Porque el mundo está en los ojos, la belleza está en el mirar.
Tomado del blog "Descubriendo el Archipiélago Williche"
Llevo 6 horas tratando de escribir un post donde explique por qué es importante para la filosofía hacer 'historia de la filosofía'... Es más: mi objetivo era explicar por qué hacer historia de la filosofía es un modo de hacer filosofía, y que si se omite ese paso se corren gravísimos riesgos (y es que todo eso sí lo creo)... llevo 4 horas bajo una tormenta de ideas, y lo único que he conseguido es estar tiritando de frío, empapada de tanta idea, con los zapatos haciendo ruiditos de tanta 'idea' que sale expulsada a cada paso que doy... así que ya me rendí (esperaré a secarme un poco).
Antes de que me regañen por no estar 'albertiando', les explicaré: se supone que para lueguito entrando de vacaciones debo tener listo el proyecto de Tesis. Ok... ¿y cuál es el problema si se supone que ya tengo el primer capítulo? Pues... ya sabes a dónde vas ¿no?
Pos sí y no... o sea... ¿cómo lo explico?
¿Empiezo otra vez la parte autobiográfica de cómo un día cierto medievalista se puso a hablar de las percepciones accidentales según los medievales y cómo acá su servilleta de astedes se quedó babeando, y luego la jija ingrata agarró sus chivas y se mudó de plotinolandia a avicenilandia?
Bueno... ¿qué fue lo impactante de aquella plática? Por ahí, recuerdo vagamente ahora, que de su boca salió, cantarina, la palabra 'intencionalidad'. ¿Por qué aquello me pareció tan maravilloso? Recuerdo que yo andaba muy angustiada tratando de entender el asunto de las percepciones accidentales... y ni siquiera era el meollo del artículo de Birondo (¡ah Birondo!)... sólo que caí ahí porque a mi querido amigo de origen filipino, fino fino filipino (con mucha filicutancia, eso sí) le preocupaba la fabilidad de la percepción. Y uno de los artículos que citaba era de Cashdollar (me sigue dando mucha risa ese nombre). Entonces las percepciones accidentales de Aristóteles se volvieron todo un misterio misteriosísimo para mí. Y fui y le pregunté al Lobito que como que qué opinaban de eso los medievales (y chale, me acuerdo que le pregunté nomás por hacer plática... chale) y... ¿cómo fue que llegamos a la intencionalidad? De lo único que me acuerdo es que después que me explicó, yo, bajito, dije: 'yo quiero trabajar eso'...
No puedo acordarme de qué demonios me dijo el Lobito ese día... ¡caray! sólo me acuerdo de la impresión que causó en mí (debieron ser palabras mágicas... ¡eso! Debió leer algún manual de entoloacheamiento de la obra alquímica de Albertus Magus)... no me puedo acordar. En parte, porque mi cerebro lobular y ventricular ha sufrido muchos golpes -como cuando Homero Simpson se cae de la patineta de Bart y rebota por el desfiladero- Mi cerebro ha rebotado de Avicena a Searle, de Caston a Alberto, de Averroes a Perler, de Brentano (¡ah Brentano!) a Aristóteles, de Nemesio a Black, de Hasse a Filopón, del Teeteto a Frege, de Russell a Tomás...
Digo, sigo sin poderme acordar de sus palabras, del argumento... ¡Carajo! ¡Sólo me acuerdo de que yo le explicaba lo de ver al Sol del... tamaño de un pie de Diámetro completó mis palabras! ¡me acuerdo de eso! pero ¡¡¡Qué dijo!! ¡¡Qué dijo!!... (aquí léanse unas lagrimitas bien dramáticas).
***
Algo sí recuerdo claramente. El impulso casi salvaje e irreflexivo que terminó llevándome a cambiar, a media maestría, de tema, asesor e idioma, fue la fuerte impresión que sus palabras dejaron en mí: trabajar el tema de la intencionalidad significaba hacer filosofía de adeveras y no sólo historia de la filosofía. En ese asunto de la intencionalidad lo que dijera Alberto o Tomás no había sido aún superado por Searle o Fodor. Mientras que Plotino... Alejandro de Afrodisia... el mismo Aristóteles... ¿cómo explicarles?...
Mi gran hipótesis es que el cosmos de Plotino y el cosmos de Idealismo Alemán eran ambos universos monistas ¿qué pasó en medio?... pero el Demiurgo me hizo ver que ese camino era irrecorrible... y eso que yo 'nomás' iba a ir de Plotino a Ficino. ¿Qué le había pasado al 'yo' de Plotino a Schelling? era mi pregunta. ¿A qué horas se atravesó el dualismo cartesiano?... Pero al ver restringido mi megaextenso proyecto de tesis a Plotino, un día descubrí al Afrodisio y me pareció que Plotino ni era tan original, que eso del Uno se la había fotocopiado a la distinción entre el Intelecto Agente-Paciente del Alejandrito de Afrodisia, que la mitad de lo que decía Plotino ya estaba en los estoicos (y ¡chale!... si ese curso de los estoicos lo hubiera dado el Demiurgo un semestre antes... ¡ay! no quiero confesarlo... ¡ay!... ¡snif!)... y eso de andar desbaratando y deconstruyendo a Plotino se me hacía rete-lindo pero, la neta, se volvía un trabajo poco 'filosófico' y muy divertido... Así que cuando el Lobito salió con la intencionalidad, y lo superpoderoso del tema en Alberto... yo pensé: quizás, después de todo, sí pueda hacer verdadera filosofía, y no sólo ese placebo llamado historia.
¡¡¡¡Sí ya sé!!!! ¡¡¡Cuando comencé con Castón caí en la cuenta de que ese meollo de la intencionalidad ya estaba en el pinchurriento Agustín y el Labda de la Metafísica y la Eneáda V, 3!!! O sea: que eso estaba en los antigüitos también... que si 'alguien' (Pero ¿quién?) me lo hubiera advertido a tiempo, yo habría sabido que el meollo de mi tesis de licenciatura era la intencionalidad en Confesiones XI y De Trinitate IX-XV... Si yo hubiera prestado atención al nombre de los capítulos de la tesis de Andrea... sobre los lektá (*recontrasnif*)
¿Tons? ¿eso qué tiene que ver con el proyecto?
Pues que todo ese rebotadero que ha sufrido mi ventricular cerebro ha confundido mucho mi visión. Tengo muchos hematomas conceptuales, muchos traumatismos sistemáticos.
Para colmo llevo dos años entre analíticos y... entre más conozco a los filósofos analíticos más me agarra el cógito fenomenológico. Eso sí: los analíticos ya me caen muy bien y me queda claro que no sacrifican niños ni beben su sangre en las noches, ni son todos carnapianos positivistas. Pero en el fondo, no puedo evitar sentir que hay una enorme afinidad entre ellos y los filósofos medievales... y ¿eso no sería bueno? pues no, porque mi corazoncito fenomenológico-existencial cree que tanto unos como otros están rete-equivocados en lo mismo.
Este árduo camino (que va desde aprender latín-alemán) me ha ido formando justo en donde carecía casi totalmente de formación: en FILOSOFÍA...
¡glup!
Para mí esto de hacer historia de la filosofía no ha versado en defender a los antiguos de los modernos, ni en demostrar que son tan filósofos como nosotros. NO. Ha sido un salvaje entrenamiento filosófico. ¿Por qué salvaje? Porque me echaron al agua para competir estilo mariposa... sin que yo supiera nadar antes. Y es que (los 'es-que' mentados) yo traía un bonito título de nadadora filosófica... ¡¡¿¿cómo ocurrió que ya en el agua me di cuenta de que el inche título sirve para ni madres??!!
Ok... sigo sin poderme acordar de las palabras mágicas del Lobito aquella vez. Pero algo me queda claro: me llenaron los oídos de 'filosofía' (sea lo que ello signifique).
No es que halla más filosofía en los medievales que en los antiguos. No es que el Ovis timet lupum sea más filosófico que el Sol de un pie de diámetro. No es que Plotino y Crisipo sean piezas de museo y Averroes y Avicena no. No... Aquello lo pude encontrar en cualquiera de ellos, en griego o en latín...
Fue una serie de factores afortunados: ser la única que llegaba temprano a la clase... a una clase a la que me inscribí porque en mi maxioriginalproyecto de tesis iba a tener un capítulo sobre el intelecto agente (por aquello de la Mens Angélica de Ficino) y yo estaba muy mal informada del tema... y entonces me inscribí a esa clase (aunque no podía distinguir cuantas 'L' llevaba ese rarísimo nombre)... y luego yo sabía un poquito de latín... pero no fue eso, no... fue que llegaba temprano (eso), que A. F. y Ch. T. iban un día sí y otro no, y siempre llegaban un poquitín tarde. Y teníamos que pasar los 5 o 15 minutos que se tardaban en llegar a clase el Lobito y yo platicando de cualquier tontera. Y que yo ese día estaba obsesionada con Birondo... y que resultó, mágico-casualmente, que ese mero merito era SU tema... y que terminé teniéndolo de maestro solita para mí. Esas dos horas eran casi totalmente para mí.
(¿fue sobredosis?)
Y mis oídos se volvieron fértiles para las intenciones... y de pronto mi cabeza sólo pensaba en eso... Y... y...
***
A veces algunas personas me reclaman que qué chido asesor tengo (y por lo menos una hizo esfuerzos increíbles por conocerlo en persona... je) Recalco: me lo reclaman. Quesque me pone mucha atención, quesque me cuida mucho, quesque me consigue mi bibliografía, quesque es amistoso y amigable, quesque me invita a comer... Y, con su acusador y terrorífico dedo, me señalan y me acusan: "¡por eso te fuiste con él!" lo que implica que por eso dejé al otro... y eso me ofende horripilantemente.
Tengo que recordarles que he ido a comer muchísimas veces más con mi ex... asesor. Que los coloquios de tesistas son muuucha atención... diseñada, claro, para muuuchos asesorados.; pero que siempre que uno le pide una cita siempre la da. Que si uno me ha conseguido el 95% de mi bibliografía (yo, orgullosamente, he conseguido solita el 5%), mi ex... asesor ha provisto la biblioteca de cierto instituto con la bibliografía que 'tales personitas quejumbrosas' necesitan. Claro... es que algunas personitas quejumbrosas leen mi blog donde cuento puras cosas bonitas... no cuento, por ejemplo, que el día que expuse en el IIFs yo arañaba de miedo la parte inferior del escritorio esperando la respuesta de mi asesor... y me da pena contarles a tales personas (obviamente no a las que leen el blog, sino a las otras) que si hubo un curso sobre la intencionalidad, hubo otro donde hasta Plotino y el Afrodisio entraron... o sea... que no era una competencia entre quién era mejor asesor.
Y es que me ofenden sus acusaciones por muchas razones. Primero porque no es cierto que uno sea mejor que el otro. Luego, porque pareciera que soy una vil fémina que necesitaba un buen papá, y que mi investigación era secundaria respecto al papá elegido... o bueno, seámos honestos: la primer acusación es la premisa de la segunda.
(Y es que en el fondo yo misma temí que, de veras, fuera yo tan débil y bruta que terminara yéndome tras de uno por puras cuestiones paternales... y cada que lo pensaba mi orgullo quedaba herido y hasta me llegué a pelear con aquellas personitas... demasiado femeninas, por cierto, porque por lo menos una, en verdad, deseaba un papá que le hiciera todo, y ésa era su decepción... pero ya no chismiaré de las personitas, que ni son todas las que están, ni están todas las que son...).
Porque, si en verdad el asunto de la intencionalidad estaba igual en Avicena que en Plotino ¿para qué la mudanza y el drama y el angustiadero y todo eso que pasó? ¿por qué desoír el sabio y aterrorizado consejo del Demiurgo de que no me iba a dar tiempo de terminar? ¿Para qué echarme la bronca? ¡Me daba tanto terror dejar al Demiurgo! ¡Me sentía tan protegida! ¿Para qué tanto drama entonces? ¿por qué me gusta tanto complicarlo todo (como él mismo me reclamó, en pleno seminario, frente a todo mundo)?
Pero si no fue la calidad (ni la calidez, que en el fondo es lo que me reclaman aquellas) del asesor, ni fue la época y el idioma de los autores... ¿qué fue?
Fueron unas palabras, unas cuantas palabras mágicas dichas al azar (y sin querer) quince minutos antes de comenzar una clase, las que dispararon todo esto... unas palabras de las que hoy no me puedo acordar.
***
Lluvia... tormenta de ideas... Brainstormig... fue en un Starbuks donde oí de su boca tal palabra. El Lobito iba dispuesto a darme el tema, la bibliografía... TODO. Iba con una enooorme paciencia ¿vería potencial en mí? ¿ya se habrá arrepentido de aceptarme de alumna?
Siempre he tenido la sensación de que los dos, al principio me vieron como alguien medio mensa. Pero el Demiurgo, muy al pricipio, me lo hizo saber sin miramiento alguno. Supongo que finalmente me gané un poquito de respeto, pero el asunto no es ese, sino que también saqué la faceta de complicación que tengo: lo complico todo -y eso, no necesariamente, es signo de inteligencia... de hecho de todo lo contrario... ¡o ya no sé! (ya ven: lo complico todo).
En parte yo llegué ante el Lobito como una especie de pupila-intelecto-material: ¡oh dador de Formas! ¡Infórmame!... Y esa maldita disposición es la que no podía yo agarrar con el Demiurgo... por muchas razones pero, en parte, porque no se tentó el corazón, al principio, para mostrarme qué tan mensa le parecía... luego cambió la cosa, muchísimo, y recibí mucho apapacho, y mucho elogio (después del suceso birondezco). Pero...
(aquí viene la confesión psicológica... he aquí mi más ingrata confesión)
El Demiurgo es un excelente discutidor. Argumentador. En ciertos momentos le agarra como un no sé qué frenesí como de esgrimista discutidor y trata, a toda costa, de ganar la discusión. Cuando el frenesí lo posee es sumamente fácil ganarle: por lo regular su último movimiento es falaz. Pero es demasiado inteligente y se da cuenta inmediatamente. Retira el movimiento anterior y continúa. Digamos pues, es excelente como disputador. Tiene como visión de rayos X para descubrir un argumento mal armado (y esa cualidad jamás la he visto en nadie así, tal cual), eso permite ver con mucha claridad muchas cosas, incluso profundizar... salvo cuando una se pone a discutir con él... de nuevo: perdemos el piso por quedarnos enredados en la discusión.
El Lobito es totalmente diferente. Él no discute por placer (creo que lo padece un poco). Y puede llegar la esponja y decir y gritar y arengar cuanto quiera. Él se mantiene sereno casi casi como diciendo "¿ajá? y ¿qué más?"... entonces una se agota de estar lanzando invectivas... y cuando ya se apasiguó una, él comienza. Digamos: él pone las reglas (así, blandito, sin que una se de cuenta). Entonces comienza y habla. Y una como que ya quedó en disposición de escucha.
Es que, ¿cómo decirlo? cuando una llega discutiendo con un arengador de la misma clase pero de talla mayor, pues aquello se vuelve un duelo, una batalla naval épica pero... pero no deja que nada entre. El otro en cambio espera a que una pase de mar embravecido a lagunita de Lorca y muestra lo que tiene... y entonces una refleja esa enorme luna de Plata...
En fin... no sé... El caso es que por eso cuando dijo las palabras mágicas, entraron hondo, muy hondo en mí... porque quizás el Demiurgo decía palabras igual de mágicas (¡caray! y después de Crisipo y la mixtura y de la Enéada 2.7...!!!), pero yo tenía cera en los oídos y endurecido el corazón...
(sí... sí fue por el ser lobito del lobito por lo que me fui con él... pero he aquí pues, las verdaderas razones)
***
El hecho de que no pueda redactar el maldito proyecto es signo de que estoy en una tremenda crisis...
Estoy, además, aterrorizada. El tiempo está, ahora sí, a punto de acabarse. ¿Qué me pasa?
En estos meses de durísimas discusiones con el Lobito (fíjense nomás) descubrí que el término intentio, tal como lo señala Hasse, tiene poco qué ver con el concepto contemporáneo de intencionalidad... pero, comprendan: eso ha implicado estudiar simultáneamente a Avicena y a Searle, a Alberto y a Brentano. También tengo una especie de intuición (correctamente inducida por el Lobito en mí) de que intentio y significado van más de la mano de lo que en un principio parece. Pero ¿van tan de la mano como la intencionalidad con el significado? Ahí es donde se cuatrapea mi esquema.
El error, hasta ahora, ha sido ponerle de título a la Tesis: 'Intencionalidad en Alberto' porque el tema de la intencionalidad es un invento del siglo XIX... ¡¡sí!! ¡¡Esa es mi terrorífica hipótesis!! Es el nombre contemporáneo de una serie de problemas antiguos. Caston lo dice pero lo niega.. ¿cómo? sí miren: para Caston la intencionalidad es algo que aparece con otros nombres a lo largo de la historia de la filosofía. ¿no? pues ¡claro! es la capacidad del pensamiento de estar dirigido a otra cosa...
Metafísica Labda 9: el pensamiento siempre es pensamiento de algo (¡chingá'o! ¡Cómo no se me olvidará jamás la pregunta del Demiurgo el día de mi exámen profesional! ¡Porqué el Noûs piensa los mejores pensamientos!), Agustín, De Trinitate XIII: ¿por qué el 'intelecto' no puede mirarse a sí mismo? Plotino, Enéada V, 3: el error de Aristóteles no darse cuenta de que el fundamento de todo no puede ser algo que piensa, porque lo que piensa siempre piensa en otra cosa... por eso el Uno no es pensable... porque es una especie de Ego trascendental que lo unifica todo pero es inaccesible a ese ojo que siempre tiende a algo...
Sí... Caston tiene razón.
Pero no es verdad que su hexacálogo de lo que constituye 'el problema de la intencionalidad' haya ido siempre junto. Es falso que su aspecto lógico haya estado siempre presente en todos. También es falso que la percepción haya sido siempre el asunto central de la intencionalidad... a Plotino jamás le interesó tal nimiedad de andar viendo con los ojos...
Hay dos problemas centrales en lo referente a la percepción sensible... en un modelo externista (o chale... ¿o cómo llamo al de Plotino que pos no habla de interiores pero para el cual la materia no es algo que se oponga al complejo congnoscitivo... ¡¡o mixtura!!)...
Hay dos problemas:
1) cómo se traduce la cualidad del objeto (lo rojo) en cualidad sensible.
2) cómo opera el alma con esas cualiades sensibles.
Son dos problemas diferentes cuyo resultado final es el contenido cognitivo. Y tan diferentes son, que Alberto tomó (2) de Avicena y (1) de Averroes, a pesar de que casa uno tenía un esquema de (1) y (2) completo.
Detrás de ello (de la triple AAA que me tortura) se encuentra una extraña teoría: Nemesio de Emesa, medio estoico, medio galénico, medio platonico, medio aristotélico y medio confundido con Gregorio de Niza. Nemesio le da al dianoetikón aristotélico un papel en la percepción sensible... (¡¡¡¡¡¡ECÓLE!!!!!!! ¡¡¡¡¡AL FIN LO PUDE PLANTEAR!!!!!!!)
Nemesio le da por igual un papel racional y sensible al dianoetikón... por igual. Pero para explicar cómo opera, necesita que la memoria... esa hermosa memoria aristotélica del Memoria et Reminiscentia sea una facultad distinta de la fantasía, el sentido común Aristotélico de De somno et vigilia. Así, puede, con la mano en la cintura, hablar de 'juicios sensibles' (él no tiene ningún prurito perceptivo-racional): si uno ve una manzana y ve 'lo dulce con la vista', y luego resulta que aquella era una manzana de cera, pos el error está en el dianoetikón (terrible traducción al inglés: thought), no en el ojo ni en la fantasía. En la memoria lo que se guardan son las relaciones que ya se han establecido entre los elementos que han sido unidos por el dianoetikón... traducción al latín, literal... cogitativa.
Eso que Sorabji llama 'la ampliación del contenido cognitivo de la percepción' en Aristóteles resulta (o a mí siempre me ha parecido) algo demasiado oscuro. Porque Aristóteles se hace un lío cuando explica la relación entre los sensibles propios y comunes y los accidentales. Pues aunque los propios y comunes sean 'per se', resulta que es más fácil equivocarse al unir lo rojo con lo circular que lo rojo con el concepto 'manzana'. Ese 'pegadero' y 'separadero' (origen del error material, es decir, perceptual) es lo que explica de una manera primorosa Nemesio de Emesa. Nemesio, traducido al Latín y al Árabe (y al siriaco y al georgiano), da un soporte teórico a la ampliación del 'contenido cognitivo de la percepción'. Y es ahí cuando nace el esquema de los sentidos interiores, tal y como Avicena lo entendió.
y... ¿y la intencionalidad?
***
¿cómo se une la teoría del esse intentionale con la intentio que hace que la oveja huya del lobo, con la intentio que deja una traza en el alma, con la intentio universal, con la ratio particularis, con el signo... todo eso... cómo se une con una teoría de la intencionalidad en sentido contemporáneo?
En eso estoy Lobito, en eso estoy. Ya resolví un primer problema: que fregá'os son las intentiones en Avicena, aquellas que hacen que la oveja huya del lobo, y qué relación tienen con la estimativa. Creo que quedó pendiente algo que tarde o temprano tendré que arreglar: la relación de la estimativa con aquellas intenciones 'universales' (origen de la ratio particularis, finalmente).
Me brinqué a Averroes y entré directamente a Alberto, a la summa de creaturis, lueguito comienza con el asunto de la alteración intentional y no natural. Sí... porque ya aprendí la lección: hay que ir de Alberto hacia atrás, no al revés, si no me pasa lo que con Avicena. Dicho de otro modo: ando orita con lo del esse intentionale.
Lo que sigue es el De anima que ya conozco mucho mejor.
Y una vez que ya tenga todo eso (y que haya vuelto a Averroes y Avicena A PARTIR DE ALBERTO y no al revés), entonces sí, trataremos de responder a la pregunta: ¿cuál es la teoría de la intencionalidad en Alberto? ¿cómo la construye? ¿qué relación tiene con su teoría del significado?...
***
Sigo sin poder recordar las palábras mágicas. El 22 de julio cumplo años. Será el primer año de la segunda mitad de mi vida. Pero espero que signifique también salir de la selva oscura (quizás de regalo, mi memoria me devuelva esas palabras... esa magia)
Pos sí y no... o sea... ¿cómo lo explico?
¿Empiezo otra vez la parte autobiográfica de cómo un día cierto medievalista se puso a hablar de las percepciones accidentales según los medievales y cómo acá su servilleta de astedes se quedó babeando, y luego la jija ingrata agarró sus chivas y se mudó de plotinolandia a avicenilandia?
Bueno... ¿qué fue lo impactante de aquella plática? Por ahí, recuerdo vagamente ahora, que de su boca salió, cantarina, la palabra 'intencionalidad'. ¿Por qué aquello me pareció tan maravilloso? Recuerdo que yo andaba muy angustiada tratando de entender el asunto de las percepciones accidentales... y ni siquiera era el meollo del artículo de Birondo (¡ah Birondo!)... sólo que caí ahí porque a mi querido amigo de origen filipino, fino fino filipino (con mucha filicutancia, eso sí) le preocupaba la fabilidad de la percepción. Y uno de los artículos que citaba era de Cashdollar (me sigue dando mucha risa ese nombre). Entonces las percepciones accidentales de Aristóteles se volvieron todo un misterio misteriosísimo para mí. Y fui y le pregunté al Lobito que como que qué opinaban de eso los medievales (y chale, me acuerdo que le pregunté nomás por hacer plática... chale) y... ¿cómo fue que llegamos a la intencionalidad? De lo único que me acuerdo es que después que me explicó, yo, bajito, dije: 'yo quiero trabajar eso'...
No puedo acordarme de qué demonios me dijo el Lobito ese día... ¡caray! sólo me acuerdo de la impresión que causó en mí (debieron ser palabras mágicas... ¡eso! Debió leer algún manual de entoloacheamiento de la obra alquímica de Albertus Magus)... no me puedo acordar. En parte, porque mi cerebro lobular y ventricular ha sufrido muchos golpes -como cuando Homero Simpson se cae de la patineta de Bart y rebota por el desfiladero- Mi cerebro ha rebotado de Avicena a Searle, de Caston a Alberto, de Averroes a Perler, de Brentano (¡ah Brentano!) a Aristóteles, de Nemesio a Black, de Hasse a Filopón, del Teeteto a Frege, de Russell a Tomás...
Digo, sigo sin poderme acordar de sus palabras, del argumento... ¡Carajo! ¡Sólo me acuerdo de que yo le explicaba lo de ver al Sol del... tamaño de un pie de Diámetro completó mis palabras! ¡me acuerdo de eso! pero ¡¡¡Qué dijo!! ¡¡Qué dijo!!... (aquí léanse unas lagrimitas bien dramáticas).
***
Algo sí recuerdo claramente. El impulso casi salvaje e irreflexivo que terminó llevándome a cambiar, a media maestría, de tema, asesor e idioma, fue la fuerte impresión que sus palabras dejaron en mí: trabajar el tema de la intencionalidad significaba hacer filosofía de adeveras y no sólo historia de la filosofía. En ese asunto de la intencionalidad lo que dijera Alberto o Tomás no había sido aún superado por Searle o Fodor. Mientras que Plotino... Alejandro de Afrodisia... el mismo Aristóteles... ¿cómo explicarles?...
Mi gran hipótesis es que el cosmos de Plotino y el cosmos de Idealismo Alemán eran ambos universos monistas ¿qué pasó en medio?... pero el Demiurgo me hizo ver que ese camino era irrecorrible... y eso que yo 'nomás' iba a ir de Plotino a Ficino. ¿Qué le había pasado al 'yo' de Plotino a Schelling? era mi pregunta. ¿A qué horas se atravesó el dualismo cartesiano?... Pero al ver restringido mi megaextenso proyecto de tesis a Plotino, un día descubrí al Afrodisio y me pareció que Plotino ni era tan original, que eso del Uno se la había fotocopiado a la distinción entre el Intelecto Agente-Paciente del Alejandrito de Afrodisia, que la mitad de lo que decía Plotino ya estaba en los estoicos (y ¡chale!... si ese curso de los estoicos lo hubiera dado el Demiurgo un semestre antes... ¡ay! no quiero confesarlo... ¡ay!... ¡snif!)... y eso de andar desbaratando y deconstruyendo a Plotino se me hacía rete-lindo pero, la neta, se volvía un trabajo poco 'filosófico' y muy divertido... Así que cuando el Lobito salió con la intencionalidad, y lo superpoderoso del tema en Alberto... yo pensé: quizás, después de todo, sí pueda hacer verdadera filosofía, y no sólo ese placebo llamado historia.
¡¡¡¡Sí ya sé!!!! ¡¡¡Cuando comencé con Castón caí en la cuenta de que ese meollo de la intencionalidad ya estaba en el pinchurriento Agustín y el Labda de la Metafísica y la Eneáda V, 3!!! O sea: que eso estaba en los antigüitos también... que si 'alguien' (Pero ¿quién?) me lo hubiera advertido a tiempo, yo habría sabido que el meollo de mi tesis de licenciatura era la intencionalidad en Confesiones XI y De Trinitate IX-XV... Si yo hubiera prestado atención al nombre de los capítulos de la tesis de Andrea... sobre los lektá (*recontrasnif*)
¿Tons? ¿eso qué tiene que ver con el proyecto?
Pues que todo ese rebotadero que ha sufrido mi ventricular cerebro ha confundido mucho mi visión. Tengo muchos hematomas conceptuales, muchos traumatismos sistemáticos.
Para colmo llevo dos años entre analíticos y... entre más conozco a los filósofos analíticos más me agarra el cógito fenomenológico. Eso sí: los analíticos ya me caen muy bien y me queda claro que no sacrifican niños ni beben su sangre en las noches, ni son todos carnapianos positivistas. Pero en el fondo, no puedo evitar sentir que hay una enorme afinidad entre ellos y los filósofos medievales... y ¿eso no sería bueno? pues no, porque mi corazoncito fenomenológico-existencial cree que tanto unos como otros están rete-equivocados en lo mismo.
Este árduo camino (que va desde aprender latín-alemán) me ha ido formando justo en donde carecía casi totalmente de formación: en FILOSOFÍA...
¡glup!
Para mí esto de hacer historia de la filosofía no ha versado en defender a los antiguos de los modernos, ni en demostrar que son tan filósofos como nosotros. NO. Ha sido un salvaje entrenamiento filosófico. ¿Por qué salvaje? Porque me echaron al agua para competir estilo mariposa... sin que yo supiera nadar antes. Y es que (los 'es-que' mentados) yo traía un bonito título de nadadora filosófica... ¡¡¿¿cómo ocurrió que ya en el agua me di cuenta de que el inche título sirve para ni madres??!!
Ok... sigo sin poderme acordar de las palabras mágicas del Lobito aquella vez. Pero algo me queda claro: me llenaron los oídos de 'filosofía' (sea lo que ello signifique).
No es que halla más filosofía en los medievales que en los antiguos. No es que el Ovis timet lupum sea más filosófico que el Sol de un pie de diámetro. No es que Plotino y Crisipo sean piezas de museo y Averroes y Avicena no. No... Aquello lo pude encontrar en cualquiera de ellos, en griego o en latín...
Fue una serie de factores afortunados: ser la única que llegaba temprano a la clase... a una clase a la que me inscribí porque en mi maxioriginalproyecto de tesis iba a tener un capítulo sobre el intelecto agente (por aquello de la Mens Angélica de Ficino) y yo estaba muy mal informada del tema... y entonces me inscribí a esa clase (aunque no podía distinguir cuantas 'L' llevaba ese rarísimo nombre)... y luego yo sabía un poquito de latín... pero no fue eso, no... fue que llegaba temprano (eso), que A. F. y Ch. T. iban un día sí y otro no, y siempre llegaban un poquitín tarde. Y teníamos que pasar los 5 o 15 minutos que se tardaban en llegar a clase el Lobito y yo platicando de cualquier tontera. Y que yo ese día estaba obsesionada con Birondo... y que resultó, mágico-casualmente, que ese mero merito era SU tema... y que terminé teniéndolo de maestro solita para mí. Esas dos horas eran casi totalmente para mí.
(¿fue sobredosis?)
Y mis oídos se volvieron fértiles para las intenciones... y de pronto mi cabeza sólo pensaba en eso... Y... y...
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A veces algunas personas me reclaman que qué chido asesor tengo (y por lo menos una hizo esfuerzos increíbles por conocerlo en persona... je) Recalco: me lo reclaman. Quesque me pone mucha atención, quesque me cuida mucho, quesque me consigue mi bibliografía, quesque es amistoso y amigable, quesque me invita a comer... Y, con su acusador y terrorífico dedo, me señalan y me acusan: "¡por eso te fuiste con él!" lo que implica que por eso dejé al otro... y eso me ofende horripilantemente.
Tengo que recordarles que he ido a comer muchísimas veces más con mi ex... asesor. Que los coloquios de tesistas son muuucha atención... diseñada, claro, para muuuchos asesorados.; pero que siempre que uno le pide una cita siempre la da. Que si uno me ha conseguido el 95% de mi bibliografía (yo, orgullosamente, he conseguido solita el 5%), mi ex... asesor ha provisto la biblioteca de cierto instituto con la bibliografía que 'tales personitas quejumbrosas' necesitan. Claro... es que algunas personitas quejumbrosas leen mi blog donde cuento puras cosas bonitas... no cuento, por ejemplo, que el día que expuse en el IIFs yo arañaba de miedo la parte inferior del escritorio esperando la respuesta de mi asesor... y me da pena contarles a tales personas (obviamente no a las que leen el blog, sino a las otras) que si hubo un curso sobre la intencionalidad, hubo otro donde hasta Plotino y el Afrodisio entraron... o sea... que no era una competencia entre quién era mejor asesor.
Y es que me ofenden sus acusaciones por muchas razones. Primero porque no es cierto que uno sea mejor que el otro. Luego, porque pareciera que soy una vil fémina que necesitaba un buen papá, y que mi investigación era secundaria respecto al papá elegido... o bueno, seámos honestos: la primer acusación es la premisa de la segunda.
(Y es que en el fondo yo misma temí que, de veras, fuera yo tan débil y bruta que terminara yéndome tras de uno por puras cuestiones paternales... y cada que lo pensaba mi orgullo quedaba herido y hasta me llegué a pelear con aquellas personitas... demasiado femeninas, por cierto, porque por lo menos una, en verdad, deseaba un papá que le hiciera todo, y ésa era su decepción... pero ya no chismiaré de las personitas, que ni son todas las que están, ni están todas las que son...).
Porque, si en verdad el asunto de la intencionalidad estaba igual en Avicena que en Plotino ¿para qué la mudanza y el drama y el angustiadero y todo eso que pasó? ¿por qué desoír el sabio y aterrorizado consejo del Demiurgo de que no me iba a dar tiempo de terminar? ¿Para qué echarme la bronca? ¡Me daba tanto terror dejar al Demiurgo! ¡Me sentía tan protegida! ¿Para qué tanto drama entonces? ¿por qué me gusta tanto complicarlo todo (como él mismo me reclamó, en pleno seminario, frente a todo mundo)?
Pero si no fue la calidad (ni la calidez, que en el fondo es lo que me reclaman aquellas) del asesor, ni fue la época y el idioma de los autores... ¿qué fue?
Fueron unas palabras, unas cuantas palabras mágicas dichas al azar (y sin querer) quince minutos antes de comenzar una clase, las que dispararon todo esto... unas palabras de las que hoy no me puedo acordar.
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Lluvia... tormenta de ideas... Brainstormig... fue en un Starbuks donde oí de su boca tal palabra. El Lobito iba dispuesto a darme el tema, la bibliografía... TODO. Iba con una enooorme paciencia ¿vería potencial en mí? ¿ya se habrá arrepentido de aceptarme de alumna?
Siempre he tenido la sensación de que los dos, al principio me vieron como alguien medio mensa. Pero el Demiurgo, muy al pricipio, me lo hizo saber sin miramiento alguno. Supongo que finalmente me gané un poquito de respeto, pero el asunto no es ese, sino que también saqué la faceta de complicación que tengo: lo complico todo -y eso, no necesariamente, es signo de inteligencia... de hecho de todo lo contrario... ¡o ya no sé! (ya ven: lo complico todo).
En parte yo llegué ante el Lobito como una especie de pupila-intelecto-material: ¡oh dador de Formas! ¡Infórmame!... Y esa maldita disposición es la que no podía yo agarrar con el Demiurgo... por muchas razones pero, en parte, porque no se tentó el corazón, al principio, para mostrarme qué tan mensa le parecía... luego cambió la cosa, muchísimo, y recibí mucho apapacho, y mucho elogio (después del suceso birondezco). Pero...
(aquí viene la confesión psicológica... he aquí mi más ingrata confesión)
El Demiurgo es un excelente discutidor. Argumentador. En ciertos momentos le agarra como un no sé qué frenesí como de esgrimista discutidor y trata, a toda costa, de ganar la discusión. Cuando el frenesí lo posee es sumamente fácil ganarle: por lo regular su último movimiento es falaz. Pero es demasiado inteligente y se da cuenta inmediatamente. Retira el movimiento anterior y continúa. Digamos pues, es excelente como disputador. Tiene como visión de rayos X para descubrir un argumento mal armado (y esa cualidad jamás la he visto en nadie así, tal cual), eso permite ver con mucha claridad muchas cosas, incluso profundizar... salvo cuando una se pone a discutir con él... de nuevo: perdemos el piso por quedarnos enredados en la discusión.
El Lobito es totalmente diferente. Él no discute por placer (creo que lo padece un poco). Y puede llegar la esponja y decir y gritar y arengar cuanto quiera. Él se mantiene sereno casi casi como diciendo "¿ajá? y ¿qué más?"... entonces una se agota de estar lanzando invectivas... y cuando ya se apasiguó una, él comienza. Digamos: él pone las reglas (así, blandito, sin que una se de cuenta). Entonces comienza y habla. Y una como que ya quedó en disposición de escucha.
Es que, ¿cómo decirlo? cuando una llega discutiendo con un arengador de la misma clase pero de talla mayor, pues aquello se vuelve un duelo, una batalla naval épica pero... pero no deja que nada entre. El otro en cambio espera a que una pase de mar embravecido a lagunita de Lorca y muestra lo que tiene... y entonces una refleja esa enorme luna de Plata...
En fin... no sé... El caso es que por eso cuando dijo las palabras mágicas, entraron hondo, muy hondo en mí... porque quizás el Demiurgo decía palabras igual de mágicas (¡caray! y después de Crisipo y la mixtura y de la Enéada 2.7...!!!), pero yo tenía cera en los oídos y endurecido el corazón...
(sí... sí fue por el ser lobito del lobito por lo que me fui con él... pero he aquí pues, las verdaderas razones)
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El hecho de que no pueda redactar el maldito proyecto es signo de que estoy en una tremenda crisis...
Estoy, además, aterrorizada. El tiempo está, ahora sí, a punto de acabarse. ¿Qué me pasa?
En estos meses de durísimas discusiones con el Lobito (fíjense nomás) descubrí que el término intentio, tal como lo señala Hasse, tiene poco qué ver con el concepto contemporáneo de intencionalidad... pero, comprendan: eso ha implicado estudiar simultáneamente a Avicena y a Searle, a Alberto y a Brentano. También tengo una especie de intuición (correctamente inducida por el Lobito en mí) de que intentio y significado van más de la mano de lo que en un principio parece. Pero ¿van tan de la mano como la intencionalidad con el significado? Ahí es donde se cuatrapea mi esquema.
El error, hasta ahora, ha sido ponerle de título a la Tesis: 'Intencionalidad en Alberto' porque el tema de la intencionalidad es un invento del siglo XIX... ¡¡sí!! ¡¡Esa es mi terrorífica hipótesis!! Es el nombre contemporáneo de una serie de problemas antiguos. Caston lo dice pero lo niega.. ¿cómo? sí miren: para Caston la intencionalidad es algo que aparece con otros nombres a lo largo de la historia de la filosofía. ¿no? pues ¡claro! es la capacidad del pensamiento de estar dirigido a otra cosa...
Metafísica Labda 9: el pensamiento siempre es pensamiento de algo (¡chingá'o! ¡Cómo no se me olvidará jamás la pregunta del Demiurgo el día de mi exámen profesional! ¡Porqué el Noûs piensa los mejores pensamientos!), Agustín, De Trinitate XIII: ¿por qué el 'intelecto' no puede mirarse a sí mismo? Plotino, Enéada V, 3: el error de Aristóteles no darse cuenta de que el fundamento de todo no puede ser algo que piensa, porque lo que piensa siempre piensa en otra cosa... por eso el Uno no es pensable... porque es una especie de Ego trascendental que lo unifica todo pero es inaccesible a ese ojo que siempre tiende a algo...
Sí... Caston tiene razón.
Pero no es verdad que su hexacálogo de lo que constituye 'el problema de la intencionalidad' haya ido siempre junto. Es falso que su aspecto lógico haya estado siempre presente en todos. También es falso que la percepción haya sido siempre el asunto central de la intencionalidad... a Plotino jamás le interesó tal nimiedad de andar viendo con los ojos...
Hay dos problemas centrales en lo referente a la percepción sensible... en un modelo externista (o chale... ¿o cómo llamo al de Plotino que pos no habla de interiores pero para el cual la materia no es algo que se oponga al complejo congnoscitivo... ¡¡o mixtura!!)...
Hay dos problemas:
1) cómo se traduce la cualidad del objeto (lo rojo) en cualidad sensible.
2) cómo opera el alma con esas cualiades sensibles.
Son dos problemas diferentes cuyo resultado final es el contenido cognitivo. Y tan diferentes son, que Alberto tomó (2) de Avicena y (1) de Averroes, a pesar de que casa uno tenía un esquema de (1) y (2) completo.
Detrás de ello (de la triple AAA que me tortura) se encuentra una extraña teoría: Nemesio de Emesa, medio estoico, medio galénico, medio platonico, medio aristotélico y medio confundido con Gregorio de Niza. Nemesio le da al dianoetikón aristotélico un papel en la percepción sensible... (¡¡¡¡¡¡ECÓLE!!!!!!! ¡¡¡¡¡AL FIN LO PUDE PLANTEAR!!!!!!!)
Nemesio le da por igual un papel racional y sensible al dianoetikón... por igual. Pero para explicar cómo opera, necesita que la memoria... esa hermosa memoria aristotélica del Memoria et Reminiscentia sea una facultad distinta de la fantasía, el sentido común Aristotélico de De somno et vigilia. Así, puede, con la mano en la cintura, hablar de 'juicios sensibles' (él no tiene ningún prurito perceptivo-racional): si uno ve una manzana y ve 'lo dulce con la vista', y luego resulta que aquella era una manzana de cera, pos el error está en el dianoetikón (terrible traducción al inglés: thought), no en el ojo ni en la fantasía. En la memoria lo que se guardan son las relaciones que ya se han establecido entre los elementos que han sido unidos por el dianoetikón... traducción al latín, literal... cogitativa.
Eso que Sorabji llama 'la ampliación del contenido cognitivo de la percepción' en Aristóteles resulta (o a mí siempre me ha parecido) algo demasiado oscuro. Porque Aristóteles se hace un lío cuando explica la relación entre los sensibles propios y comunes y los accidentales. Pues aunque los propios y comunes sean 'per se', resulta que es más fácil equivocarse al unir lo rojo con lo circular que lo rojo con el concepto 'manzana'. Ese 'pegadero' y 'separadero' (origen del error material, es decir, perceptual) es lo que explica de una manera primorosa Nemesio de Emesa. Nemesio, traducido al Latín y al Árabe (y al siriaco y al georgiano), da un soporte teórico a la ampliación del 'contenido cognitivo de la percepción'. Y es ahí cuando nace el esquema de los sentidos interiores, tal y como Avicena lo entendió.
y... ¿y la intencionalidad?
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¿cómo se une la teoría del esse intentionale con la intentio que hace que la oveja huya del lobo, con la intentio que deja una traza en el alma, con la intentio universal, con la ratio particularis, con el signo... todo eso... cómo se une con una teoría de la intencionalidad en sentido contemporáneo?
En eso estoy Lobito, en eso estoy. Ya resolví un primer problema: que fregá'os son las intentiones en Avicena, aquellas que hacen que la oveja huya del lobo, y qué relación tienen con la estimativa. Creo que quedó pendiente algo que tarde o temprano tendré que arreglar: la relación de la estimativa con aquellas intenciones 'universales' (origen de la ratio particularis, finalmente).
Me brinqué a Averroes y entré directamente a Alberto, a la summa de creaturis, lueguito comienza con el asunto de la alteración intentional y no natural. Sí... porque ya aprendí la lección: hay que ir de Alberto hacia atrás, no al revés, si no me pasa lo que con Avicena. Dicho de otro modo: ando orita con lo del esse intentionale.
Lo que sigue es el De anima que ya conozco mucho mejor.
Y una vez que ya tenga todo eso (y que haya vuelto a Averroes y Avicena A PARTIR DE ALBERTO y no al revés), entonces sí, trataremos de responder a la pregunta: ¿cuál es la teoría de la intencionalidad en Alberto? ¿cómo la construye? ¿qué relación tiene con su teoría del significado?...
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Sigo sin poder recordar las palábras mágicas. El 22 de julio cumplo años. Será el primer año de la segunda mitad de mi vida. Pero espero que signifique también salir de la selva oscura (quizás de regalo, mi memoria me devuelva esas palabras... esa magia)
4 comentarios:
Solo espero ue termine su tesis pronto, y con exito claro! ha y me vuelvas a agregar eb tu fasi...alfredo.
Alfrediux
Gracias por los buenos deseos.
Lo del feis, pues es que he estado organizando los contactos para dejar exclusivamente a la gente que conozco en persona (por razones que no viene al caso platicar).
Pero siempre podemos estar en contacto por los medios de siempre.
Revise su trabajo sobre el alma que atiende y el alma que entiende en Plotino (enero de 2009). Lo hallé muy útilpara entender cosillas similares a las que plantea en este post.
Uno: ¡santo cielo! ya ni me acordaba de ese trabajo. Me espanté a mí misma echándole un ojo. Muchas gracias. (¡¡y qué memoria la vuestra!!)
Y ora sí que no voy a pegar el ojo interrogándome por vuestra identidá... esa tarde-noche éramos poquitos.
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