18 noviembre 2009

Mafia Wars y la intencionalidad.

Estoy aterrada.
Sobre mi escritorio (multiusos: minúscula única mesa de mi casa, lo que nos obligó al Danilo y a mí a desayunar de pie hoy) se encuentra una pila de libros, que paso a enumerar:
Ancient and Medieval Theories of Intentionality de Dominik Perler.
El misterio de la Conciencia de John Searle,
Dos introducciones: una a la filosofía del lenguaje y otra a la filosofía de la mente.
Hasta abajo, el Opus Maius de Roger Bacon.
En la otra columna, el librito de Salles de los Estoicos (porque necesitaba de dónde agarrar un modelo para hacer una bibliografía... soy una sope), El diccionario latín-español de Julio Pimentel, y hasta abajo, amenazando la precaria estabilidad de esa columna, la trauducción de Calvo del De Anima de Aristóteles, en la edicioncita de pasta blanda y chiquita (forrada de plástico cristal: el precio está en buena relación con la calidad de los materiales).

Las otras columnas de libros que tengo están en la Mac: Los dos tomos de la edición de Van Riet del De Anima de Avicenna... y mejor no les digo todo lo demás que se cuenta ya por Gigas, y que tengo que ordenar... no sólo para que mis archivos no se vuelvan una selva inextricable, sino para tener un orden de lectura.

Y estoy aterrada.
El tema de la intencionalidad es, para sorpresa mía, totalmente nuevo para mi. Ya no me asusta tanto mi ígnara ignorancia de la Edad Media (por fortuna todo se está concentrando a dos siglos: XIII y XIV, como darme cuenta, cada que trato de avanzar, de las profundas deficiencias de mi formación.
Los libros se extienden ante mí entre salvíficos y espantosos (abundantes en espanto, pues): indican el camino, pero a la vez muestran cuántos son, cuánto había que saber antes de embarcarse en la aventura... y cuánto de eso no sé.
Mi tiempo se comienza a dividir entre la búsqueda desesperada de libros: (de los cuáles el 90% provienen de la salvífica Mac de mi asesor, otro 8% de la Gigapedia, un muy buen 1% de la biblioteca del IIFs -lo cual, contra lo que parece, demuestra que por ahora es la mejor biblioteca PÚBLICA de filosofía medieval en México), y otro 1% de mi librero (lo que habla muy bien de mi librero y muy mal de mi hábito de conseguir libros y luego no leerlos).
Otra buena parte de mi tiempo se encuentra en la lectura de ellos: aprender a golpe de diccionario francés, a volver del inglés mi nueva lengua mental, a pasar horas traduciendo el de Anima de Avicena del latín (lo cuál he descubierto, es un buen método de sistematización: falta reconstruir los argumentos, pero si soy capaz de expresar en español lo que leo en latín, es que el texto -y el latín mismo- se va asentando poco a poco en mi cabeza), y a discriminar en qué orden debo leer.
Y eso último es también espantoso.
Porque una buena parte está dedicada a introducirme al problema de la intencionalidad... que es un tema patrimonio de varias escuelas filosóficas, especialmente la filosofía de la mente more analitico y la fenomenología more husserlio (perdón mis latinizaciones). Y es ahí cuándo me pregunto ¿qué chingaos hice durante los últimos 12 años de mi vida en la facultad, que todo esto me suena tan nuevo?

Una vez que un nuevo concepto ha entrado en mi cabeza, voy a otro libro para utilizarlo en la adquisición de uno nuevo. Voy de la edad media al siglo XXI, y de Searle a Avicena. Entonces eso me lleva a Alberto y tengo que regresar a Husserl; y de regreso voy de un artículo que trata de la concorida analítico-fenomenológico (¿Platón-Aristóteles?) que me regresa a Averroes... y así me la paso: "compro" un concepto, invierto en él, lo cosecho para poder ir a comprar otro concepto, invertirlo, cosechar lo que me da para ir de regreso a otro nuevo, y así.

¿Cómo voy a hacer una tesis original cuándo el 99% del esfuerzo está en a penas enterarme de qué va la cosa?

Y para colmo:
El que parece ser el libro introductorio por excelencia al asunto, está en Alemán. Y por supuesto, mi asesor (que va del cómo así al gutten morgen) no tiene ninguna expectativa en que pueda yo progresar en la barbárica lengua que se volvió moneda de cambio corriente en la filosofía.

Y entonces, presa del ataque de pánico, caigo en Mafia Wars: terrorífico juego del Feisbuk. Y el juego se trata de lo siguiente:
Uno hace "trabajos" y con eso gana dinero. Ese dinero lo usa uno en comprar propiedades. Las propiedades le dan a uno más dinero para poder comprar armas y poder hacer más trabajos y ganar más dinero para poder comprar más propiedades y poder así comprar más armas y hacer más trabajos para.... y así, ad infinitum... no hay un resquicio donde uno llegue a algún tipo de fin para poner a practicar todo ese esfuerzo. No hay fin.
Nótese, además, que "hacer trabajos", "comprar propiedades" o "efectuar luchas" implica sólo apretar un botón. Punto. No se diseña ningún tipo de estrategia que exceda el administrar correctamente los recursos.
Pero, un buen marxista, se preguntaría aquí: ¿no acaso falta un elemento, que no sean "moneditas de Mafia Wars" para que funcione el tiempo? ¿las moneditas son todos los recursos?
¡Claro! la pregunta es correcta. Hay otro elemento: puntos de 'energía'... obvio: trabajo.
Mientras pasa el día, en la cuenta de uno, se van juntando los puntitos de energía. Cuando uno tiene un cierto número de puntitos, puede hacer un trabajo, y los puntitos de van gastando. El único modo de hacerse de nuevos puntitos, es esperar a que pase el tiempo.
Uno invierte todo su 'tiempo-energía' (¿trabajo?) en la ejecución de los trabajos y de ahí saca moneditas: he ahí la plusvalía (o plusvalor, diría Dussel).
Pero no hay fin, mas que mantenerse jugando.
He ahí el retrato más fiel que puede haber del capitalismo.
Y, creo, aquello se transforma en una compulsión al más puro estilo freudiano: no hay modo de llegar a ningún lado, uno vuelve a prender la computadora para picar y picar botones sin ninguna promesa de avanzar ni llegar a ningún lado: sólo mantenerse en el juego. O, si se hace la analogía completa, uno sólo invierte todo su tiempo y trabajo en mantenerse vivo.

horror

He dejado Mafia Wars. Aquello no tenía sentido. Por lo menos el otro juego, Society Pet, tiene como fin conseguir todo eso (pues la mecánica del juego es similar) para comprar 'itemes' (en latín: por eso me doy el lujo de pluralizar así) bonitos que se usan para decorar la casa. Y ahí uno se puede poner muy creativo.
Pero a veces me siento así con la tesis... por supuesto: ahí creo que sí hay un fin; avanzar y acumular conceptos para profundizar en el conocimiento de aquello... hasta que al fín, un buen día, se me ilumine el coco y pueda decir algo nuevo. Pero la ganancia no estará en una tesis digna de premios o la manga, sino en entender el jodido tema. Lo demá vendrá por añadidura.

O como dice Luk (quién siempre me ilumina):

"no es lo importante cumplir totalmente las metas sino encontrar motivaciones para la acción, el resto va solo. Como dicen los taoístas hay que hacer sin forzar las cosas (wei wu wei).
"


Y pues ahí voy.

La esponjita que ya no extraña a Valerio, porque ya regresó.

1 comentario:

Daniel G.G. dijo...
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