(1) No me bastó ponerme el pie sola (ja... podría tratar de defender a mi inteligencia y declarar que redacté el trabajo en dos días... pero es falso: lo hice en seis horas. Eso me hace moralmente reprobable... y demuestra que mi de por sí escasa y débil atención no soporta el desvelo. Me quedó del nabo y públicamente hube de desdecirme de todo... en fin... es cuando uno se pregunta si ambos somos hablantes de la misma lengua, porque el muy bien ya no me queda claro si es un adjetivo reprobativo)... encima de todo, pasé toda la tarde tomando café con cardamomo con Ely y Jannet... y por no irme a dormir, como mandaba mi triste y desesperado cuerpo, olvidé la tarjeta en el cajero... se llama karma (o déficit de atención agravado por desvelamiento inmoral).
(2) Mi cerebro se ha secado. Me costó demasiado escribir este ridículo post. Mi futuro literario, creo, está en peligro: hoy, por más que lo he intentado, no se me ocurre nada.
(3) El alemán tiene la ventaja de que, fonéticamente, es menos chicloso que el inglés. Eso es bueno. Además, acabo de descubrir que el mundo se divide entre los germanoparlantes que me caen bien y los que me caen en la punta del hígado... y cuando pienso „pero si ese tal por cuál aprendió alemán... ¿por qué no yo?..." y luego me respondo: „porque a ese tal por cual, por única habilidad, Dios le dio la capacidad de aprender alemán, y a tí no."
(4) Yo tengo la culpa de todo: se me hace fácil mandarla a ella, hacer que ella marque el teléfono porque yo no me atrevo, que ella le pregunte porque a mi me da penita... y se hace la regega pero luego luego va y le llama por teléfono y va y le pregunta... ¿por qué se me ocurrió que era buena idea? (admítelo Esponja: de todos modos llevabas las de perder... eres una especie de Cyrano... ¿no?)
(5) A causa del pensamiento (4), el karma se acumuló, y encima de ponerme el pie sola en plena ponencita y de olvidar la tarjeta en el cajero, en la noche el Danilo me habló para contarme, simpáticamente, cómo se encontraba feliz, de noche, departiendo con su alumna... y en medio arranque de celos, pensé: yo tengo que padecer a las alumnas peligrosas pero yo no soy, qua alumna, nada peligrosa...se llama karma... se llama karma...
(2) Mi cerebro se ha secado. Me costó demasiado escribir este ridículo post. Mi futuro literario, creo, está en peligro: hoy, por más que lo he intentado, no se me ocurre nada.
(3) El alemán tiene la ventaja de que, fonéticamente, es menos chicloso que el inglés. Eso es bueno. Además, acabo de descubrir que el mundo se divide entre los germanoparlantes que me caen bien y los que me caen en la punta del hígado... y cuando pienso „pero si ese tal por cuál aprendió alemán... ¿por qué no yo?..." y luego me respondo: „porque a ese tal por cual, por única habilidad, Dios le dio la capacidad de aprender alemán, y a tí no."
(4) Yo tengo la culpa de todo: se me hace fácil mandarla a ella, hacer que ella marque el teléfono porque yo no me atrevo, que ella le pregunte porque a mi me da penita... y se hace la regega pero luego luego va y le llama por teléfono y va y le pregunta... ¿por qué se me ocurrió que era buena idea? (admítelo Esponja: de todos modos llevabas las de perder... eres una especie de Cyrano... ¿no?)
(5) A causa del pensamiento (4), el karma se acumuló, y encima de ponerme el pie sola en plena ponencita y de olvidar la tarjeta en el cajero, en la noche el Danilo me habló para contarme, simpáticamente, cómo se encontraba feliz, de noche, departiendo con su alumna... y en medio arranque de celos, pensé: yo tengo que padecer a las alumnas peligrosas pero yo no soy, qua alumna, nada peligrosa...se llama karma... se llama karma...
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