Letras Clásicas y la Escolástica

He de confesarlo, muerta de vergüenza:

No conozco bien a Kant, de Descartes sólo he leído las Meditaciones Metafísicas, medio mastico la jerga jaidegueriana pero no le entiendo aún bien, Hegel me sigue pareciendo una dura piedra (algo así como una piedra filosofal hecha de uréa: si usted consigue tragar tal cosa, todo lo demás se hará claro y prístino como el agua.
No he terminado de leer el Tractatus: siempre me atoro a la mitad de la proposición 4, y, lo que es una vergüenza insufrible: aún no se moverme libremente en el sutilísimo lenguaje de la escolástica medieval.
De todos los hechos referidos con vergüenza, el peor el de Kant y el de la Escolástica, porque uno es un parteaguas entre lo de atrás y lo de adelanto (en serio me animo a demostrár lo escolástico de Descartes)... y lo otro, porque se supone que seré medievalista.

Pero la cuestión de la escolástica aún es todavía más grave, y eso a propósito de mi aventura en Letras Clásicas:
Resulta que hay dos materias de mi segunda carrera que no son dadas por clasisistas sino por gente lingüística, la cual hasta ahora sólo se puede encontrar en el colegio de Hispánicas: teoría literaria (la cual, por cierto, es especialidad de Letras Modernas), e introducción a la Lingüística.
Y, para mi enorme sorpresa, a pesar de la inconciencia sobre este hecho de sus maestras, es una materia directamente relacionada con la escolástica medieval.

Gran sorpresa me llevé cuando me dí cuenta de que Sausserure (sorry la horrografía) en su Curso de Lingüística General retoma los grandes problemas que atosigaron a Ockam, Abelardo, Suárez y todo lógico denso de aquellas épocas. La relación significante y significado, la disputa de los universales y demás tópicos medievales se replantearon en tan extraordinaria obra.
La otra sorpresa fue llegar a un curso de Teoría Literaria en donde el punto nodal de la crítica teórica del siglo XX resultó asemejarse demasiado a la revolución lógica que los Camrbidges y los Oxofordes (oxonienses, pa' que me entiendan) llevaron a cabo en manos de Frege, Russell y, por supuesto, Wittgenstein.

Y mi desesperación fue grande, cuando me ví reconociendo tópicos y temas que no domino fluídamente, como la columna vertebral de dos materias que son aquello "teórico y moderno" que tiene mi anquilosado segundo colegio.

Ciertamente ambas maestras (sobre todo la segunda) tienen grandes prejuícios contra demasiadas cosas: contra lo viejo, contra la biblia, contra el clasisismo, contra todo lo que representa, en cierto modo, la naturaleza del colegio y de sus materias de estudio.
Pero también es verdad que establecer la conexión entre la lógica filosófica (aunque suene a rebusnacia) y los estudios más acá de la lingüística y la literatura modernas, es fundamental para que dejemos de hablar lenguas distintas, creyendo por ello erroneamente que hacemos cosas diferentes.

Yo, toda exitada por mi nuevo descubrimiento, me metí en broncas en Teoría Literaria, porque ahora resulta que he de hablar del segundo Wittgenstein y su relación con Derrida (¡¡¡¡help!!!!)... pero por eso reafirmo una tenue convicción que acabo de adquirir:

NADA TAN BUENO LE PASÓ A MI CAMINO FILOSÓFICO COMO ENTRAR EN LETRAS CLÁSICAS.


La esponja orgullosamente clasisista (que no clasista)