14 julio 2010

Divagaciones de Cuarzo Rosa


El pequeño Cuarzo Rosa miraba a Fenoglio desde su nido de hada. Se le hacía absurda la pretención de Fenoglio de haber creádo todo su universo, de haberlo creado a él mismo. Pero también le parecía divertida semejante demencia, y le seguía, divertido, la corriente. El viejo era buen patrón, y si bien no era tan buen escritor como suponía -pues más de una vez lo había descubierto robando palabras ajenas- por lo menos era suficientemente hábil como para pasar una buena noche.
Pero al viejo le faltaba un poco de sagacidad. ¿No se le ocurría, por ejemplo, que su mundo era parte de otro libro? ¿Que él también era un personaje? Claro, alguna vez Cuarzo Rosa despertó sobresaltado con la idea de que su mundo fuera un personaje dentro de la historia a la que Fenoglio pertenecía. Un mundo de segunda o de tercera pensaba un poco compungido. ¿Y los libros de su propio mundo, del mundo de Cuarzo Rosa? ¿No serían a su vez mundos de cuarta? ¿Y qué tal si en vez de sacarlos del Mundo de tinta, a leer un libro de su mundo, no los metería en un mundo de cuarta? ¿No habría así, infinitos mundos hacia atrás y hacia adelante? ¿Habría un mundo verdadero? Porque entonces, si había un mundo verdadero, ¿no tenía ese un creador tan neurótico como Cornelia Funke? ¿O sería brillante como Sófocles o como Cervantes? ¿Cómo sería la mente que creó todos los mundos, uno sumergido dentro del otro, y del otro? ¿Una sola mente habría creado de una vez y para siempre todos los mundos posibles que se albergaban en las mentes de todos los personajes que se creían creadores y escritores?
¿Y los libros de filosofía? ¿Qué tal si uno era arrastrado al mundo de la Física aristotélica? Un mundo universo donde había un sólo centro y no existía la inercia, un mundo donde los colores son reales y se estrellan contra los ojos... Y... ¿y el mundo creado por la mente de Berkeley? O ¿cómo brincaría de un mundo a otro un unicornio? ¿Y si cae al nuestro dónde su existencia es negada pertinazmente?
Fenoglio tenía que estar definitivamente loco. O bueno, no, sólo era un loco sin mucha imaginación. Un loco con suficiente imaginación se habría dado cuenta de todas las implicaciones de ese brincadero entre mundos, y habría tenido que establecer unas reglas mucho más cuidadosas. Mucho mejores. Un loco sigue las reglas, y si éstas parecen rebelarse, las reescribe para que cada acto suyo sea justificado por ellas. Por eso está loco.

3 comentarios:

Lukas Rybensen dijo...

Aquí en Argentina hay unos chocolates bastante caros marca Fenoglio. Pienso parafraseando a Cortázar en todos los libros, el libro. Ese libro de libros no puede ser otro que el libro de arena de Borges. El libro infinito de infinitos. No sé adónde nos lleva esto pero cada día estoy más convencido que somos libros no necesariamente escritos.

Saludos

luciana Rubio dijo...

Tal vez sean libros fractales que se reproducen a todas las escalas como partes unos de los otros.

Luciana.

Esponjita dijo...

Luc: sí, jejeje... tienes toda la razón. En el fondo creo que esta historia (la de Corazón de Tinta) es una idea borgesiana... pero mal llevada. Todos somos libros.. quién sabe... escribiéndose quizás...

Luciana: ¿entonces no habría un último fractal? ...horror al infinito