20 junio 2012

Umbrae



Estamos tan solos, solos.
Tan solos, que usamos el plural sin justificación alguna.
Prendes la luz para que venga la sombra.
Tan fiel ella, tan solidaria.

Baja la lámpara, sí, ahí, ahí está bien.
Mueve las manos frente a ella que la sombra quiere volar.
Ahora aúlla. Ahora te hace muecas.
Sombra bailarina. Sombra mía.


Prende a todo volumen el radio. ¡Un coro entero ha sido invitado!
¿Galletitas? ¿leche?
¡Ay pobre cisne! ¡se queja de que lo asan!

Te dije que me faltarían las fuerzas.
Te reíste (¡ay tu risa!)
Ni que tuvieras 80 años, dijiste.
Pero es que no sabías que era esto lo que temía.

Me saqué el alma para meterla a la lavadora.
Se encogió. No leí las instrucciones de lavado.
Me puse la sombra en lo que averiguo cómo
extender de nuevo al alma.

Prende la lámpara, bájala. Ahí, sí, ahí.
La sombra quiere volar, quiere salir por la ventana.
La sombra, muda, aúlla.
No apagues la luz, que entonces se ensancha.
Y lo cubre todo.
Y ya no baila.







1 comentario:

luciana Rubio dijo...

Me encanó la sombra que baila mientras cuentas la distancia a los 80 años. Es infinita, ya lo sabes.