Un loco, en nombre de Dios, disparó en el metro. En aquella sangrienta línea 3 donde hace más de diez años otro loco disparó. Ahora fue en Balderas, aquella vez fue en La Raza.
Mi hermano tiene una fiebre que no cede. Al fin, después de unas horas, han decidido llevarlo al hospital. En el periódico dicen que no hay recursos para comprar vacunas.
Pero, afortunadamente, con todo y el retiro de recursos, hay recursos para llevar a mi hermano a la medicina privada.
Quise acompañarlos: no me dejaron. El periódico dice que el 22% de los muertos son fumadores. Mi hermano no lo es. Yo sí.
Mi novio no dormirá hoy en mi casa: en la que se supone que es nuestra casa. Llega algunas noches, me hace de cenar, me reclama que aún no haya tirado la basura. Pone los focos, lava el baño una vez cada venida de obispo (sin embargo la frecuencia el 100% mayor a la que yo usaba). Duerme en mi cama, se levanta mucho antes que yo, y estudia, prepara exámenes para sus alumnos, trabaja. Pero hoy no dormirá aquí, porque irá a ver a su amiga P. y luego, quizás, regrese a casa de su mamá. O mejor dicho, a su casa.
Y sigue bajando la temperatura.
Me vuelvo a acordar que anoche soñé con él. Soné que lo rescataba de algún peligro. Era yo la heroína, la damisela andante que lo salvaba de aquél peligro. No lo llevaba en un caballo sino en mi fiel compañero Tsuru. Y escapábamos de los perseguidores y yo tenía que llevarlo de regreso a su país, donde su señora, la del dulce rostro de Sol, lo esperaba.
Y desperté recordando que hoy es el día de la independencia de su lejano país, y que pronto volverá allá y que median (creo) más de diez mil kilómetros entre México y Santiago.
Junto a la mesita de noche me di cuenta de que tenía el texto de Roberto Bolaño que compré a propósito de sus recomendaciones geográficas: yo, perdida, la aborigen de esta ciudad, le pedí consejo, y él, el viajero, supo hacerme llegar. Y se acordó de la novela.
Por alguna razón desconocida, un caudal de lágrimas salieron de mis ojos.
Mentiría si dijera que fue porque sé que pronto se irá.
No es tampoco porque la Influenza al fin haya tocado mi puerta.
Tampoco es porque hoy, por algún capricho de la fortuna, más de una persona comenzó a tararear te recuerdo Amanda, la calle mojada, corriendo a la fábrica, donde trabajaba...
ni porque se acordaran de un poema de Pablo Neruda, al cual le puso música Óscar Chávez, y que todas las niñas de mi edad, hijas de las adolescentes de los setenta, se sabían de memoria:Señora dicen que donde, mi madre dice dijeron...
(y tampoco por eso llegué a la conclusión de que Manuel es nombre chileno).
No, no es por eso. No es porque un loco, en nombre de Dios haya matado dos policías. No es porque el texto de Avicena resulte mucho más difícil de lo que yo creía. No es porque el Danilo no vaya a dormir hoy aquí. No es porque hoy sea la independencia de Chile. No es porque mi hermano esté enfermo. No es porque mi mascota no sea un dragón de la Suerte llamado Valcor, capaz de cruzar entera la tierra de Fantasía, desde Coyoacán hasta Ushuaia (No es porque me crea Atreyu tratando de llegar a la torre de marfil).
Tengo un borbotón de lágrimas hoy, porque hace frío.
3 comentarios:
Querida, Esponja, le pondré aquí un fragmento de una canción de Adanowsky:
un dolor insoportable
me está comiendo el alma
nada que ver con la flama
de una pasión que arde
Si supiera por lo menos qué me duele
los años me son infieles
y el sufrimiento atroz
una sensación feroz
como una muerte eterna
me han cortado las dos piernas
se ha muerto Dios
estoy mal, infinitamente mal
y por qué?
es un misterio fatal
nada que hacer no encuentro
dónde ni cuándo y qué
mejor sentarme y esperar
que vuelva lo que fue
ahora que me siento lacio...me angustio
estoy mal, infinitamente mal
y por qué?
es un misterio fatal
podría darme cuchillazos
aquí en el corazón
por lo menos sufriría por alguna razón
por la calle gritaría... soy un huevon!
estoy mal, infinitamente mal
y por qué?
es un misterio fatal
estoy mal, infinitamente mal
y por qué?
es un misterio fatal
Le puse toda la canción :D, espero que no le moleste. Saludos.
Niña esponjita, eres la más tierna y abrazable criatura que pisa mis días. Qué preciosas letras. Llora tranquila, Paloma, que hay vida mientras las lágrimas no se secan.
Un abrazo gigante.
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