Pero mucho antes que entonces, cuando íbamos Aurora y yo a Mérida, a la paupérrima casa de mi papá (físico al fín, pero físico en plena crisis ochentera), sólo había dos libros que nos interesaban: la colección completa de Mafalda (que llegamos a memorizar con precisión erudita), y Cosmos.
Tardé muchos años en leerlo: lo único que hacía era contemplar las imágenes. Saturnos, super novas, hipotéticos habitantes gaseosos de Júpiter, el disco de oro, epistemológicamente ingenuísimo, donde se podía oír el canto de una ballena y el cuerpo de un hombre y una mujer desnudos.
Luego, detrás de la tienda del ISSSTE de la Narvarte, un tipo vendía piráticamente en formato BETA los cassetes. Mi mamá me compró algunos. Entre ellos el de Kepler.
Mi amor por la mecánica celeste había nacido.
Pero entré a filosofía.
Algunos años después, cayó en mis manos de nuevo uno de los ahora discos (igual de piratas). Resultó ser, de nuevo, el de Kepler. Había pasado ya por mis años neoplatónicos y renacentistas, y entonces todo lo vi con nuevos ojos. Los ojos de la historia.
Hoy, un hermoso brasileño, buen físico (y de buen físico), nos explicó cómo Galileo, con el rudimentario aparato matemático de Euclides (rudimentario para las urgencias mecánicas que lo acosaban) consiguió explicar qué es la velocidad, y descubrió que en el movimiento parabólico se distingue su parte horizontal de su vertical (o seáse, dos movimientos).
La claridad de la brillantísima exposición no fue enturbiada por su elegante fonética brasileira. Nos hizo además la gracia de explicarnos ese asunto de lo inconmensurable que tanto nos hiciera sufrir a los deCaelitos* hace un semestre (y he pensado en decirle a cierto asesor que tengo, que antes de meternos con la Astronomía, mejor deberíamos seguir el cuadrivium en orden y comenzar por los Elementos).
Pues mientras el brasilerísimo físico nos inundaba de tanta belleza, mitad mecánica, mitad de su absoluto y excelente manejo de las fuentes y la historia de los manuscritos, tradiciones, y demás detalles eructitos, yo sentí, me pareció oír, aquella musiquita mágica de Cosmos que alguna vez me hiciera soñar con las estrellas.
la astrosponja
5 comentarios:
me pregunto si es un fisico que habla latín y realiza el doctorado en historia de la ciencia...
Probablemente sí que sea ese físico eh? Una maravilla de verdad.
Sip, de hecho
Un elogio:
- Hermoso post. Sobre todo para un antiguo como yo que piensa y pensará siempre que la Física es la Filosofía Segunda.
Una crítica:
- El color de las letras, a duras penas pude leerlas.
Un pedido o aviso de robo:
- Me encantó la idea de un físico leyendo "Mafalda" junto a su hija. Hace rato estoy trabajando en un personaje femenino para mi novela y creo que voy a tomar ese recuerdo para resignificarlo en ficción.
Repito, muy lindo post. Un beso.
Precioso esponjita astral. Qué placer disfrutar de una buena clase de física en el verbo de un buen físico. Qué recuerdos Carl Sagan y su Cosmos. Buaaaaaaaaaa. Me siento viejita.
Cuídate mucho.
Izaskun
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