01 octubre 2019

La historia de Ñovio, primera parte.

Queridos y fieles lectores:  

¿Desde hace cuánto tiempo que no escribo en el blog? Más de dos años, parece ser. Y para mi propia sorpresa, sigo en Alemania, y vivo en Múnich. Cuando llegó el avión a Alemania, alemanizamos en Múnich. Y como que hasta ese momento me cayó el veinte de que había cruzado el Atlántico y me encontraba del otro lado del mar.

Desde esta biblioteca escribo.
Esta foto la tomé hace más de dos años.
Les presento la Bayerische Staatbibliothek
(o Stabi, como le decimos de cariño). 
Llegué en pleno Oktoberfest, pero yo no sabía, porque llegué en septiembre y... yo no sabía tantas, pero tantas cosas. No sabía que no las sabía. ¡Ay, si tan solo les contara! 

Estamos en octubre de 2019, que me suena al año en que la Sonda Fulanita Voyager iba a llegar por fin a Plutón plutónido, o al año en que íbamos a colonizar Marte, o al año en que ocurre Blade Runner o... o así cosa como muy del futuro. Cuando era niña pensaba también en el 2020 como el año en que ya iba a ser viejita, porque ya iba a tener 40 años. ¿Recuerdan mis cuarentofilias? Ahora soy yo, yo mera, yo misma la cuarentona. 

¡Dios! ¡Cuántas cosas han pasado y no he sido yo ni para venir a dejar una notita y contarles tantos portentos maravillosos! ¡Tantos sustos! ¡mi primer invierno arriba de la latitud 50º! La noche en que todo el suelo en Bonn quedó hecho hielo y por poco no puedo llegar a mi casa. El primer día que toqué la nieve, o cuando por fin identifiqué un copo y le pude ver toda su filigrana de copo de nieve. O cuando casi muero de frío porque la casera se negaba a prender la calefacción, y entonces conseguí la súper oferta de una cobija de pluma de dinosaurio ¡a 29 euros! (que es una bicoca y que la señorita que me atendió no lo podía creer ella misma). Y ni les conté de mis enamoramientos platónicos con señores Mayores! (o sea, no he cambiado tanto). Tanto que ha pasado...

Esa foto también fue en Colonia.
Me la sacó EL PROTAGONISTA
de este post.
Así que les voy a contar de un enamoramiento platónico con un tuitero. ¡Sí, señoras y señores! ¡con un tuitero de tuiter! 

Un día, en México me presentaron a un tuitero... quesque porque sabía alemán. Y pos buen tuitero, simpático. Se juntaba con los escribidores del tuiter y gente de esa muy seria y muy culta y muy ingeniosa. Me lo presentaron quesque para practicar (¿se acuerda alguien de quién fue quien me lo presentó?)

Poco tiempo después él tradujo un poema de Celán al español, en su blog (¡BLOGUERO! ¡ESCÁNDALA!) y junto a la traducción publicó sus consideraciones traductoriles. Áquí píquele para que las lea. Y es que... bueno. En esa etapa de mi vida (que sigue siendo ésta), encontrarme políglotas era el equivalente a admirar hasta la baba al muchacho guapo que tocaba la guitarra en la Prepa.

Y traté de encontrar una foto suya para ver qué tan guapo estaba, pero nomás no lo logré (luego encontré al que en ese entonces no sabía que era su homónimo... pero ¿acaso alguien me sacó del error? creo que no, pero cuando llegué a Alemania ya sabía yo que no era él).

El caso es que algunos meses después, ya con las maletas hechas, le mandé un mensajito de tuíter que para a ver si coincidíamos alguna vez en Múnich para tomarnos un Munichino (ay, yo tan ingeniosa, válganos dios). Y dijo que sí. Y cuando llegué finalmente a Bonn (cosa narrada muy escueta pero suficientemente en el último post, se hace dos años) me mandó un mensajito y me dijo que él sabía qué era eso de llevar la vida en una maleta, que le dijera si necesitaba algo. Y YO SUSPIRÉ.

Ése es el Isar.
El río de Múnich.
Ésa, soy yo con el pelo largo.
Y así pasaron como dos o tres semanas. El caso es que yo todavía estaba en estado de SCHOK cultural (sí, con sch porque ALEMÁN). En ese tiempo no tenía más internet que el del cuartito rentado, y yo me sentía toda aterrada de todo, y del metro, y del viejito que me persiguió y sacó fotos en el metro... AHAHAHAHAHAHA. 

Entonces ÉL me mandó un mensajito y me dijo que tenía que ir a Colonia, o sea, a Köln, y que pues podía pasar a Bonn por mí, y que para conocernos y así y asá y yo pues ¡sí, chido, qué emoción, me late, viva! Y así fue. 

Y llegó ese día. Iba a ir en carro por mí. Yo me eché todo el perfume de la única botellita que tenía encima, y me maquillé y me puse aretes, y colorete. Y en ese tiempo tenía yo muy poquita ropa en Bonn, pero de todos modos me puse la blusa que traigo ahorita puesta (las fotos lo confirman). Y él llegó, en su carro negro marca Pirrurris, modelo Pirrurris, y lo vi y mi primera impresión fue "ay...". Así. Sin interpretación alguna. 

Era un tipo simpático. Y, como diría muchos años después mi papá, "muy señor". A mí, que en ese momento no tenía consciencia de mi propia volumetridad e índice de masa corporal, me pareció un poquitín subido de peso para el Schwarzenegger que imaginaba me iba a venir a recoger... en los dos sentidos de la palabra, seamos honestos.

Esta torre está en Múnich. 
Y me llevó a Colonia y ¿sabían ustedes que Colonia es la ciudad más bonita del universo? Y yo me divertí mucho... aunque no quería platicar. Él me contaba de su vida, y de su historia, y de Colonia, y me explicaba la ciencia oculta detrás de los nombres de las calles de las ciudades alemanas... y me contaba y me contaba, y luego me preguntaba que porqué yo no le contaba nada... pos ¿cómo decirle que seguía en SCHOK? 

Ahora que lo pienso, yo me salí de México sabiendo que no iba a volver. Pero sin saberlo ¿ven?. Antes de venirme organicé una comida con mis amigos, ¡incluyendo a los que alguna vez fueron protagonistas de este blog! Y una de mis amigas me dijo que "bueno, era obvio que querías invitar a todos tus amigos, te me estas despidiendo". ¿Despidiendo? ¡Pero si voy a volver en un año! Le dije, me dije, me lo creí, y me fui. 

Ahora a la distancia pienso que huí de los últimos 10 años de mi vida. Venía huyendo de la muerte de mi abuelita Aurora, y de haberme ido a vivir sola por primera vez, y de cómo todo mi proyecto de pareja acababa de fracasar muy estrepitosamente. Y huía de una maestría que me dejó la espantosa sensación de que lo único que no importó fue la tesis. Huí también de no haberme atrevido a aplicar al doctorado en el extranjero.

No tenía mucho qué platicar. Así que ÉL me platicó... y me llevó a la Universidad de Colonia, donde había estudiado ni más ni menos que matemáticas (hacía poemas y matemáticas, la mojación estaba muy intensa), y me llevó, no para que me yo admirara por el verde y dorado paisaje otoñal de los jardines universitarios sino PARA VISITAR LA ESTATUA DE ALBERTO MAGNO. Ni más ni menos. Para ver esa estatua con la que soñé y recontrasoñé y acaricié y amé. Y me sacó fotos en ella. Y yo fui muy, muy, pero muy feliz.

¿Quién creen que es el autor de la foto.
Sí, traigo en este instante puesta esa blusa.
Sí, ése es Alberto Magno, esa gordis, soy yo.
Sí, lo estoy viendo a él. 
Y ocurrió que finalmente llevamos a devolver el carro pirrurris porque era carro rentado. Pero más importante, porque él quería poder beber sin límite en el lugar al que íbamos a ir. QUERÍA BEBER. SIN LÍMITE. Y yo me preocupé porque pensé "ya se me hacía que esto no iba a ser gratis" así de mal pensadota, sin embargo, ahí voy diciéndole "ok". 

Y a pie fuimos A MI PRIMER RESTORÁN ALEMÁN, así como de película, todo muy emocionante. Y pidió carne tártara y yo ¡no mames, no me voy a comer esa carne cruda con cebolla! ¡pero qué rica está con pimienta! Y mientras la Kolsh (la única cerveza que es también un dialecto... sorry, el humor es alemán) decía, y mientras la Kolsh llenaba vaso tras vaso, de pronto la idea de que me hubiera llevado ahí a algo más que comer SCHWEINHAXE me pareció muy buena, muy seductora, muy emocionante, y sólo me preocupaba cómo le iba a hacer yo para rendir en el mero momento, a pesar de la indigestión cerdística.









Este es el impronunciable SCHWEINHEXE
Demasiado delicioso

Pero ¿qué creen?

Pos que acabamos de comer, salimos a caminar y seguimos platicando y platicando, y luego llegamos a la estación de Köln y me dijo: "Si quieres venir a Múnich a conocer la nieve, te espero". ¡¡¡y me dio un ñoño besito en la mejilla y se despidió y se fue!!! Y yo me quedé toda ganosa y, sinceramente, con el corazón un poquito lastimado porque pos... pos es que yo sí quería ¿saben? Si quería. 

Luego, meses después, él se acordó de que yo quería ir a Múnich a conocer la nieve. Claro: ya al fin la había conocido yo en Bonn (¡y no escribí ni un méndigo post al respecto!), y ya casi era 21 de marzo, pero se acordó y me preguntó si sí iba a ir. Y pos yo dije...

PERO ESA ES OTRA HISTORIA, QUERIDOS LECTORES. Y YO TENGO QUE PONERME A ESCRIBIR ESA TESIS, QUE VA POR EL QUINTO AÑO, Y ESPEREMOS que ya salga. 

Les mando muchos saludos, y besitos y así. 

Los quiere

Esponjita. 


No hay comentarios.: