24 noviembre 2012

Propinquity


Estoy en la introducción y la conclusión. Me pone nerviosa. No sólo porque debí mandarlas hoy (bueno, casi las tengo ya), sino porque quisiera decir un montón de cosas que, de una buena vez, asumo que no diré. Pero no vine a hablarles de eso. De hecho no debería venir a hablarles de nada. Es más. No les hablaré. 

Adiós. 

Bueno, sí, les hablaré tantito... en lo que se me baja el dolorón de panza que me provocaron tres kilos de mandarinas comidos sin moderación... por cierto: no abusen de las mandarinas. 


***


Propinquity es de esas palabras que primero entiendo y me tardo un rato en razonar en qué idioma las estoy leyendo. Y no sé cómo llegué a ella, y cómo eso me llevó a la Wikipedia donde leí esto: Píquele aquí. Y llegué a la parte de Virtual propinquity y me quedé pensando en todas las cosas que han y me han ocurrido gracias al internet 2.0. 

Yo los llamé. Sé que no me encontraron por accidente. Sé que lancé muchos, pero muchos anzuelos para que me encontraran. Y sé que lo hice alevosamente. Y, sin embargo, no fueron ellos mis primeras víctimas...

No fueron los primeros. Ya antes había usado a esponjita para interactuar con alguien. Pero aquella vez no se trataba de que me leyera, sino que yo lo leía y le daba mi muy personal parecer... esponjita era una criatura itinerante del 2.0, se metía a pelearse con todo mundo en cuanto blog podía.

Pero fueron mis primeros lectores. La misma noche me enteré que ambos me leían. De uno lo sospeché. Del otro, obtuve la más absoluta certeza (cierto filósofo director entonces de cierto instituto me explicó como fue a acusarme con él). Y fue entonces que tuvo todo el sentido del mundo cuando, al traducir del griego, hacía una pausa y decía el artesano, y yo me hacía la occisa pues ¿cómo podía estar segura de que aquello eran símbolos secretos y llenos de intención? 

Pero lo eran. Y entonces fue que pasé de contar las impresiones que despertaba en mi y comencé a escribir esto a modo de cartas a sabiendas. Y esto se volvió un epistolario de un solo sentido.  

De un solo sentido y aquí volvemos a la Propinquity. Es una cercanía unidireccional. O al menos es un círculo comunicativo muy sui generis. Cuando él trata de acercarse, en lugar de esponjia queda una muda que actúa como si estuviera frente a un extraño... quien articula, con su preciosa boca, su nombre verdadero. 

Cuando vienen y me miran ¿qué miran? No sé. Porque ellos conocen las dos caras de la moneda: la  tejida de palabras y la de carne que puede a veces sostener la mirada, y a veces no. Yo sólo conozco una: la impenetrable segunda persona. Y, en el fondo, espero que nunca hayan confundido la primera persona con el tejido de palabras. Y que sepan –como sé que lo saben– que todo esto reflejos en un espejo, y enigmas. Y sólo deseo, al menos de uno, que su paciencia alcance para conocerme cara a cara

...propinquitas...

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