30 marzo 2010

Al pan pan, y al vino vino


Primero conocí a los protestantes que a los católicos. Quizás porque mi abuelita era anticatólica antes de hereje, bautista, cátara, bogomila y al final creyente de algunas extraterrencias de Pedro Ferriz. Y fui primero a los servicios de la Iglesia Bautista de Getsemaní, sobre Plutarco Elías Calles -primer o segundo presidente protestante de México- casi esquina eje 5 sur. Luego a la "Primer Iglesia Bautista de San Luis Potosí". Ahí íbamos 9 personas. La única menor de 60 años era yo. Como todos ahí iban absolutamente convencidos, no había intentos de ultraconvertir a los poquitos viejecitos asistentes. Como yo era la única menor de 15 años (y de 60, como ya dije), pues no había escuela dominical. Y tocaba, cada semana, 'tomar la cena' -algo así-: acto simbólico en el que, como en las películas gringas, se pasa una hermosa charola amarilla con un montón de vasitos miniatura de plástico con un poquito de jugo de uva, y luego un platito con pedacitos de pan -mi templo ya hacía mucho había pasado sus mejores épocas, así que más bien eran pedacitos de galleta Ritz. Pero como yo no me había bautizado todavía, sólo tomaba la hermosa bandeja amarilla y la pasaba junto. Tomaba la charola de las galletitas y las pasaba. Esperaba entonces que pasara suficiente tiempo para saber si 'cristo' cabía o no en mi corazón. La apuesta de Pascal nunca me convenció: hacer como si sí, creía yo, era como vivir traicionada eternamente. Yo no pedía que Dios se me apareciera, ni ver un milagro, ni que una alta columna de fuego: me bastaba con despertar un día con la certeza innegable de su existencia. Ya luego me preocuparía por averiguar el asunto de la trinidad y por qué el Dios Bíblico mató a 40 mil -cosa que tanto le molestó a mi abuelita: ¿por su becerrito de oro? ¿qué padre le haría eso a sus hijos?
Pero ese milagro nunca ocurrió, y jamás bebí del vasito de jugo de uva.

Años después entré a hebreo y aprendí que en el Shabat -si mi memoria no me traiciona- el papá toma un pedazo de pan y luego los pasa a los demás. Tuve que conocer a Daniel para que explicara el escándalo ese de la transubstanciación, del santísimo, del sagrario, de cómo se parece el Padre Nuestro a la oración del Shabat. Y también lo de cómo se mide la pascua, la luna, la primavera...

Pesaj Sameaj!

(y yo voy y molesto a Ely y le digo: sí, ustedes los católicos tan mágicos...)

Hoy Daniel me llevó a la Iglesia del Señor de las Maravillas (ah! claro, ora sí salí de vacaciones: me vine a Puebla. Otra vez no pude ver el catálogo de la Palafoxiana. Daniel se confundió y en vez de llegar al balneario Agua Azul llegamos a Huehuetlán: un pueblo de gente con cara de pocos amigos. Puebla, repito, es la ciudad peor señalizada del país... del mundo... del universo... de todos los mundos posibles e imposibles... salvo por el centro. Se nota que del Zócalo a las primeras 10 cuadras, los edificios los construyó el imperio Español. Del ahí a otras cuatro cuadras -todo art decó- estaba el milagro mexicano. La periferia, es el desencanto mexicano. En fin.)
Y cada vez que uno entra a un templo católico se da cuenta de que aquello parece templo romano (así como la forma de foro romano de las plazas de toros: los toros eran deporte de micénicos y fenicios. Y el foro, de hombres contra bestias. Y se opine lo que se opine de los derechos de los animales -tal y como Sorabji lo atestigua, aquello es muy pitagórico y muy platónico-, en la circunferencia de la plaza de toros está un antiguo llamado de nuestras raíces fenicias y del Lacio por igual). Y uno se da cuenta que cada altar es un altar a una deidad diferente: que san Judas Tadeo (en la capilla dedicada a Santo Tomás... ¡escándalo!... cada vez los dominicos se ponen más tremendos), y luego otra deidad: la virgen del carmen, con un enorme cuadro de Duns Escoto por aquello de la inmaculada concepción de la virgen (¡¡¡¡y la catedral tiene una cosa extrañísima!!!!! hay algunas columnas que tienen, arriba, una lámina de metal con un santo. Por ejemplo, san Agustín. Y luego, en la parte de abajo, labrada en la piedra, el nombre de un gran hereje: Pelagio -y yo pensé...ja! hasta que hay un templo católico que se asume como es... basta... basta... basta con mis chistes).

Tan romanas que son las iglesias, los templos católicos: un nicho para cada dios, que para la virgen de tal, que para santo tán... y como que la iglesia de ha descarado un poco: ahora le exigen al Virrey Juan de Palafox que haga un milagro para santificarlo. A Tomás ni a Alberto les pidieron tanto. Porque se supone que los santos sólo son hombres a los que se les reconoce. Pero ahora con lo de los milagros se declara su condición de diosesillos. Pero como que a la vez a todos los paganos -sobre todo a los romanos que luego filosofaban- les quedaba muy claro que sobre tanto dios pequeño había un sólo orden y una sola ley a la que todos estaban sujetos.

En fin. Yo sigo sin que se me haga el milagro de poder entrar al catálogo de la Palafoxiana. Deseenme suerte.

1 comentario:

Pepe Cleto dijo...

suerte! jejejeje puebla no esta tan mal.. esta peor santa catarina y san nicolas en nuevo leon.. si te aprecias un poco no vengas!!!!! he aahi la prueba de que dios no existe!! existe mty, y la florida!!!!!!!! irrefutable!!!!