Cuenta una leyenda que en la espina dorsal viven trece viejecitos.
Cuando tomamos alguna decisión, la deliberación en realidad ocurre entre ellos.
(por eso han de ser trece: para que nunca pueda haber empate. Además se presupone que ningún viejecito tiene a su vez trece viejecitos en sus diminutas espinitas dorsales. Y, bueno, por eso han de ser viejecitos: si no por sabios y experimentaos, sí por lo menos por necios. Así que no debe temerse la indecisión de cada uno de ellos)
Sin embargo, cuando yo tenía como 9 o 10 años, me caí de espaldas desde una patineta que iba a toda velocidad.
Recuerdo que no podía respirar. Y me comencé a desesperar. Se me vaciaron los pulmones (menos mal que no se me ocurrió que me podía estar muriendo). Pero poco a poco volvió el aire. Luego, a los 12 años mientras jugaba basquetbol me caí de lado y me lastimé los huesos de la cadera... ¡ah! y a los 10 descubrieron que tenía roto el coccis.
Así que he llegado a la conclusión de que muchos de mis viejitos no sobrevivieron a esa madriza... y que seguramente su número ahora es par.
(Es decir: SIGO QUERIÉNDOME SUICIDAR)
3 comentarios:
(Y a su decir...)
¿Realmente vale la pena?
El suicidio es para los cobardes, Ud. tiene mucho para dar, y mucho valor en sí. Adelante esponjita que no la amedrenten ni los pares, ni los viejitos, ni los exámenes, ni los antifilósofos, ni la incertidumbre. Le deseo heroicos furores brunianos!
jajajajaja, ta bien chistosa la historia de los viejitos.
Yo creo que el suicidio también podriá ser para los curiosos, aquellos que tienen prisa por saber qué es la muerte.
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