Ya no sé que día fue (sólo tengo la seguridad que ocurrió entre un lapos de 36 horas despierta y uno de 12 horas dormida), se me ocurrió tratar de explicarle a mi mamá de qué estoy haciendo la tesis. Y ocurrió aquello que nunca creí que pasaría con ella: me miró con cara de "¿y por hacer ESO el CONACyT les da dinero?". No lo dijo así, pero su incredulidad ante mis vanos intentos por explicarle que los asuntos de la conciencia no son reductibles en última instancia (como toda otra ciencia) a la física, me recordaron a aquella vez que me pasó lo mismo con mi papá.
Entonces había yo descubierto a Kant, y me parecía muy claro que el Genio Maligno era ya casi invencible (aunque aún creía que podíamos salvarnos porque, si no, ¿qué sentido tenía seguir haciendo Filosofía... eso creía entonces). Y recuerdo cómo le hablé a mi papá de los cerebros en cubetas, cómo apelé al sueño y a las alucinaciones, como intenté demostrarle que si los mentados extraterrestres inteligentes de Carl Sagan tuvieran un aparato perceptual ligeramente distinto, tendrían otro mundo. Y mi papá, de pronto, no supo que responderme y no dejó de burlarse del maldito ejemplo de los cerebros en cubetas, y fue imposible continuar la conversación. Desde entonces, hablar de filosofía con él es tema prohibitivo.
Ahora pasó lo mismo con mamá. Para vencer su funcionalismo (diría Nagel), tuve que propinarle tremendo pellizco (me voy a condenar). Ya antes había batallado para demostrarle que con "alma", los filósofos no siempre nos referimos a una sustancia espirituosa e inmortal que nos anima... y mucho menos Aristóteles. Ya tuve que explicarle el parentezco etimológico de anima con alma, ya tuve que decirle que el "alma" inmortal no es una especie de ectoplasma tridimensional que cruce las paredes. En el fondo me parece percibir (toda pura paranoia mía, claro) un hondo y cada vez más desarrollado desprecio por esa alacena de mitos que parecemos ser los filósofos... una especie de desprecio de conciencia, no de clase, sino de Facultad: 'ustedes la gente de sociales' (a lo que yo irritada contesto: claro, los físicos, ustedes esa gente de ingeniería). De mi tesis de licenciatura dijo que estaba bellamente escrita, lo cual era un intento de encontrar algo bueno, no en mi tesis, sino en mi profesión. Nunca olvidaré a aquél físico, amigo de mi papá, que me dijo: "bueno, pero ¿y él amor? ¿quién habla del amor? ¡los filósofos!"... zopapo quería darle: nosotros inventamos eso a lo que ustedes se dedican, y Einstein, como buen alemán, sí se sabía a su Kant. Menos peor fue el encuentro con García Colín: en una conferencia nos demostraba que, según las últimas medidas, el universo ni está deteniendo su expansión, ni se está contrayendo: se está acelerando... y le pregunté "¿y usted cree que estamos a punto de vivir un cambio de paradigma científico como aquél del qué habló Kuhn?" y el contestó "Pues no sé, pero por lo menos nosotros sí trabajamos con la realidad, no como ellos"
... ellos...
o sea, yo también...
yo, que en vano me esfuerzo por explicarles a mi padre, a mi madre, a García Colín, que en ese Universo que estudian existen unas entidades llamadas "conciencias". Y que no pueden ser medidas por una simple razón: ellas "son la medida".
Le dije a mi mamá en nuestra amarga y creposa discusión: "puesto que ya has aceptado que las letras no son algo en el mundo, sino que nuestra mente las pone ahí, tendrás que admitir también que la regla y el reloj, con el cual mides la distancia y el tiempo que son el sostén de toda la física, tampoco existe en el mundo"
"¡claro que existe!" dijo ella
"¡claro que no!, existe una tabla con rayitas pintadas, y esa tabla de dimensiones determinadas y con cualidades determinadas, existe en el mundo. Pero que las rayitas sean "una regla", eso, lo pones tú en el mundo: no es algo que esté en él. Y por eso, porque no está en el mundo, eres capaz de medirlo y de hacer tu teoría sobre el mundo, que tampoco está en él".
Accedió. Pero entonces, con la misma desesperación que mi papá era incapaz de contestar a mi argumento solipsista, me dijo:
"¿Entonces debemos creer en cosas inmateriales y divinas?"
_______________________________
Además de una casa en SLP que me ha provocado muchos dolores de cabeza, mi abuelita Aurora me heredó dos cosas de las cuales apenas me acabo de percatar:
El arte de la herística
La crítica.
Una es consecuencia de la otra. Cuando uno tiene habilidad aguda de navaja para argumentar, difícilmente puede permanecer mucho tiempo con una postura o una idea: ésta permanece siempre al filo de la propia navaja. Así ella dejó de ser católica y se volvió bautista. Y luego su navaja la hizo una tremenda hereje.
Y por algún tiempo abrazó las creencias de que Yavé era un extraterrestre, y mi tía Blanca la trataba de viejita necia que creía en zandeces. Y mi abuelita creía en el Tarot y el I Ching, y era capaz de demostrar las razones por las que creía en ello. Y por más que mi Tía Blanca, doctora en economía, y mi mamá, Física, tenían razones sobradas para desbaratar tales charlatanerías, se dejaban echar el I Ching en grandes momentos de angustia, o repetían el Salmo 23 ante la adversidad. Pero en mi abuelita, aquellas no eran debilidades: tenían sustentos teóricos. Y mi Tía y mi Mamá, las dos chicas genio en la escuela, académicas y universitarias, no podían evitar ver con cierta pena tales creencias.
Así me sentí antier (o ayer, o mañana, ya no sé qué día fue) cuando vi la cara de mi mamá, incrédula, de que su hija desconfiara del fisicalismo. Cómo si de pronto, después de una férrea disciplina positivista, la hija hubiera sido susceptible a la peor de las charlatanerías. Y yo me sentía como Juana de Arco, que ha escuchado la voz del ángel, tratando de convencer al Delfín de que no estoy loca. Horror que la hijita de dos estrictos físicos ateos haga "metafísicas".
_______________
Ahí va la hereje. Doña Aurora le heredo a Aurorita, mi hermana, su inquebrantable fuerza de voluntad. Y siempre me quejé con el destino que a mí me hubiera dado una tan flaca. Pero hoy caigo en cuenta que a mí me dió el otro lado de su extraordianaria persona: el tercer ojo.
(Es que mi abuelita leía a Rampa, y su libro del tercer ojo. Y por ahora, para efectos de este post, sea el tercer ojo la suma del arte de la herística y lo open mind, en el sentido más teórico posible, de mi abuelita)
(la esponjita que ya mero acaba... bueno, ni tan ya mero: maldita sea la hora en que a Hasse se le ocurrió que Black, ni más ni menos que la señorona Black, se había equivocado)
Entonces había yo descubierto a Kant, y me parecía muy claro que el Genio Maligno era ya casi invencible (aunque aún creía que podíamos salvarnos porque, si no, ¿qué sentido tenía seguir haciendo Filosofía... eso creía entonces). Y recuerdo cómo le hablé a mi papá de los cerebros en cubetas, cómo apelé al sueño y a las alucinaciones, como intenté demostrarle que si los mentados extraterrestres inteligentes de Carl Sagan tuvieran un aparato perceptual ligeramente distinto, tendrían otro mundo. Y mi papá, de pronto, no supo que responderme y no dejó de burlarse del maldito ejemplo de los cerebros en cubetas, y fue imposible continuar la conversación. Desde entonces, hablar de filosofía con él es tema prohibitivo.
Ahora pasó lo mismo con mamá. Para vencer su funcionalismo (diría Nagel), tuve que propinarle tremendo pellizco (me voy a condenar). Ya antes había batallado para demostrarle que con "alma", los filósofos no siempre nos referimos a una sustancia espirituosa e inmortal que nos anima... y mucho menos Aristóteles. Ya tuve que explicarle el parentezco etimológico de anima con alma, ya tuve que decirle que el "alma" inmortal no es una especie de ectoplasma tridimensional que cruce las paredes. En el fondo me parece percibir (toda pura paranoia mía, claro) un hondo y cada vez más desarrollado desprecio por esa alacena de mitos que parecemos ser los filósofos... una especie de desprecio de conciencia, no de clase, sino de Facultad: 'ustedes la gente de sociales' (a lo que yo irritada contesto: claro, los físicos, ustedes esa gente de ingeniería). De mi tesis de licenciatura dijo que estaba bellamente escrita, lo cual era un intento de encontrar algo bueno, no en mi tesis, sino en mi profesión. Nunca olvidaré a aquél físico, amigo de mi papá, que me dijo: "bueno, pero ¿y él amor? ¿quién habla del amor? ¡los filósofos!"... zopapo quería darle: nosotros inventamos eso a lo que ustedes se dedican, y Einstein, como buen alemán, sí se sabía a su Kant. Menos peor fue el encuentro con García Colín: en una conferencia nos demostraba que, según las últimas medidas, el universo ni está deteniendo su expansión, ni se está contrayendo: se está acelerando... y le pregunté "¿y usted cree que estamos a punto de vivir un cambio de paradigma científico como aquél del qué habló Kuhn?" y el contestó "Pues no sé, pero por lo menos nosotros sí trabajamos con la realidad, no como ellos"
... ellos...
o sea, yo también...
yo, que en vano me esfuerzo por explicarles a mi padre, a mi madre, a García Colín, que en ese Universo que estudian existen unas entidades llamadas "conciencias". Y que no pueden ser medidas por una simple razón: ellas "son la medida".
Le dije a mi mamá en nuestra amarga y creposa discusión: "puesto que ya has aceptado que las letras no son algo en el mundo, sino que nuestra mente las pone ahí, tendrás que admitir también que la regla y el reloj, con el cual mides la distancia y el tiempo que son el sostén de toda la física, tampoco existe en el mundo"
"¡claro que existe!" dijo ella
"¡claro que no!, existe una tabla con rayitas pintadas, y esa tabla de dimensiones determinadas y con cualidades determinadas, existe en el mundo. Pero que las rayitas sean "una regla", eso, lo pones tú en el mundo: no es algo que esté en él. Y por eso, porque no está en el mundo, eres capaz de medirlo y de hacer tu teoría sobre el mundo, que tampoco está en él".
Accedió. Pero entonces, con la misma desesperación que mi papá era incapaz de contestar a mi argumento solipsista, me dijo:
"¿Entonces debemos creer en cosas inmateriales y divinas?"
_______________________________
Además de una casa en SLP que me ha provocado muchos dolores de cabeza, mi abuelita Aurora me heredó dos cosas de las cuales apenas me acabo de percatar:
El arte de la herística
La crítica.
Una es consecuencia de la otra. Cuando uno tiene habilidad aguda de navaja para argumentar, difícilmente puede permanecer mucho tiempo con una postura o una idea: ésta permanece siempre al filo de la propia navaja. Así ella dejó de ser católica y se volvió bautista. Y luego su navaja la hizo una tremenda hereje.
Y por algún tiempo abrazó las creencias de que Yavé era un extraterrestre, y mi tía Blanca la trataba de viejita necia que creía en zandeces. Y mi abuelita creía en el Tarot y el I Ching, y era capaz de demostrar las razones por las que creía en ello. Y por más que mi Tía Blanca, doctora en economía, y mi mamá, Física, tenían razones sobradas para desbaratar tales charlatanerías, se dejaban echar el I Ching en grandes momentos de angustia, o repetían el Salmo 23 ante la adversidad. Pero en mi abuelita, aquellas no eran debilidades: tenían sustentos teóricos. Y mi Tía y mi Mamá, las dos chicas genio en la escuela, académicas y universitarias, no podían evitar ver con cierta pena tales creencias.
Así me sentí antier (o ayer, o mañana, ya no sé qué día fue) cuando vi la cara de mi mamá, incrédula, de que su hija desconfiara del fisicalismo. Cómo si de pronto, después de una férrea disciplina positivista, la hija hubiera sido susceptible a la peor de las charlatanerías. Y yo me sentía como Juana de Arco, que ha escuchado la voz del ángel, tratando de convencer al Delfín de que no estoy loca. Horror que la hijita de dos estrictos físicos ateos haga "metafísicas".
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Ahí va la hereje. Doña Aurora le heredo a Aurorita, mi hermana, su inquebrantable fuerza de voluntad. Y siempre me quejé con el destino que a mí me hubiera dado una tan flaca. Pero hoy caigo en cuenta que a mí me dió el otro lado de su extraordianaria persona: el tercer ojo.
(Es que mi abuelita leía a Rampa, y su libro del tercer ojo. Y por ahora, para efectos de este post, sea el tercer ojo la suma del arte de la herística y lo open mind, en el sentido más teórico posible, de mi abuelita)
(la esponjita que ya mero acaba... bueno, ni tan ya mero: maldita sea la hora en que a Hasse se le ocurrió que Black, ni más ni menos que la señorona Black, se había equivocado)
3 comentarios:
No es cierto lo que ella dice que dije. Como una policía ella tergiversa lo que dicho, como si lo hubiera visto a través de un vidrio translúcido y tratase de explicar lo que medio entendió.Me deslindo y niego lo que afirma que dije.
la mama de la hereje
Jajaja. Me encantó el post incluído el comentario materno (sea verídico o no).
Me moviliza en muchos aspectos. Yo he tenido que luchar con el desprecio de la Filosofía de todo mi entorno. Pero aún más, una vez pasado cierto tiempo tuve que luchar contra mi propia resistencia a la Filosofía.
Mi relación con ella es de amor y odio. La imagino como lo hizo Boecio: con un vestido blanco, rasgado, con las letras griegas theta y pi grabadas en orden descendente. Ahora bien, mi desprecio se desvanece cuando veo cómo se trabaja en otras ciencias tan respetables de modos tan mecánicos y acríticos. E incluso, lo que antes era una debilidad (el odio a la Filosofía) se convierte en una fortaleza (la capacidad de autocrítica).
Lo que más me pesa es su aplicabilidad tan indirecta, pero a su vez creo que eso es lo maravilloso de la Filosofía y la sigo eligiendo o quizá ella me eligió a mí.
Un beso a Ud. y a su madre fisicalista
Pues bendita hereje.
Y sí, estar en el filo de la navaja nos hace heracliteanos. Nomás que tú resbalas porque, oh! admirada Esponjita, tu navaja está super recontra afilada. La mía, empieza a oxidarse aunque toy trabajando pa pulirla y sacarle filo.
Tú abuelita me hizo recordar a otro personaje entrañable que Poniatowska inmortalizó: Jesusa Palancares de "Hasta no verte Jesús mío".
Besotes.
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