación’ de ‘Valerio’ entraba a la cabeza de la historia y… 

 –¡¡¡La maldita cabeza era una metáfora ¿no?!!! 

 –¡¡Y vos lo tomaste literal!!, ¡¡boludo!! 

 El doctor respiraba, iracundo, con dificultad. Valerio se dejó caer sobre la silla con cara de niño regañado.

 –¡Podés usar tinta de cuantos colores querás, pero no por eso vas a verte a vos mismo ahí ‘adentro’! ¡Vos no entraste a la ‘cabeza’ de la autora! ¡Lo único que hiciste fue generar un personaje nuevo: “la autora” con comillas, y la ‘cabeza’ de la autora es parte del escenario narrativo!, ¡boludo! ¡Y vos sos un conjunto de reglas! ¿Cómo es que querías verte ahí, a ti mismo? Sos un psicologista idiota… Vos que no sos sino un montoncito de palabras… 

 –¡Pero traté de resolverlo!– gimió Valerio –¡Traté de ‘sacarme’ de la cabeza de la autora! De pronto un silencio sepulcral se hizo en la sala… y, como una explosión todos los presentes gritaron al unísono: 


 –¡¿”Trataste”?! 

 El hombrecillo –un poco vengándose– tomó a Valerio del brazo, lo miró azorado, y le dijo:

 –Jefe… ¿usted ha estado dirigiendo toda la historia? ¿eso de que se metía a la ‘cabeza’ de la autora, la aparición de Julio… todo eso… ¿es invento de usted? 

 –¡Pues sí! ¿y qué? Según yo de lo que se trataba es que el personaje, que tiene sus propias reglas, usara las reglas de la narración para manipular la historia y…

 El doctor se llevó ambas manos a la cara…

 –Valerio… quién ha metido a todos en este laberinto sin salida sos vos. Tenés que resolverlo vos, como si fueras el autor… ¡porque sos el autor, boludo! ¡porque sos el narrador estructural del relato! 

 –¿El qué?– 

dijo Valerio, pero el doctor no lo escuchaba.

–Esta es la última ayuda que puedo ofrecerte: “Intertextual”… 


 –¡qué! ¿inter… qué? 

Pero el doctor ya se había ido. Para desesperación de Valerio, todos se comenzaron a retirar. Apenas alcanzó a tomar del brazo al hombrecillo:

 –¡No! ¡Tú no te vas! ¡no me puedes hacer esto! 


 –Aquí estoy, jefe, no me voy… soy un apéndice suyo ¿se da cuenta? …bueno… y… ¿y ahora?

–No sé… no entendí eso de… ¿qué dijo el doctor? 

–No sé, pero mire la mesa…

 Sobre la mesita de madera había un montón de libros. Uno era una edición del Quijote de la Mancha, con un separador que marcaba justo el inicio de la segunda parte. Otro era un tomo, forrado en terciopelo vino, que decía “De anima”, y un tercer libro, amarillo y pesado, que decía La Torre. Valerio abrió el libro donde había un separador. En silencio algo leyó ahí y poco a poco fue levantando las cejas hasta que los ojos quedaron redondos como platos.

 –Este… esta… esta descripción se parece mucho a Julio 


–Y ese libro, al igual que el Quijote, sí existe en “la realidad”, Jefe… el Doctor acaba de darle la clave para resolver toda esta historia… le acaba de dar su deus ex machina… –Sandor Hoffman…

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