31 mayo 2008

El sagrado vino


Hay un ojo que se eleva sobre todos los ojos. Es un ojo privilegiado, tocado de divinidad. Él lo ve todo. Todos los ojos ven partes, ven hasta donde se quiebra su horizonte. Esos pequeños ojos anhelan la visión panóptica del ojo divino. Quisieran encontrar una escalera para ver más allá de donde el horizonte se quiebra, para ver dentro de los otros ojos.


Un ojito mortal decidió un día investigar cómo reflejar la omnividente mirada en su ojito, pues pensaba que no sería difícil. Bastaría el proceso del espejo cóncavo: si se pule con habilidad, todo el infinito podría caber en un espejo (quizás el ojito pulía lentes, quizás era fílósofo, quizás se llamaba Baruj). Y así buscó la fabricación del espejo ocular que permitiera a su mirada aliqua portio creaturae tuae llenarse de omnividencia. Y con delicada geometría armó el armatoste especular.

Lo que el ojito bendito no sospechaba era que muchos otros pulidores de lentes profesionales se dedicaban a la misma tarea. Y llamaron al gran ojo Intelecto Agente, también Ángel, también Sujeto Trascendental, también lo llamaron Espíritu. Y todos se daban por satisfechos con su tarea, pues en general habían reproducido la forma en la que tal ojo debería ver. Pero ninguno atinaba a saber cuál era el contenido, y mucho menos alcanzaron aquello que en verdad deseaban: la relga de oro de lo malo y de lo bueno.

Hubo ojos para quienes las necedades de éste siglo nuestro no eran menesterosas de investigación, y se encerraron en eremitas escondidas en las grutras de la cordillera de Las Cuencas. Veían hacia dentro, y no tardaron en mirar al gran Ojo: su infinitud, su perfección, las razones de formación del mundo.

Hubo otros ojos para quienes lo fundamental era encontrar la regla de oro del bien y el mal. Pero para hacerlo, primero debieron encontrar la verdad, es decir, poder ver la mirada infinita del gran Ojo: una mirada que les dijera qué era bueno y qué malo. Qué era tonto y qué sabio. Qué era una necedad y qué era necesario. Si ofrecer libaciones a la tierra era vacuo y una necedad de simples, si la pureza es un concepto que depende de las bacterias y no de la santificación de Apolo. Si hay más magia en lavarse las manos que en prender una veladora a San Juditas Tadeo.


Unos ojos se burlaban de otros porque aquellos trabajaban duro todo el año. Todo lo ahorraban con minucioso cuidado para hacer el día de la fiesta del patrono del pueblo un gran fandango. Ahorraban cada centavo para coser los trajes, pegar los espejos, engordar los cochinos, pintar la Iglesia. Ese día era maravilloso. Pero ya no tenían capital para invertir en mejor semilla ni en fertilizante más caro. Y los ojos se burlaban y los consideraban unos ojos simples y necios. Pero tal juicio tenían porque su mirada era pequeña, y no sabían que para aquellos esa fiesta era el sentido de su vida.


La burla proviene de la vana ilusión de poder contemplar al Ojo, al gran Ojo. De empequeñecer con nuestra mirada la del Mismo Ojo. Comprender al otro ojo es tener fe en que es verdad que hay vino puro y vino impuro, que hay días sagrados y días profanos. Que hay tierra santa y que hay que regarla con nuestra sangre. Que esta tierra es nuestra casa aunque nos cueste la sangre. Ningún ojo que viva fuera de Palestina o Israel puede comprender por qué provoca tanta sangre un pedazo de tierra. Nosotros vemos sólo uno pedazo, y a lo sumo comprendemos su valor estratégico, el deseo que su control despierta en los bolsillos de Zares y Reyes. Pero ahí, esos ojos, miran dos estados diferentes. Ahí la sangre revienta porque dos estados no caben en un pedazo de tierra. Esa es la tragedia de no poder ver al gran Ojo; de no dar con la regla de oro...


Una esponja polióptica

3 comentarios:

La machincuepa dijo...

dejá de escribir gillipolleces, mujer fría y frígida!!

Deja de envenenar la blogósfera con debrayes sosos. Oh! tú, pariente de Bob!!

Esponjita dijo...

Válgame pajarito Fenicio: yo que ya había dado por hecho que nadie iba a leer este post.

No confundais, pajárito machista(con su acento en la á), no confundais la agudeza con lo masculino, ni lo femenino con la simpleza sabor frambuesa.

La muy orgullosa prima de Bob Esponja

quique ruiz dijo...

Yo sí quería comentar este post, pero pero pero...