13 noviembre 2009

Sobre el método

Pasada la euforia de aquel argumento (y retomando fuerzas para volver a él, reformarlo, pulirlo, etc), me toca decir otras cosas.
Por ejemplo, que el mobiliario que constituye nuestro mundo es un mobiliario metafísico.
Que encontrar los criterios que nos permitan elegir al mejor es una tarea non leve (como diría Alberto Magno cada vez que va a plantear una cuestión dificilísima).
A veces deseamos con toda el alma que esos criterios metafísicos tengan el poder de la verdad. De inherir en las cosas y agarrarse a ellas con tal fuerza, que nos doten de absoluta certidumbre.
De certidumbre moral.
De certidumbre epistémica.

(No nos vaya a pasar lo que al filósofo que quería casarse y que, antes (supongo) quizo comprar un pedazo de queso. Antes de hacerlo cayeron sobre él inimaginables dudas escépticas. Y se vió preso de una terrible enfermedad: la Ataraxia Filosófica, sólo comparable a la Esclerosis Múltiple que atacó al autor de tan bonita alegoría. El filósofo, preso de sus razonables dudas, no pudo caminar más pues dudó del piso bajo sus pies. No pudo escuchar ni hablar más, porque dudó de la boca y del oído del que estaba en frente... y por ahora no recuerdo qué otras terribles dudas le impidieron volver a moverse. Pero había una terapia. Lo mandaron a un balneareo -nótese que todo esto ocurría en Europa y a principios del siglo XX- y ahí recuperó la fe. ¿Eso es lo que había perdido? ¿la fe?. Y entonces, cotidiano, pudo volver a casarse y a comer su pedazo de queso.)

Pero a demás de la fe, y de la autenticidad y de la esperanza de encontrar un discurso limpio y libre de su espantoso transcurrir histórico, existen otros modos de elegir criterios para acercarnos a la verdad, aunque éstos no tengan el poder metafísico que deseamos alguna vez.
Supongamos, pues, que estamos sumidos en un marasmo de discursos. Y que todos ellos son ideologías que nos alejan de cierta solidez real. Suponemos que los discursos se construyen sobre esa piedra de la realidad, y que si los pelamos con cuidado, llegaremos a la piedra en sí.
(¿Y a qué horas salió la piedra? Bueno, digamos que la piedra es alegoría del mundo en sí).
Dicho en aristotélico (mejor: en averroísta): el discurso es la cáscara de la realidad, y de ella, con paciente investigación, extraeremos el fruto de la realidad.

Pero ¡ah desconcierto y desazón!... si hubiera algo detrás del marasmo de discursos, no sería para siempre inaccesible. Y como diría el Obispo Irlandés: ¿para qué andar suponiendo cosas incognoscibles detrás de lo único cognoscible? Sea pues, la piedra una ilusión, y lo único real (la única verdadera piedra) el marasmo de discursos.
Pero ninguno de ellos está asido a nada, sino a nosotros que los proferimos y que, simultáneamente, de ellos extraemos los criterios que nos permiten distinguir la realidad.
Pero ¿no hay aquí una evidente ambigüedad? ¿cómo lo real va a ser un constructo que a nada se aferra?

Uno dice: El filósofo es aquél pobre que tiene que construir su barco en altamar.
Otro dice: Veamos con cuidado cómo se ha tejido el discurso, y destejámoslo con cuidado para demostrar que, detrás de su urdimbre, no queda nada.
Lo que pasa es que Uno, conciente del problema del Otro, se pregunta cómo debemos tejer los discursos antes de que caigamos en la terrible Ataraxia. El Otro, en cambio, quiere aflojar los nudos que han cortado la circulación de nuestos tobillos y que ya tienen amoratados nuestros pies. Uno hace ética, el otro epistemología. Uno libera, el otro construye. O mejor: uno da un método para construir la ciencia y el otro para liberarnos de ideologías. Pero en el fondo, lo que han descubierno es exactamente lo mismo.

Si es verdad entonces que el discurso no tiene fundamento (o que Aristóteles por fin ha sido vencido... para nuestro desasosiego), cualquier intento por comunicarnos con otro implica tener en cuenta que no hay un discurso verdadero y otro falso. Sea usted pragmátista o sea usted deconstruccionista, no puede darse el lujo de pensar que el otro está equivocado. Equivocado es un término que sólo tiene sentido si hay algo no equivocado: algo correcto. Error tiene sentido cuando hay algo de lo cuál estar cierto. Sólo tiene sentido si hay fundamento.
No puede suponer, por ejemplo, que el discurso de la Iglesia Católica está equivocado. ¿Equivocado respecto a qué? ¿Respecto a la verdadera naturaleza humana? ¿O más bien equivocado por suponer que hay naturaleza humana?
Bueno: supongamos que así es, puesto que hemos caído en una paradoja; si afirmamos que no hay fundamento, entonces todo aquél que crea que hay fundamento se ha equivocado respecto a la fudamental verdad de que no hay fundamento.
Pensar desde el punto de vista escéptico, es decir, asumiendo la postura paradójica, nos obliga a ser muy cautelosos a la hora de averiguar qué nos hace argumentar, investigar, inquirir por el estado de las cosas.
Para empezar, nos está vedado partir de la suposición de que nuestro discurso es el correcto. No podemos, si pretendemos que todo lo que vamos a hacer es a desfaçer entuertos discursivos. Tenemos que montarnos en el discurso de nuestro interlocutor. Y comenzar el trabajo de Penélope de irlo destejiendo pacientemente. Así le mostraremos al interlocutor cuáles son sus verdaderos pre-supuestos: es decir, qué es lo que en realidad ha colocado como piedra de la realidad. Porque, quizás, su error estribe, no en defender una cierta visión de la realidad (la piedra), sino en que está confundido sobre lo que en realidad está defendiendo.
Sin querer, puede ocurrir, nuestro interlocutor cree que, con el término 'vida', está defendiendo la naturaleza humana, el basamento de la sociedad, la integridad suya y de lo que ama. Pero quizás, pueda ocurrir, al utilizar 'vida' está defendiendo posturas de las que él no se ha percatado.
Pero para ello tenemos que averiguar primero dentro de qué urdimbre se encuentra pensando él. Sólo así podremos sobreponernos sobre sus propias confusiones, y, entonces, comenzaremos a tener con él un diálogo fructífero. Y así lograremos reducir (en sentido lógico) su discurso a sus premisas más fundamentales e irreductibles.
Pero no podemos, de entrada, darlo por equivocado. Porque si no nosotros (que creemos estar desfaçiendo el terrible entuerto del que culpamos al interlocutor, a saber, de crear y perseguir herejes y brujas) le estamos llamando hereje y estamos conduciéndolo a la hoguera, por el delito de haber creado herejes y quemarlos en la hoguera.

No hay trabajo más fino de deconstrucción que la filología.
El que deconstruye, demuestra que ese discurso nos ha enredado en presupuestos que nos son desconocidos, pero bajo los cuales actuamos, y por los cuales juzgamos.
El filólogo hace eso mismo con sus autores.
Será quizás, la diferencia, que el filólogo ama a su objeto de estudio, y que el deconstruccionista, así como me lo pintan, odia visceralmente ese discurso del cual se quiere liberar.

En fin. Digo nada más, por ahora, que si vamos a filosofar desde la paradoja, hay que asumirlo totalmente.

19 comentarios:

Guillermo Ortiz dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Miriam Jerade dijo...

Paloma, se nota a leguas que nunca has leído algún texto de la deconstrucción o de Derrida (no leí tu entrada completa, sorry). Yo por eso no opino de Avicenas, porque no tengo el gusto...

Esponjita dijo...

MIriam

Sí, lo he de confesar. Y con vergüenza. Pero no me quedará más que leerlo. Para poder opinar.
(ya hombre, no se me enoje, caray... juro que ahora sí no era con ganas de pelear... en fin, en fin... ¿por dónde empiezo caray?
Ya, sorry... estaba muy desvelada y latinizada

Guillermo ¿qué onda con el mensajito?

Esponjita dijo...

Por cierto... ¿sí se notó que lo del pedazo de queso lo saqué (de memoria, porque no encuentro el libro) del libro del sentido común sano y enfermo?...

Anónimo dijo...

hueva de tus palabras pseudofilosóficas snob

Esponjita dijo...

Anónimo: pos sí... qué se le va a hacer

Miriam Jerade dijo...

¿El anónimo es siempre el mismo? Qué agresivo! A ver, para comenzar con Derrida, no sé qué decirte, te podría interesar esa obra sobre el animal, o quizás la cuestión del lenguaje en De la Gramatología (pero la traducción al español es malerrima, consigue la del inglés de Spivak). O lee Schiboleth para Paul Celan - no recuerdo la editorial que lo publicó en español- para que veas que la deconstrucción no odia los textos que lee sino al contrario, de menos Derrida era un lector fiel y amoroso con Husserl, Levinas, Ponge, De Man, Lyotard, Heidegger (aunque con controversias, así como con Levinas), de Platon (también puedes leer la Farmacia de Platon, en La diseminación).

Por último, te mando un video de Pierre Aubenque, sus trabajos sobre Aristóteles son muy importantes (bueno, aquí en Francia, quizás allá no lo conocen, escribió algo muy importante sobre el ser en Aristóteles. En este video (parte uno de varios), Aubenque habla de la deconstrucción...

http://www.youtube.com/watch?v=VyISoEvNW4k

Abrazos.

Joaquín Jesús dijo...

Uhm...dando botes he llegado a este blog y guau!

Comento a groso modo, porque yo solo soy un aprendiz de filósofo y como todo aprendiz he de educarme a base de batacazos.

Ese escepticismo cartesiano tuyo temiendo dar un paso en falso y caer en las tinieblas no lleva a ninguna parte, salvo a amurallarte dentro de tu cógito y a darte cabezazos contra las paredes de la muralla para saber si son reales o solo fantasias infundidas por el Genio Maligno.

Además, sabemos de antemano que la Realidad, la Verdad, el Mundo de las Ideas o lo que sea que andemos buscando, nosotros seres neuróticos, está fuera de nuestro alcance...disfruta del camino antes de que te quedes tirada en la cuneta como otros tantos : )

Y siempre (como París) nos quedará la Fenomenología para estudiar el conocer en cuanto tal...y eso es la mar de interesante

PS: Es cierto que te has pasado la Decostrucción por los mismos.

Esponjita dijo...

Salve Miriam:

Pues gracias por las pistas. Anoche bajé de la mágica Gigapedia la Gamatología en Inglés, justo la de Spivak, y también el de los animales, pero, maldita sea la piratería, el primer ensayo ("the animal therefore I am") no viene. Pero bueno, empezaré por ahí.

Aubenque es, por sus filiaciones heideggerianas, una de las dos influencias más importantes en México para estudiar a Aristóteles. E incluso la gente influenciada acá por la escuela oxoniense tiene entre sus bibliografías a Aubenque. Justo hace poco vino Laks (trájoselo Salles) a dar un cursillo sobre Aubenque. Y pues habrá que ver el video, gracias.
Muchos abrazos...

Joaquín Jesús: gracias por tus comentarios. Yo crecí escuchando ese discurso: "la neta es chida pero inalcanzable, y mejor disfrutamos el camino". No es lugar éste para explicarte por qué con detalle, pero creo que esa visión de la filosofía, aunque es simpática, hace mucho daño a la academia. En fin, pues gracias por venir, y seguiremos discutiendo ese asunto.

Miriam Jerade dijo...

Paloma, cuando alguien te diga que "es peligroso" sea lo que sea SOSPECHA!! Recuerdo a Valdivia (que era muy buena maestra pero estaba en su onda analítica) decir que Derrida era peligroso. ¿Qué pedo? Peligroso para la academia, eso es reforzar su dimensión institucional y no la de la libertad de las facultades (Derrida leyendo a Kant). No, nada es más peligroso que creer en el peligro y que encerrarse como mónada en su cabeza. Joaquín Jesús tiene razón en muchas cosas.

Miriam Jerade dijo...

Por último, hay que ir a los autores con sus propias preguntas y no apropiárselos o hacerse fan de algún club de Toby. Si tu pregunta es ¿Cómo percibimos el colo? Ve a Barry Stroud, si tu pregunta es ¿cómo se legitima la violencia en el discurso? (la mía) no vas a encontrar mucho en Barry Stroud, mejor pregúntale a Derrida. Yo no me considero derridiana y los que se consideran son detestables, puro pastiche de estilo.

Joaquín Jesús dijo...

Uhm..tengo curiosidad por qué dices lo de la rosas de Wittgenstein.

Un saludo

Esponjita dijo...

Hola a los dos:
Pues miren: yo no creo que haya discursos peligrosos y otros no (bueno, verán, lo tremendamente divertido del siglo XIII es cómo todo a todos les sonaba peligrosísimo, y aun así se aventaban a las peligrosas empresas). Lo que sí creo es que hay ciertas actitudes dañinas.
Una es no leer con cuidado (acaban de ver el trancazo que yo solita me metí por andar confundiendo a Derrida con Foucault: como siempre leía a Miriam hablar de discursos que legitiman la violencia, sin más pensé que aquello tenía que ver con Foucault y los discursos del poder).
La otra, más dañina aún, es no leer algo por consigna: suponer casi casi que hay tesis o actitudes filosóficas equivocadas, malas o incluso violentas.
Mucho daño ha hecho a la facultad la suma de las dos actitudes anteriores: se anatemizan discursos, se les "impide" a los estudiantes acercarse a una disciplina porque se le tilda de "superficial", "violenta", casi casi perversa. Y dicho correctamente: porque se les dice que lo que hacen los otros es peligroso.

Y bueno, quizás no lo decía Joaquín Jesús en ese sentido, pero a veces aquí se usa aquella consigna de que lo mejor es el camino, porque el destino (digo, eso es lo que entendí) está fuera de nosotros, es casi pretexto (aquí, repito) para no leer con cuidado, para no hacer el trabajo correctamente. Peor aún (aquí sí ¡escándalo!): para no argumentar. Y por eso reaccioné así.

Porque entonces resulta que casi casi filosofamos com si tuviéramos enemigos "históricos" (así, casi pensando stalinistamente): y como si los analíticos encarnaran al perverso capital. Pero cuando uno va y los conoce, resulta que no es cierto, que ellos no son así. También han evolucionado.

En fin.
¿Por qué lo de las rosas? Porque cuando Wittgenstein regresó de su aventura de tratar de ser maestro rural, de que los rusos lo aceptaran como obrero, y de su autoexilio en Noruega o Finlandia o un pais de esos, fue a un monasterio benedictino donde se empleó de jardinero.

Esponjita dijo...

¡¡¡¡¡¡EL VIDEO ESTÁ EN ALEMÁN!!!!!

buuuu :(

y más

buuuuu .(

(mi analfabencia es múltiple: a penas entiende castellano, inglés y algunas frases sueltas en hebreo)

Esponjita dijo...

Porque he de aclarar una cosa importantísima:
Los discursos daniños no provienen de Derrida o de Deleuze (ese sí me gusta mucho), o de Quine, o de Searle, sino de ciertos epígonos que dan clases en nuestras aulas.

En fin.

Moscuda dijo...

Me purga tener ¿vida social? y no estar al pendiente de discusiones (por llamar de una manera políticamente correcta a este interesante diálogo). Pero me ha gustado leerlos. Yo conocí a Aubenque gracias al buen Anónimo, pero creo que cuando se enteró de sus influencias heideggerianas se arrepintió. De todos modos, me quedé con Aubenque, aunque espero no quedarme sólo con él. Palomita: no niegues que eres agustiniana y confiesa que odias al pecado, no al pecador.

Daniel G.G. dijo...

No, Chelo. El anónimo no soy yo, aunque frecuentemente en mi vida anti-social se me tilde de hiperviolento (Es sólo para los que lo merecen y ya compraron una doctrina hecha en el supermercado, o para los que "filosofan" desde al convicción) Por cierto que E.Faye recomendaría hacer lo que intentaste en tu tesis de maestría, pero desde la filología, no desde el epigonismo al que se refiere Paloma... Ya bota a esos personajes, y vente al philological playground.

Daniel G.G. dijo...

No, Chelo. El anónimo no soy yo, aunque frecuentemente en mi vida anti-social se me tilde de hiperviolento (Es sólo para los que lo merecen y ya compraron una doctrina hecha en el supermercado, o para los que "filosofan" desde al convicción) Por cierto que E.Faye recomendaría hacer lo que intentaste en tu tesis de maestría, pero desde la filología, no desde el epigonismo al que se refiere Paloma... Ya bota a esos personajes, y vente al philological playground.

Moscuda dijo...

Al parecer hay alguien más que sabe más latín que Paloma y a quien ella misma también disculpa y disculpa, y fue un error pensar que se trataba de ti, en todo caso me refiero al "buen anónimo", porque no me parece que esté mal lo que opina, aunque decir lo mismo con toda la frente, ya no es lo mismo. Debido a lo primerito que he escrito supuse que eras tú, y no porque me parezcas hiperviolento. O he sido afortunada o está mal el "se" (lo que se diga de ti). Así que disculpe usted. Por lo demás, no conozco a Faye (he oído algo y no sé si estoy bien o mal enterada) pero no entiendo qué propondría sobre Heidegger, ¿crees tú que estaría entusiasmado por el estudio de Heidegger (con todo y su nazismo)? o bien, es alguien que descalifica la lectura heideggeriana de los griegos, y a Heidegger en sí mismo, aun antes que sus interpretaciones. Porque si es así, difícilmente puede hallarse a Heidegger como digno de estudio en sí mismo. ¿Crees tú (Danilo)que Heidegger sería estudiable por sí mismo, como estudiable en sí mismo es Kant o Aristóteles? ¿Lo creen de verdad (Paloma y tú)? A mí me parece que sin duda es digno de estudiarse, y sé que tiene diferencias bastante fuertes con ciertos filólogos, no con todos. Pero a estas diferencias con la filología tradicional se atienen quienes lo descalifican. Mi tesis fue un estudio sobre el Aristóteles de Heidegger, ciertamente con sus limitaciones, pero no me parece mero "intento", a menos que, lo que no se halle acorde con la interpretación filológica tradicional -y ahora habría que decir también analítica-, sea entonces digno de ese calificativo. Yo tengo mis dudas sobre si las distinción entre el acercamiento filológico al que se insta no esconda en realidad un rechazo a este tipo de autores más contemporáneos (y pienso expresamente en Heidegger o Derrida), y aquí habría que preguntar, ya a Paloma, a qué derridiano o a qué heideggeriano respeta y conoce, o mejor dicho, al revés.