23 septiembre 2014

La bienaventurada

Sus desventuras fueron grandes: perdió una hija en la flor de la edad y un matrimonio desafortunado y breve amargó el centro de su juventud. Su voluntad, errática y emancipada de su razón, le puso y pone trampas a algunos de sus empeños. Y sin embargo, en todo lo demás ha sido dichosa y bienaventurada. En todo caso, una de sus mayores desventuras fue tardarse años en poderlo ver con calma y regocijo. 

Su maternidad fue muy feliz, a pesar de estar marcada con las pérdidas y las separaciones. Sus tres hijos fueron, cada uno a su modo, muy inteligentes y de corazón noble. Pero, incluso más importante que todo aquello, ella se dejó enamorar por ellos tres. Es el amor que sintió por ellos la verdadera bienaventuranza. Las soledades del lecho vacío ahí se quedaron, porque la mesa y la sal, y las tardes en el sillón viendo programas del canal 5 eran plenificadas de sus compañías. No hubo jamás un reclamo de aquellos que las madres amargadas hacen: jamás nos culpó de no poder hacer algo en la vida. Éramos don, y donados nos sentimos siempre. 

Además fue dotada de una enorme belleza, y todos los excesos de su apetito no hicieron mella en su salud ni su figura sino hasta ahora, que roza la senectud. Y hasta la gracia de no padecer diabetes le fue dada acompañada de la gula por los dulces de leche, los jamocillos y las nueces. 

Vino de una cuna noble, sumamente humilde. Entre sus dos padres, cuenta ella, apenas juntaban el salario mínimo. Él era alfarero y ella lavandera. Pero la casa estaba llena de libros, de música y pinturas; y él, en Navidad, hacía minúsculas lamparitas de papel que, dentro suyo, llevaban una velita. O con caja, una vela, y vidrio ahumado, les hacía sesiones cinematográficas con cuentos y narraciones extraordinarias. Ella era una madre a la que mi madre extrañó mucho a causa de sus largas jornadas laborales, pero cada centavo ganado iba directamente a la educación, los libros y las escuadras que necesitaban las niñas. Y ante el capricho de estudiar Física, carrera exótica que sólo se impartía en la capital, la ya viuda armó maletas y mudanza y hasta el Distrito Federal viajaron, porque el fin de la vida era hacer lo que más nos plazca, y si el placer estaba en la Facultad de Ciencias, hasta ahí había que viajar. 

Ahora mi madre lee a Aristóteles. Lee su Física y se sorprende al descubrir que el Estagirita no era ningún ingenuo, ni erraba en todo, ni erraba en nada. Viene y, en las puertas de la senectud, les enseña a sus alumnos sobre la potencia, el horroroso vacío, y el imposible infinito. Su mente, educada en la estrictísima formalización matemática, reconoce inmediatamente el poder de un sistema formal que pretende explicar el mundo gracias al término medio. Y viene y me cuenta, plena de dones, cómo es que alguien que posee de una inteligencia privilegiada, una belleza graciosa y una maternidad feliz, tiene miedo de ser ingenua. 

¡vaya!– le digo yo –¿no es demasiada codicia pedir también esa perfección?


***

Decidí tener hijos el día en que vi a Valerio, en su casa, acariciar el cabello de su benjamina, y luego tomar, con la punta de sus dedos los de ella. Me di cuenta entonces de que estaba contemplando a un hombre absolutamente enamorado. Y yo, entonces locamente enamorada de él, me conmoví hasta la médula del espinazo. Envidié entonces no el ser así de amada, sino amar así, tan luminosamente. Y horas después, mientras mi espíritu se encontraba enturbiado por los humores de cierta yerba verde con la que me había excedido, tuve una revelación: mi historia de amor más intensa, más sufrida y más feliz había sido aquella que tuve con mi madre. Que ella fue quién me añoró siempre, y cuya presencia es fin y plenitud constante de toda mi infancia. Y es que así cómo su pena vino de la absoluta naturalidad con que le fueron otorgados sus dones, gratuitos y en bandeja de plata, así cualquier pena mía proviene de no saber reconocer hasta qué profundo grado he sido amada. 

Bienaventurados los amados y los que aman que ellos, los mansos –dulce Luciana– heredarán la Tierra. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

:3