Tenía que contar el sueño antes de que se me olvidara. No, no importa tanto el contexto: que yo me peleaba con mi mamá con ese tipo de peleas que teníamos cuando yo era adolescente. Y tenía un perrito negro, que era como mi gato, pero en perro. Y me escondía dentro de un clóset y... hasta ahí todo es absurdo y psicoanalítico y, digamos, normal en un sueño.
Lo extraordinario es que entraba a una biblioteca para fumadores. Tenía largas mesas donde la gente llegaba a conectar sus computadoras, se sentaba y se ponía a trabajar fumando. Y tenía meseros, pero eso, digo, es secundario...
Ese fue el sueño. Y ya.
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