Este señor es Ángel Hernández Guerra, oriundo de la Huasteca Tamaulipeca, y a quién le aconteció ser mi bisabuelo paterno (papá del papá de mi papá: razón por la cuál llevo su apellido).
Prólogo:
Todo empezó porque a mi papá, físico-criptohistoriador, le dió por reconstruir su árbol genealógico. A diferencia de muchos de mis amigos, maestros y compañeros, a pesar de tener una amplia familia, carezco de un conocimiento claro de mis orígenes. Del lado materno, los orígenes de mis familias se quedan en mis bisabuelos y más allá se pierden en la bruma del misterio: de mi bisabuelo Bruno Rubio sólo se sabe que era un hombre orquesta que llegó al pueblo de Balleza, Chihuahua, donde se casaban entre primos de tan aislados que estaban. Ahí conoció a Eufemia Loya, y con ella procreó no sé cuantos hijos, de quienes sólo tengo noticia de tres: mi abuelito Raymundo, la famosa Tía Chayo y el Tío Bruno. Algún día iré a Balleza para averiguar si se puede averiguar algo de esos misteriosos Loya: sabemos que, como hongos, aparecieron por generación espontánea en el siglo XVII allá en Chihuahua. Y de ahí vienen las narices rectas y las manos de pintura manierista. Mi abuelita materna, huérfana, sólo se acoraba de que alguna vez escuchó que sus dos abuelas se llamaban Paula, y que su papá, Juan Vega, era español. Pero ¿de qué parte de España? vayan ustedes a saber. Del lado paterno sé que mi tatarabuelo se llamaba Pantaleón (me enteré hace tres días, gracias al árbol de mi papá) y que murió en 1948.
Como no soy católica, siempre me he sentido medio ajena a todos los que me rodean (yo era la rara que jamás iba a las misas, que no tuvo fandango de primera comunión, que no le hicieron quince años -ahí privaba, además, un tufillo feminista- y que nunca tuvo colgada al cuello una medallita de alguna virgen). Pero tampoco soy judía, ni puedo presumir el provenir de una extraña familia de gitanos o musulmanes. No tengo ancestros alemanes, ni siquiera guatemaltecos. NO. Soy mexicana por defecto. La única esperanza que tenía, era ser indígena y española, como corresponde a todo mexicano hijo de su propio mito. Pero para mis terrores, descubrí que por más que le buscaba, lo indígena no salía por ningún lado.
Ni India ni Católica: mi mexicanidad se estaba diluyendo apunto de arrojarme hacia la nada. ¿Qué sería de mí? ¿Quedaría mi nacionalidad reducida a provenir de la tierra del pan Bimbo?
Fue entonces que descubrí la fotografía del Abuelo Ángel... sus ojos y su apellido, que es, a final de cuentas, aquél con el que firmo.
Hernández:
Apellido patronímico que proviene del nombre Hernán o Ferrán, del cuál provienen los nombres Fernando y Hernándo. Probablemente provenga del céltico Harr (cf. War-Guerra) que significa batalla... ¡eso encontré en una página! porque la Wikipedia sólo trae un resume de esa página... ¿le creeré? Para empezar, según yo Her es posterior a Fer... pero bueno. Además, según yo, era más bien germánico, provenía de "Ferd" que es algo así como "Forth" en inglés, de dónde viene forehead: lo que está primero en la cabeza, la frente. Y Nand, (algo tendrá que ver con batalla, aunque ahora que lo piens ¿qué?): el primero en la batalla. Pero vayan ustedes a saber. Lo cierto es que se volvió un apellido popular a partir del siglo XV, cuando el mero mero era Fernando de Aragón, el rey Católico, bajo cuyo dominio se pobló la América... con el consiguiente resultado de que una enorme cantidad de americanitos nos apellidamos Hernández (o Fernández: también vaya a saber si es o no el mismo apellido). De todos modos, la única prueba fehaciente que poseo de que tengo sangre indígena, que vaya más allá de las elucubraciones y las probabilidades, paradójicamente proviene de mi apellido Godo o Celta o lo que sea: Hernández.
Soy bisnieta de Ángel Hernández Guerra, oriundo de la huasteca potosina... o de dónde esté Morelos Nuevo, porque mi papá ya se hizo bolas y no se acuerda de cuál de los dos Morelos venía. Y como le pasa uno de cada dos huastecos, se apellidó Hernández.
Por alguna misteriosa razón, cuando llegaron a la Huasteca las gentes del registro civil, se dieron cuenta de que la mitad de la población se apellidaba Hernández, y la otra simplemente no tenía apellido. Así que la otra mitad de los huastecos llevan por apellido nombres de pila: como mi primo político Higinio: Higinio Félix Hernández.
Yo no tengo idea de si el abuelo Ángel sabía Nahuatl o no, de todos modos es muy probable que si no él, sí sus propios padres. Tampoco tengo ninguna prueba de que sea indígena puro, y menos sé si era de ascendencia Náhuatl o Tének (los Tének son unos primos lejanísimos de los mayas: creo que el tének y el maya están tan emparentados como el germánico y el griego: lo suficiente). Sin embargo, me basta con su apellido y sus ojos (mírenlos bien: son legítimos ojos de huasteco) para saber que, en el fondo, tengo por lo menos una raíz que ata a esta tierra.
Y es que estaba muy preocupada. Tanto nos han vendido el discurso del mestizaje, tanto que somos hijos de español e indio, que yo me comencé a preocupar cuando descubrí que los rasgos morenos de mis dos familias tenían mucho más que ver con los árabes y los moros que con los indígenas.
Y es que ¡ah cómo jodía mi papá con que qué bonito era el color moreno de mi hermana! ¡Ah qué linda son las morenas! ¡Ah, la morenidad!... y yo nomás me veía y comprobaba con desazón mi color de axila de lagartija (como diría el malévolo de mi primo Valentín, por cierto, otro que parecía árabe). Y todo aquello del color moreno, pues yo supuse muchos años tenía que ver con reivindicaciones nacionalistas (que, por cierto, fui mujer y me pusieron mi super-castizo nombre Paloma. Porque si hubiera sido hombre, me hubieran puesto Tepóraca: el jefe de la resistencia Rarámuri... ahora que lo pienso, sí siento un poco de nostalgia de no tener nombre de héroe y sí de espíritu santo) Del lado paterno, pues, todos eran medio apiñonados y unos cuantos morenitos. Eso sí, todos igual de enanos: mi orgulloso 1.57 cm. es culpa absoluta de mi lado paterno. Del lado de mi mamá, en cambio, todos son altisísimos, y por medios iguales se reparten entre los morenos de nariz aguileña y los blancos con larga nariz recta (y unos cuantos apiñonaditos con narices graciosas... como yo comprenderé). Mi tío el que era blanco de nariz recta, tuvo a un hijo moreno de nariz aguileña que parecía sacado de la lista de los árabes más buscados por la CIA. Y mi tío el moreno y de nariz aguileña tiene un hijo que (además de ser el vivo retrato de mi mamá y de mi otro tío), es blanco como papel. Los genes se empecinan en no sacar café con leche.
Y cuando todo mundo veía a mi hermana, llegaba a la conclusión de que era la mezcla perfecta entre las cejas de mi bisabuela y la nariz de mi mamá. Pero cuando caí en cuenta de todo eso, también caí en cuenta de que de indígenas pos no parecíamos tener nada de nada. Porque por más que le buscaba, los tonos 'color de la tierra' pos más bien provenían de tierras de Levante o del Magreb, nada que viniera de alguna milpita cercana.
Pero al fin vi la foto del Abuelo Ángel, y respiré tranquila: de todo el merequetengue de razas que conforman mi merequetengüiado árbol genealógico, la línea directa de la cuál proviene mi apellido, y él único que podré heredarle a mis hijos es, efectivamente, náhualt: aunque esté disfrazado de Godo.
Esponjita Hernández
PD: Otra prueba de que el Abuelo Ángel tenía fuerte filiación indígena es que, ya muy anciano, conservaba su cabello casi negro. Sí, sí... más o menos como le pasará a mi marido...
Todo empezó porque a mi papá, físico-criptohistoriador, le dió por reconstruir su árbol genealógico. A diferencia de muchos de mis amigos, maestros y compañeros, a pesar de tener una amplia familia, carezco de un conocimiento claro de mis orígenes. Del lado materno, los orígenes de mis familias se quedan en mis bisabuelos y más allá se pierden en la bruma del misterio: de mi bisabuelo Bruno Rubio sólo se sabe que era un hombre orquesta que llegó al pueblo de Balleza, Chihuahua, donde se casaban entre primos de tan aislados que estaban. Ahí conoció a Eufemia Loya, y con ella procreó no sé cuantos hijos, de quienes sólo tengo noticia de tres: mi abuelito Raymundo, la famosa Tía Chayo y el Tío Bruno. Algún día iré a Balleza para averiguar si se puede averiguar algo de esos misteriosos Loya: sabemos que, como hongos, aparecieron por generación espontánea en el siglo XVII allá en Chihuahua. Y de ahí vienen las narices rectas y las manos de pintura manierista. Mi abuelita materna, huérfana, sólo se acoraba de que alguna vez escuchó que sus dos abuelas se llamaban Paula, y que su papá, Juan Vega, era español. Pero ¿de qué parte de España? vayan ustedes a saber. Del lado paterno sé que mi tatarabuelo se llamaba Pantaleón (me enteré hace tres días, gracias al árbol de mi papá) y que murió en 1948.
Como no soy católica, siempre me he sentido medio ajena a todos los que me rodean (yo era la rara que jamás iba a las misas, que no tuvo fandango de primera comunión, que no le hicieron quince años -ahí privaba, además, un tufillo feminista- y que nunca tuvo colgada al cuello una medallita de alguna virgen). Pero tampoco soy judía, ni puedo presumir el provenir de una extraña familia de gitanos o musulmanes. No tengo ancestros alemanes, ni siquiera guatemaltecos. NO. Soy mexicana por defecto. La única esperanza que tenía, era ser indígena y española, como corresponde a todo mexicano hijo de su propio mito. Pero para mis terrores, descubrí que por más que le buscaba, lo indígena no salía por ningún lado.
Ni India ni Católica: mi mexicanidad se estaba diluyendo apunto de arrojarme hacia la nada. ¿Qué sería de mí? ¿Quedaría mi nacionalidad reducida a provenir de la tierra del pan Bimbo?
Fue entonces que descubrí la fotografía del Abuelo Ángel... sus ojos y su apellido, que es, a final de cuentas, aquél con el que firmo.
Hernández:
Apellido patronímico que proviene del nombre Hernán o Ferrán, del cuál provienen los nombres Fernando y Hernándo. Probablemente provenga del céltico Harr (cf. War-Guerra) que significa batalla... ¡eso encontré en una página! porque la Wikipedia sólo trae un resume de esa página... ¿le creeré? Para empezar, según yo Her es posterior a Fer... pero bueno. Además, según yo, era más bien germánico, provenía de "Ferd" que es algo así como "Forth" en inglés, de dónde viene forehead: lo que está primero en la cabeza, la frente. Y Nand, (algo tendrá que ver con batalla, aunque ahora que lo piens ¿qué?): el primero en la batalla. Pero vayan ustedes a saber. Lo cierto es que se volvió un apellido popular a partir del siglo XV, cuando el mero mero era Fernando de Aragón, el rey Católico, bajo cuyo dominio se pobló la América... con el consiguiente resultado de que una enorme cantidad de americanitos nos apellidamos Hernández (o Fernández: también vaya a saber si es o no el mismo apellido). De todos modos, la única prueba fehaciente que poseo de que tengo sangre indígena, que vaya más allá de las elucubraciones y las probabilidades, paradójicamente proviene de mi apellido Godo o Celta o lo que sea: Hernández.
Soy bisnieta de Ángel Hernández Guerra, oriundo de la huasteca potosina... o de dónde esté Morelos Nuevo, porque mi papá ya se hizo bolas y no se acuerda de cuál de los dos Morelos venía. Y como le pasa uno de cada dos huastecos, se apellidó Hernández.
Por alguna misteriosa razón, cuando llegaron a la Huasteca las gentes del registro civil, se dieron cuenta de que la mitad de la población se apellidaba Hernández, y la otra simplemente no tenía apellido. Así que la otra mitad de los huastecos llevan por apellido nombres de pila: como mi primo político Higinio: Higinio Félix Hernández.
Yo no tengo idea de si el abuelo Ángel sabía Nahuatl o no, de todos modos es muy probable que si no él, sí sus propios padres. Tampoco tengo ninguna prueba de que sea indígena puro, y menos sé si era de ascendencia Náhuatl o Tének (los Tének son unos primos lejanísimos de los mayas: creo que el tének y el maya están tan emparentados como el germánico y el griego: lo suficiente). Sin embargo, me basta con su apellido y sus ojos (mírenlos bien: son legítimos ojos de huasteco) para saber que, en el fondo, tengo por lo menos una raíz que ata a esta tierra.
Y es que estaba muy preocupada. Tanto nos han vendido el discurso del mestizaje, tanto que somos hijos de español e indio, que yo me comencé a preocupar cuando descubrí que los rasgos morenos de mis dos familias tenían mucho más que ver con los árabes y los moros que con los indígenas.
(Ella es Elvira, mi bisabuela paterna, pero mamá de la mamá de mi papá (o sea: la consuegra del bisabuelo): esas cejotas pos así como que muy americanas no son. Por el tipo de rasgos, supuse yo que venían de la parte árabe de España)
A mi abuelo materno de plano le decían "ahí viene el árabe", y cuando descubrí la foto de mi bisabuela paterna, me quedaron claras dos cosas: mi hermana (q.p.d.) tenía justo ese rostro, idéntico, igualito; y más bien parecía que mi bisabuela había llegado con un montón de Sirios en un barco. Su color moreno (el de mi hermana, pues) nada tenía del color de la tierra: igual que mi deslavado colorcito piñón, se había bajado de un barco.Y es que ¡ah cómo jodía mi papá con que qué bonito era el color moreno de mi hermana! ¡Ah qué linda son las morenas! ¡Ah, la morenidad!... y yo nomás me veía y comprobaba con desazón mi color de axila de lagartija (como diría el malévolo de mi primo Valentín, por cierto, otro que parecía árabe). Y todo aquello del color moreno, pues yo supuse muchos años tenía que ver con reivindicaciones nacionalistas (que, por cierto, fui mujer y me pusieron mi super-castizo nombre Paloma. Porque si hubiera sido hombre, me hubieran puesto Tepóraca: el jefe de la resistencia Rarámuri... ahora que lo pienso, sí siento un poco de nostalgia de no tener nombre de héroe y sí de espíritu santo) Del lado paterno, pues, todos eran medio apiñonados y unos cuantos morenitos. Eso sí, todos igual de enanos: mi orgulloso 1.57 cm. es culpa absoluta de mi lado paterno. Del lado de mi mamá, en cambio, todos son altisísimos, y por medios iguales se reparten entre los morenos de nariz aguileña y los blancos con larga nariz recta (y unos cuantos apiñonaditos con narices graciosas... como yo comprenderé). Mi tío el que era blanco de nariz recta, tuvo a un hijo moreno de nariz aguileña que parecía sacado de la lista de los árabes más buscados por la CIA. Y mi tío el moreno y de nariz aguileña tiene un hijo que (además de ser el vivo retrato de mi mamá y de mi otro tío), es blanco como papel. Los genes se empecinan en no sacar café con leche.
Y cuando todo mundo veía a mi hermana, llegaba a la conclusión de que era la mezcla perfecta entre las cejas de mi bisabuela y la nariz de mi mamá. Pero cuando caí en cuenta de todo eso, también caí en cuenta de que de indígenas pos no parecíamos tener nada de nada. Porque por más que le buscaba, los tonos 'color de la tierra' pos más bien provenían de tierras de Levante o del Magreb, nada que viniera de alguna milpita cercana.
Pero al fin vi la foto del Abuelo Ángel, y respiré tranquila: de todo el merequetengue de razas que conforman mi merequetengüiado árbol genealógico, la línea directa de la cuál proviene mi apellido, y él único que podré heredarle a mis hijos es, efectivamente, náhualt: aunque esté disfrazado de Godo.
Esponjita Hernández
PD: Otra prueba de que el Abuelo Ángel tenía fuerte filiación indígena es que, ya muy anciano, conservaba su cabello casi negro. Sí, sí... más o menos como le pasará a mi marido...
5 comentarios:
Pienso que es cierto eso de que las morenas son extremadamente guapas aunque tambien es cierto que los colores deslavados terminan por llamar la atencion en lugares donde ese asunto de los colores es homo-geneo
Yo recuerdo que el 1.57 era 1.65 y sin plataforma que le paso a los otros 8 se fueron de puente?
Te acuerdas mal: yo siempre he medido 1.57 cm... la ausencia engrandece a los fantasmas...
besitos
Me encantan las genealogías y los orígenes de los nombres. Hice una mini investigación porque no me convencía mucho lo de Hernández. Es claramente germánico.
1. Según me ensenyaron en la escuela la pérdida de los dientes de adelante hizo que los hispánicos convirtieran las F en H. Cfr. los pasajes del latín ferrum a hierro, facere a hacer, etc.
2. Hernández y por 1 también Fernández son patronímicos de Ferdinando / Fernando / Fernán / Hernán.
3. Ferdinando seguro es un nombre visigodo. El problema es que significa exactamente. Es claro que hay dos morfemas FERDI NANDO. Ferdi puede venir tanto de frithu / fridh, o sea paz como de fardh / fara, viajar. Nanth / nantha no encuentro referencias comprables, dicen listo, preparado. Pero no me convencen.
Bueno, sea esa mi contribución. En mi familia siempre decían que una bisabuela era de origen amerindio. Pero el dato fue puesto en duda por un amigo de la familia que dice que era una forma que tenían de mofarse de ella. Para que te des una idea de su cara imaginate la foto de tu Elvira con ojos claros. Me sorprendio el parecido. Y otra coincidencia, una de las hijas de mi bisabuela fue bautizada Elvira jajaja.
Un beso
Visita el blog de Antiguo Morelos, Tamaulipas.
saludos
Bueno, entré a esta página por consejo de mi compadre Marvin, y saco a colación lo siguiente:
En Tamaulipas, precisamente en la Huasteca, hay dos pueblos hermanos, Antiguo y Nuevo Morelos. Tenemos mucho en común, sin embargo, partiendo de los apellidos, es obvio que en toda la huasteca Hernández es por mucho el mas frecuente. Sin embargo, si comparamos los dos Morelos, es mas común en éste, el Antiguo, que en Nuevo. Por otro lado, ahora no hay Guerra, esa familia se acabó, pero hacia el tiempó de tu bisabuelo, si la hubo.
En cuanto a los nombres propios como apellidos, se deben a que antiguamente, en las comunidades indígenas se acostumbraba que los hijos llevaban el nombre de los padres, por eso, aun hoy hay gente que se llama, por ejemplo, José Félix Juana, o Flora Inocencia Andrea. Sin embargo, como suele suceder, a los oficiales del registro civil poco les importaba batallar con los indios y se la llevaban fácil poniendoles Hernández, parejo...
En cuanto al teenek, pues se separó del resto de las lenguas mayas hace como 3000 a 4000 años. No me gusta esta comparación, pero, trasladandolo al caso de las lenguas romances, sería como el rumano de las lenguas mayas, y el protomaya del que se originaron, como el latín.
Aquí estamos para lo que se te ofrezca, si quieres ponte en contacto con Marvin o a mi mail: tampemol@hotmail.com. Saludos.
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