15 octubre 2008

Lentes oscuro y la chamarra en el hombro

(a dios gracias, ninguno de quienes lo vieron viene a visitarme al Blog)

Miren, les explicaré: se llama proceso de Transferencia.
Eso de poseer un catálogo de conceptos útiles para desacreditar pasiones impertinentes, resulta sumamente útil cuando un ha perdido total control de sí, y, conciente de tan debilidad, escucha uno horas y horas reflexiones sobre la incontinencia en Aristóteles.
Pero, como sea, se llama proceso de Transferencia, y me pone maniaca, furiosa, fuera de mí.

Caigo rendida a sus pies. Aún no comprendo por qué. Será el desvelo, la ausenci de horas de sueño. Será que soy pequeñita y lo veo alto alto... será que no es la altura sino me da un voto de confianza. Será que me da vergüenza, mucha, tanta vergüenza no ser digna de su mirada.

Será que soy una puberta.
(Dicho sea de pasó: existimos todo un club de las pubertas. Nos reunimos todos los martes a las cinco de la tarde. Ya somos grandes -bueno, unas más que otras... yo más que todas-pero tenemos peluches, escribimos cartitas, hacemos planes para visitar a la prenda amada en común, nos burlamos de nosotras... dos de ellas son bellísimas. Una es bella e inteligente... la otra es una pobre gordita con lo dientes manchados de cigarro, siempre despeinada y fachosa, y ya casi treintona... ¿qué más puedo decir?)

Será que yo, campanita de alegría, no pude con tanta presión: la clase madrugadora en inglés con el italiano que baja la voz en las últimas palabras. Las tres horas de sueño. Un novio inexplicablemente histérico. Sin un centavo. Un restorán mamón con mesas pesadas y pequeñas. Mis tacones ridículos. Sus larguísimas piernas que serían capaces de cruzar en tres zancadas el mundo entero.

Me vi en el espejo. Los filósofos tenemos la mala fortuna de vernos en espejos metafóricos.
Claramente me acuerdo: en la Historia sin fin Atreyu debe mirarse en un espejo: el segundo Oráculo. Ve a Bastian, pero el terror consistía en ver el verdadero mosnstruo que llevamos dentro (maldito heideggeriano de Ende). Y yo me miré en ese espejo, y me reflejé un infinito sentimiento de vergüenza.
Sentí como si me hubiera atrapado a mí misma in fraganti con las manos en la masa. Todo lo que no sé. Todo lo que no he hecho. Todo lo que no puedo. Todo lo que creí que sabía, que hice y que podía. Ví todo lo que no soy, y no paré de llorar.

Sé que es un clásico proceso de Transferencia. Porque uno no se anda enamorando de aquello que uno quiere ser. Pongámonos Fédricos: lo veo y la visión de la Belleza provoca picores bajo la piel. Son las alas que quieren salir para llevarnos de nuevo a Dios.
Lo veo y quiero ser él.

¡Cuántas veces molesté a Memo por hablar de la perfección moral! ¿no he caído en lo mismo?

Ayer, en medio de las lágrimas, comprendí que la mitad de ellas surgían de los ojos porque estaba conmovida. Lo ví trabajar. Lo ví mantenerse despierto, pensando, trabajando. ¿Procurándonos? Y no soy la única que lo piensa (estas pasiones sólo se pueden sobrellevar en compañía, tal y como en la secundaria, por alguna misteriosa razón, las niñas no podíamos ir al baño solas) (nunca, desde que salí de la secundaria me sentí tan así, tan puberta, tan enamoradizca, tan suceptible de la admiración. Tan niña. Será porque ahora de nuevo soy feliz).

Ayer, en medio de las lágrimas, comprendí que la otra mitad de ellas surgieron porque no he dormido, porque el cerebro se me ha hecho mantequilla, estoy agotada. Pero de todos modos quiero más. Es como si me salieran flores, es como si salieran zarcillos llenos de uvas gordas y moradas.

Ayer, cuando al fin se secaban las lágrimas y mi alma divagaba libre entre las cortinas y las patas de mis gatos... Ayer, cuando sentía la respiración de D en la nuca, su celosa respiración en mi celada nuca, pensé (juro que sólo un momento) en la misteriosa razón que lo hizo ir por una chamarra bajo el sol de medio día. Pensaba, justo antes de iniciar la fase R.E.M. que siendo hombre tan previsor, previó el frio futuro... pero también pudo suponer el efecto de su paso de gato, la chamarra en el hombro y los lentes oscuros (y eso último que conste, nada de Transferencia tiene: ahí sí se puso guapo el señor)

La esponja doblemente saudádica

4 comentarios:

Daniel G.G. dijo...

hipotesis sobre el hecho más vulgar (el de la chamarra): Quería evitar el cristalazo ¿no crees?.

Besos en los zarcillos, en las raíces

Diana dijo...

Tienes la boca llena de verdad, de verdad. Ese proceso me es infinitamente familiar. Chale.

Anónimo dijo...

Todo un revoltijo de sentimientos que no se puede desenredar con la ayuda de la lógica y que al pretender entenderlo solo se embrolla más con los razonamientos que se le adjuntan....
Cual transferencia, cual pubertad,ni que niño envuelto, Usted esta enamorada y la felicito.

Creo que sus capacidades intelectuales aprendidas no le dejan apreciar el toque de la magia, usted anda buscando donde está el truco y no se deja seducir por el efecto.

No hay truco esta vez, es magia pura, es amor y que Dios la libre de encontrar el fundamento, porque la magia desaparece.

Un consejo, si sus tacones son ridículos comprese otros zapatos, pero sobre todo quierase mucho.

Saludos de un odioso.

PP

Miriam Jerade dijo...

Chale, ya me dejaste picada con éste de la chamarra, yo por desgracia, dejé eso en la secundaria, digo por desgracia porque qué lindo es enamorarse de un desconocido y seguirle el rastro a su chamarra de piel...Yo ya sólo rezo porque algún hombre muy sensible, amante de la poesía, generoso y amoroso exista en algún lugar del mundo y se tope con moi. (espero participar en el club pero también que me pele el hombre en cuestión algún día, no me la voy a pasar correteándolo por las librerías)