Había escrito una especie de reseña sobre La Cena del Bicentenario de Héctor Zagal, pero la neta no me gustó (mi reseña) y la borré. Pero la novela sí me gustó mucho.
Entre sus virtudes está que Hidalgo resulta ser mucho más encantador que el Padre Brown de Chesterton.
Si tiene algún defecto, es que casi luego luego adiviné quién era... pues no les digo quién era qué cosa, eso se los dejo a ustedes.
Al Danilo le provocó grandes y sonoras carcajadas y a mí me dejó con el bonito regusto de las los cuentos de Chesterton, y un poco con la desazón que deja leer el número de ejecutados en Juárez o el chisme de Juanito (pues qué más daba haber descubierto el misterio: ¿y luego qué?).
Eso sí: no la lean con hambre... y menos si tienen una bonita botella de tequila junto a ustedes.
Queda de ustedes una esponja muy mala para hacer reseñas
PD: Ya dejaré el vicio de googliar nombres de mis profesores (y los que nunca lo han sido). Cada vez que lo hago, descubro que cuando apenas voy ya todos vienen, en estampida y dispuestos a aplastarme, de regreso.
Ah! olvidé decirles lo que más me gustó: así como con Chesterton, la novela es una bonita alegoría. Sí, si quieren no de algo muy bonito: la realidad nacional. Pero no de los hechos tal y como han ocurrido, sino de las ideologías, o, mejor dicho, de la manera en que algunos sectores de la sociedad han construido la historia de México. Y me gustó esta versión donde el héroe es el padre Hidalgo, una especie de Padre Brown. En fin: ya la leerán y me dirán qué opinan.
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