24 marzo 2010

La lobidad del lobo

En la mesa de junto hay un niño absolutamente rubio. Por eso llama la atención. Casi como el cabello del Principito, pulcramente recortado. Juega con algo bajo el cuidado de la que parece su abuela, su abuelo y su papá. Miro al papá. El cabello igual de recortado, castaño, la frente amplia por el paso de los años: rondará los cuarenta años. Algo tiene en la mirada, algo de señudo involuntario, que me recuerda a quaedam. Bajo un poquito la mirada y veo sus brazos torneados, quizás más delgados que los de quaedam, los dedos largos y blancos. Se parecen. Apenas alcanzo a oír su voz (traigo puestos los audífonos y estoy oyendo a Avril Lavigne), pero es un poco más aguda que de tenor, y se nota que ha nacido acá en Monstruópolis.

Yo estoy aquí, en un Sanborn's café, tratando de redactar el primer capítulo de la tesis. Tengo ya todo -creo yo. Ayer, en un golpe de suerte (digo, visto desde mi perspectiva... Cf. Aristóteles Physica II sobre la τυχή), mi correo electrónico marcaba "Maestría 1", lo cual suele ser un susceso porque o es la coordinación que anuncia algo muy urgente, o el Demiurgo nos manda algún informe muy preciso sobre qué vamos a leer para el seminario de Aristóteles... o es el profe, aquí conocido cariñosamente como Lupus, porque escribió alguna vez un artículo llamado Ovis timet lupum del cual surgió mi tesis (también porque en ese entonces yo estaba enojadísima con Priani, quien firmaba como la Ovis) -la tesis, seamos honestos, surgió, entre otras cosas, de una clase que me dio una vez... a propósito de un Sol más grande que todo el orbe habitado, y el hijo de Dión, primo de Diares, sobrino de Zayd y probablemente yerno de Sócrates.
Pues el correo era del Lobo. Y todo correo suyo que me llega diciendo Shared File, contiene eso: un File, o séase, pueden ser 10 cuartilla de un artículo, o 567 de una edición de San Alberto Magno. Pues ni tan tan, ni muy muy: era un libro de 97 páginas-pdf (multiplíquelas por dos para saber cuántas reales), llamado Ratio Particularis. Como yo estaba en el IIFs, lo pude descargar sin poblema. Lo abrí y... ¡¡¡¡¡¡¡¡¡&%$#€œ!!!!!!!! El índice era demasiado parecido a mi tesis.
Pero entonces averigué quién era la tal Di Martino: ella escribió un artículo que no me gustó gran cosa sobre la memoria en Avicena y Averroes. La parte de Avicena me pareció... ¿cómo decirlo? pues muy descriptiva. No era Deborah Black, ni decía gran cosa nueva, pero estaba interesante. Sin embargo, cayó en un error en el cuál yo caí y del cual me recuperé: creyó que en Avicena el Sentido Común opera como la Inteligentia en Agustín: que construye y sintetiza para otorgarnos la intuición del tiempo. Yo lo subrayé con amarillote (bueno: el PDF tiene nomás amarillote) y fui feliz: porque reconocí ahí mi error y caí en cuenta de cómo salir de él: Agustín no estaba casado con la idea de que los sentidos son pasivos, por eso le pasa esa cosa tan extraña en Confesiones XI, y, sobre todo, por eso De Trinitate abunda en aporías sobre la autopercepción. Pero Avicena es otro cuento, mucho mejor aristotélico y mucho más limitado. En fin... el caso es que Di Martino tampoco ofrece muchas pruebas de lo que está diciendo. No es como Black que cada afirmación va acompañada de una nota que remite al texto. Si usara mucho su imaginación, por lo menos Black tiene cómo defenderse. Martino no: más bien cita a Black, y no de todo lo que dice ofrece pruebas.
Hoy que vi a Lupus quise saber qué opinaba del libro... y decirle que la Srta X estaba muy interesada en tenerlo de asesor, que si iba a ir al congreso de Mazatlán en Noviembre y que si armábamos un simposio, que tenía yo que hacerle muchos comentarios sobre su artículo, que tenía un chingo de dudas sobre qué quería decir contenidos cognitivo... pero lo vi y enmudecí, y a penas pude decirle lo de la Srta. X y él comentó algo del libro. Y, no sé si el entendió porqué, yo me lancé a criticar al libro tanto como pude... no sé si entienda que me causó una gran angustia ver que ése era el trabajo que yo había planeado hacer, y que, ante ese libro, las fuerzas se me fueron. ¿Cómo decirlo? no es que me diera evidia o algo así, sino que esta mona (Di Martino) sabe árabe, cosa que yo no. Eso le da una gran ventaja a su libro sobre mis posibilidades. Es decir ¿para qué repetir una investigación que ya hicieron mucho mejor que mis posibilidades?
Por eso, descubrir errores es una buena noticia. No errores en la "manufactura" por decirlo así (a pesar de que los tiene), sino en la concepción del asunto: es entonces donde entraría yo. Entender por qué ella se confundió, alertar a otros de tal posible error, presentar mi solución, mi hipótesis, demostrarla... y entonces hacer un trabajo que valga la pena.

(En la mesa de junto el güerito está llorando. La abuela lo carga y el se tranquiliza. Ella apoya la cabeza en su oído y algo le dice. Y él, mientras ella habla, escucha y luego responde. ¡Es tan hermoso!... parece sacado de una novela de Gunter Grass)

Pero no había impreso lo que tenía que imprimir y no pude llegar temprano para hablar con él. Y aunque hubiera llegado de nada hubiera servido: hoy no parecía un buen día para pensar. En fin. Yo estoy aterrorizada. La obra de Alberto Magno es, como Pico lo advirtiera, vasta hasta decir basta... cada día me encuentro con un texto que no he leído de Avicena y que debería de considerar porque seguramente Alberto sí lo leyó: que el De anima III, 8 (eso se lo debo a Di Martino), que Metaphysica V, 1-2 porque ahí define el universal y da otro uso de intentio, y vayan ustedes a saber si ahí es Ma'ná o Ma'qul, porque ahí las Ma'na o Ma'qul son universales también. Que tengo que terminar de leer De anima V, que la Summa de creaturis primero, y luego el De Anima, pero no olvide ustede el De animalibus con los veintemil ejemplos de Alberto sobre los pigmeos que casi parecen humanos, y los osos y las mujeres que hibernamos.... Que mejor me pongo a leer el comentario al perihermeneias de Alberto porque de nuevo ahí define por enésima vez intentio en el sentido en que lo usa Boecio -¡y zaz! que ahí tiene un pinchicapitulote sobre lógica modal, y yo no sé ni la contemporanea ni la medieval, y no sé ni madres y no sé por qué tengo un título de licenciada en filosofía... ¡¡¡¡todo es un fraude!!!!)

Vuelvo a la calma. Entendí algunas cosas en estos días. Primero, que Avicena tiene una teoría de los sentidos interiores que logra extirpar cualquier "accidentalidad" de la percepción. Otra fue que logra hacer de la percepción un monolito autónomo absolutamente, al grado de que el alma sensible a veces se le pone al tú por tú al intelecto: logra hacer del alma sensible un algo absolutamente autónomo de la racionalidad y capaz de empatar con ella. ¿Cómo decirlo?
La cosa la veo así: Aristóteles al introducir el concepto de Fantasía pretende explicar una serie de fenómenos cognitivos y operativos en los cuales el intelecto no interviene, por un lado. Por otro, trata de explicar cómo se une el conocimiento del intelecto con el mundo sensible: lo universal con lo particular. Sin embargo, deja varios cabos sueltos. Uno es cuál es el mecanismo que le permite a un animal desear ante la percepción de un particular, si de éste el animal no puede obtener información intelectual: saber qué es. Otro, son las famosas percepciones accidentales. Son, digamos, agujeros en el aparato cognitivo que ponen en riesgo su autonomía: siempre parecen requerir de otras facultades, como el intelecto, que expliquen cómo entran los significados dentro de las percepciones de los particulares.
Y Avicena lo llena con la inclusión de la Estimativa.
Digamos que un error común hasta para Aristóteles, es suponer que los animales son una especie de almas humanas descabezadas: sin intelecto. Si no tienen intelecto: ¿cómo pueden andar por el mundo descabezadas? Avicena le pone cabeza al alma sensible, y e incluso logra explicar la akrasia y otro tipo de cosas similares gracias a las dos "cabezas" en el alma que entran en conflicto (muy plotínico).

Y mientras trato de aclararme la cabeza escribiendo tarugadas acá, el niñito rubio y su papá lupiforme ya se fueron... Y yo ando con no sé qué nostalgia de Plotino y el Neoplatonismo, de la Filosofía de la Mente, de tener 20 años y... y de otras muchas cosas...

1 comentario:

Lukas Rybensen dijo...

Qué bueno toparse con una dificultad (una tesis afín a la que uno programa) y convertirla en una oportunidad :) Felicitaciones. Creo que es la mejor actitud posible ante la vida.

Un beso