Escribí un cuento... bueno... asegún era un cuento. Pero, salvo el nombre de la protagonista, todos los personajes existen... y hasta cometí el error de ponerles su nombre verdadero a los verdaderos... y resultó ser pura queja de mi situación actual. O sea: se me ha secado el coco.
Pero el final era bonito: después de que la protagonista (Ila) trata de explicarle a su papá Físico (o sea: ¿eso qué tiene que ver conmigo?) que una cosa es la longitud de onda 632 y otra el qualia rojo, y luego comienza con complicados argumentos cerebrocubetescos y geniomalignescos, un libro de Berkeley, pesado y de pasta dura (ya ven: el cuento estaba chafa: ¿han visto ustedes algo así? debí poner... qué se yo... el Cambridge Companion to Berkeley, o algo así), les decía, ese hipotético y muy pesado libro del Obispo le cae en el dedo chiquito del pie y ella furiosa lo patea: la refutación le había dolido demasiado.
En fin... el único personaje al que le había cambiado de nombre (además de a mí, obvio) fue a Chupacabras. Le puse Mr. Chalmers. Y eso porque estaba leyendo a Chalmers y me agarró una especie de coraje: ¿a quién se le ocurre que la 'mens' es otro objeto del mundo? Digo... es obvio que como que el fisicalismo nomás no me cuachalanga, no le entiendo.
Y es que yo había escrito otro gran texto llamado "verde en tinta verde" que trataba de cómo, cuando yo era niña, no entendía cómo la palabra verde podía escribirse con tinta negra. Como, entonces, el mundo para mí se dividió en dos: el significar y lo significado. Pero la franca verdad es que todavía no entiendo este despapaye bien a bien. Se supone que antier debí entregarle al Lobito el proyecto de Tesis. Pero al tratar de llenar el formato me quedé helada... ¿cómo se llama mi tesis? ¿cómo justifico el tema? y lo peor de todo ¿cuál es mi hipótesis? (¡¡¿¿mi??!!)... estuve a punto de escribirle un correo para preguntarle... pero pos esas cosas no se hacen. No admite uno así como así (y menos ante uno mismo) que anda uno medio a ciegas siguiendo al Sen Sei. Y pos uno menos va a admitir (frente al lobito) que la primera vez que le prestó atención al tema ese de la intencionalidad fue cuando él se lo platicó a uno en una clase de Siger de Bravante (lo platicó muy bonito... ¡caray! me dejé hablar bonito... nop... no me arrepiento... nop)
Mal que bien, tragarme mis ignorancias frente al Lobito y poner cara de uy sí lo comprendo todo... pice of cake... me ha servido muchísimo. Mi primer acto heróico fue conseguir las fotocopias del Magnum Commentarium in Libros de Anima de Averroes... El lobito no daba crédito (y es que... yo no daba crédito de que para él fuera más probable que leyéramos esa lengua bárbara e ininteligible llamada alemán que a nuestra veneranda madre lingüística; el latín... no nos quería pasar copias en latín pero muy amable ofreció las copias en alemán).
Lo segundo fue el aprender a leer francés en menos de un mes... sí... fue menos. Porque yo en mi sacrosanta vida había tratado de leer el francés. Obvio: los que saben, saben que el francés es tan fácil como el italiano. Y ya sabiendo latín, pos...
Lo tercero fue aventarme a hacer una tesis con puros textos en latín. Eso sí me dolió más. Porque una cosa es saber latín de Manual de Don Julio Pimentel, y otra entenderle a Avicena sin poder hacer trampa... o sea, sin poder correr hacia alguna traducción clarificadora.
Lo cuarto, que es lo que más trabajo me está costando, ha sido recuperar los 11 años perdidos en la facultad. Es decir: volver a empezar desde Sentido y Referencia, pasar por Quine (por quien nunca había pasado)... tratar de entender por qué, lo que para mí es obvio (es decir: que tenemos conciencia) es lo que el héroe Searle y el héroe Chalmers tratan de reivindicar. Anoche encontré un texto de Chilshom que se promete clarificador al respecto. Eso ¡cómo a dolido! (digo: mi qualia es metafórico... se refiere a aprender en un año lo que en 11 no pude).
Y... quinto: ayer leí mi primer párrafo en alemán. Digo... pensé... si pude con el Timeo... si pude con Aristónteles... ¡caray! ¡puedo con el Alemán! Y aplicándo la griego-sin-lidocaina que nos recetan en Clásicas, así estoy con el alemán: a diccionariazo limpio. Y pos sí: mis incipientes conocimientos sobre la germana lengua y mi salvaje entrenamiento con el griego rindieron frutos: ayer una página. Son 36 pero espero ir avanzando a dos diarias... Así que yo supongo que mañana le mandaré aquello al Lobito. Porque leer a Caston me devolvió mi inmaterial espíritu a mi tridimensional cuerpo: todos hablan de algún modo de intencionalidad. El asunto es averiguar cómo (y lo que últimamente me preocupa más es averiguar qué entiende el lobito por intencionalidad... por eso yo sigo duro y duro con Searle... claro: con Introduction to philosophy of mind. Y me queda muy claro una cosa: los libros introductorios y de texto deben hacerlos los profesionales... como Searle).
En fin... luego les cuento más chismes... No... qué flojera. Lo que sigue, lo prometo, es el cuento de Mr. Chalmers. Pero un cuento de a deveras...
Prometido.
Y a A. un beso.
La esponja intuitiva (por Aureoli)
PD: No hay hechos, sólo interpretaciones
de donde
El mundo es la totalidad de las interpretaciones, no de las cosas
(Un Witt muy Niet)
Pero el final era bonito: después de que la protagonista (Ila) trata de explicarle a su papá Físico (o sea: ¿eso qué tiene que ver conmigo?) que una cosa es la longitud de onda 632 y otra el qualia rojo, y luego comienza con complicados argumentos cerebrocubetescos y geniomalignescos, un libro de Berkeley, pesado y de pasta dura (ya ven: el cuento estaba chafa: ¿han visto ustedes algo así? debí poner... qué se yo... el Cambridge Companion to Berkeley, o algo así), les decía, ese hipotético y muy pesado libro del Obispo le cae en el dedo chiquito del pie y ella furiosa lo patea: la refutación le había dolido demasiado.
En fin... el único personaje al que le había cambiado de nombre (además de a mí, obvio) fue a Chupacabras. Le puse Mr. Chalmers. Y eso porque estaba leyendo a Chalmers y me agarró una especie de coraje: ¿a quién se le ocurre que la 'mens' es otro objeto del mundo? Digo... es obvio que como que el fisicalismo nomás no me cuachalanga, no le entiendo.
Y es que yo había escrito otro gran texto llamado "verde en tinta verde" que trataba de cómo, cuando yo era niña, no entendía cómo la palabra verde podía escribirse con tinta negra. Como, entonces, el mundo para mí se dividió en dos: el significar y lo significado. Pero la franca verdad es que todavía no entiendo este despapaye bien a bien. Se supone que antier debí entregarle al Lobito el proyecto de Tesis. Pero al tratar de llenar el formato me quedé helada... ¿cómo se llama mi tesis? ¿cómo justifico el tema? y lo peor de todo ¿cuál es mi hipótesis? (¡¡¿¿mi??!!)... estuve a punto de escribirle un correo para preguntarle... pero pos esas cosas no se hacen. No admite uno así como así (y menos ante uno mismo) que anda uno medio a ciegas siguiendo al Sen Sei. Y pos uno menos va a admitir (frente al lobito) que la primera vez que le prestó atención al tema ese de la intencionalidad fue cuando él se lo platicó a uno en una clase de Siger de Bravante (lo platicó muy bonito... ¡caray! me dejé hablar bonito... nop... no me arrepiento... nop)
Mal que bien, tragarme mis ignorancias frente al Lobito y poner cara de uy sí lo comprendo todo... pice of cake... me ha servido muchísimo. Mi primer acto heróico fue conseguir las fotocopias del Magnum Commentarium in Libros de Anima de Averroes... El lobito no daba crédito (y es que... yo no daba crédito de que para él fuera más probable que leyéramos esa lengua bárbara e ininteligible llamada alemán que a nuestra veneranda madre lingüística; el latín... no nos quería pasar copias en latín pero muy amable ofreció las copias en alemán).
Lo segundo fue el aprender a leer francés en menos de un mes... sí... fue menos. Porque yo en mi sacrosanta vida había tratado de leer el francés. Obvio: los que saben, saben que el francés es tan fácil como el italiano. Y ya sabiendo latín, pos...
Lo tercero fue aventarme a hacer una tesis con puros textos en latín. Eso sí me dolió más. Porque una cosa es saber latín de Manual de Don Julio Pimentel, y otra entenderle a Avicena sin poder hacer trampa... o sea, sin poder correr hacia alguna traducción clarificadora.
Lo cuarto, que es lo que más trabajo me está costando, ha sido recuperar los 11 años perdidos en la facultad. Es decir: volver a empezar desde Sentido y Referencia, pasar por Quine (por quien nunca había pasado)... tratar de entender por qué, lo que para mí es obvio (es decir: que tenemos conciencia) es lo que el héroe Searle y el héroe Chalmers tratan de reivindicar. Anoche encontré un texto de Chilshom que se promete clarificador al respecto. Eso ¡cómo a dolido! (digo: mi qualia es metafórico... se refiere a aprender en un año lo que en 11 no pude).
Y... quinto: ayer leí mi primer párrafo en alemán. Digo... pensé... si pude con el Timeo... si pude con Aristónteles... ¡caray! ¡puedo con el Alemán! Y aplicándo la griego-sin-lidocaina que nos recetan en Clásicas, así estoy con el alemán: a diccionariazo limpio. Y pos sí: mis incipientes conocimientos sobre la germana lengua y mi salvaje entrenamiento con el griego rindieron frutos: ayer una página. Son 36 pero espero ir avanzando a dos diarias... Así que yo supongo que mañana le mandaré aquello al Lobito. Porque leer a Caston me devolvió mi inmaterial espíritu a mi tridimensional cuerpo: todos hablan de algún modo de intencionalidad. El asunto es averiguar cómo (y lo que últimamente me preocupa más es averiguar qué entiende el lobito por intencionalidad... por eso yo sigo duro y duro con Searle... claro: con Introduction to philosophy of mind. Y me queda muy claro una cosa: los libros introductorios y de texto deben hacerlos los profesionales... como Searle).
En fin... luego les cuento más chismes... No... qué flojera. Lo que sigue, lo prometo, es el cuento de Mr. Chalmers. Pero un cuento de a deveras...
Prometido.
Y a A. un beso.
La esponja intuitiva (por Aureoli)
PD: No hay hechos, sólo interpretaciones
de donde
El mundo es la totalidad de las interpretaciones, no de las cosas
(Un Witt muy Niet)
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