15 julio 2012

spiritus


A veces escribo aquí única y exclusivamente porque tengo la infundada esperanza de que vengas a leerme. Pero verás, no se trata de que quiera darte uno o más mensajes como signos que intentaran decir algo. No. Es otra cosa. Vengo a abrir mi alma (un alma con exclusas y grifos y medidores de presión) para sacar un chorrito de lo que hay ahí, vulgar símbolo natural que solamente te informa de que estoy aquí sin necesidad de querer comunicarte nada. 

Vengo y expongo gotitas de mi alma para que vengas y las mires. Y, entonces, como cuando los amantes se separan y quedan de ver la luna a la misma hora para tocarse a cósmicas distancias, me enfundo en la teoría extramisiva de la luz de Euclides: los rayos que emanan de tus ojos, al venir a verme, me tocan. Y es el único modo en que, cuando me adviene el extrañarte, se me ocurre cómo encontrarte. 

Un pneuma sutilísimo y que inunda, desde donde estés, toda la atmósfera terrestre, me toca. Y me acurruco entre los brazos/rayos de tu mirada. 





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