San Agustín cuenta -en tono burlón, pues se burla de sus antiguos cofrades- de cómo los maniqueos no comían higos, pues ahí podrían llegar a reencarnar las almas de los hombres presos bajo algún tipo de castigo. Así que no es errado el que ahora la RAE permita escribir aquella profesión sin la 'p' del principio (que, junto con la 's' simbolizaba la Ψ). En los higos también hay almas, y un siquiatra es el médico de los higos, los cuales podrían poseer alma también (aunque sea vegetativa si, bola de aristotélicos, desean burlarse de pitagóricos y maniqueos).
(Leo uno a uno los testimonios. Y pienso: no, lo que yo diría es, estoy harta de tratar de conocerme a mí misma. De ir una y otra vez al oráculo de Delfos, leer en sus puertas el γνῶθι σαυτόν, hablarle y hablarle a la pitonisa (esta pobre y agotada silogística razón), y simplemente descubrir que los resultados de sus silogismos, teóricos y prácticos, son impotentes para conducir esta vida. Me he vencido: el Auriga- ἥγεμονικόν no puede más ya dirigir el carro
(El hábito, aferrado con uñas y dientes a mi, grita y se niega a abandonarme. El hábito exige su derecho de antigüedad sobre mi, grita su señorío sobre mis acciones y pensamientos. Pero el hábito me hiere, me lastima, me araña, me golpea. ¡Quién tiene autoridad suficiente para gritarle al hábito y hacer que se vaya como diablo con el rabo entre las patas! ¡Quién es el exorcista con tal poder! ¿El nombre de que divinidad habrá de ser invocada, según el oído de esta escéptica negada congénitamente a creer en Él?
Hábito, aferrado con uñas y dientes sólo puede ser vencido o por la vergüenza o por el miedo. La disciplina nace del deseo más intenso. De un profundo deseo y una mirada aguda que es capaz de ver en su correcta proporción a los bienes lejanos, pero verdaderos.
¿Y qué si sólo viene a recetarme a Séneca y un poco de Diazepam? ¿y qué si se supone que todo eso lo conozco de oído y de leído? ¿y qué si sólo me hace falta la melodiosa voz de Filosofía que seque mis lágrimas en la celda en que esta inconsolable se halla presa?
Hábito malvado. Santa Mónica dejó la bebida por la malevolosa alma de la ancilla que la avergonzó. Y mi soberbia anima se niega a admitir que no puede sola. Pero, comprendan su soberbia. No es la presunción de poder ella solita. No. Es el pavor de caer del otro lado, en el otro extremo... prefiere éste que el otro. Y tan lejos de ella, el punto medio.
Hábito malvado. Hábito perverso. Es que ¡es tan deleitoso dejarse llevar por tí!
¿A qué más tengo que renunciar, ahora, para poder alcanzar ese mínimo estado de calma y exitación -qué paradoja- para terminar al fin la tesis, y poder abordar la nave hacia Milán-Primer Mundo? ¿A qué más?
Pastel de chocolate)
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No quiero irme a dormir.
Debo tomar una pastilla que me 'ayudará' a dormir. Pero no quiero.
No es que no duerma por falta de ayuda. No tengo nostalgia del sueño. Quizás sea porque las primeras veces que me alcanzaba la madrugada sufría mucho, tenía mucha angustia de escuchar los viejos camiones yucatecos haciendo ruido y los primeros pájaros escandalosos.
Pero luego aprendí a utilizar mis noches en vela. Entonces la noche era toda mía, y mi abuelita Aurora sólo me pedía que no hiciera demasiado ruido (y demasiado ruido era jugar a ser baterista). Entonces en vez de encerrarme, la absoluta soledad la conseguía de noche.
Así escribí la tesis de licenciatura: de noche. Así convivo con mis gatos, de noche.
Pero me están comenzando a sudar las manos otra vez. Me pongo a pensar en que tengo que preguntar por correo, en inglés, cómo pagar el libro, listo para salir de Alemania en cuanto lo pague. Y me vuelven a sudar las manos.
Estos días aciagos me han hecho bajar la velocidad de trabajo. Y debo tener el capítulo listo por lo menos el 2 de marzo (cumpleaños de mi abuelita, por cierto). Y no he terminado.
Y cuando he dormido poco y he tomado suficiente café, entonces Avicena o Alberto Magno comienzan a mostrar sus ideas, sus argumentos. Se me comienza develar el significado de todo aquello.
Pero la pastilla advierte que uno no debe manejar maquinaria pesada y conducir. Pero me están sudando las manos. Y reaparece el nudo en el estómago. Y la sensación de que, al no creer en Dios, lo único que puede auxiliarme (como la gracia divina) es la pastillita.
Haciendo memoria con la doctora de los higos, llegué a la conclusión de que la depresión me ha alcanzado varias veces en la vida. Y en una de esas me tardé 5 años en terminar la tesis. La ruptura con Daniel es un evento que desencadenó algo que ya estaba ahí, a punto de liberarse. Pero ¿qué? (Un tipo que te dice "te amo" pero que simultáneamente te dice que no puede volver contigo y que aparte se está cogiendo a su vieja -y que te embarró en la cara su doctorado- ¿no será causa de la locura?)
Le digo que la tesis me da miedo. Me dice ¿qué no elegiste tú el tema? sólo me quedaba contestarle ¡sí!... y omitir toda la turbulenta historia: no sólo lo elegí yo, sino que hice un esfuerzo bastante mayúsculo por lograr hacer la tesis de eso... ni le hablé del Demiurgo ni del Lobito ni de... no. Es verdad... ¿a qué le tengo miedo? Si la fase dificilísima con el latín ya la pasé, si ahí está el traductor de Google por si Anzulewicz se pone floripondioso. Si... si... y me dice: "te estás autosaboteando" y yo pienso "no diré 'elemental mi querida Watson' si todo eso ya lo sé" porque es lo obvio que ella tenía que decirme, y bien merecido me lo tengo. Y que no sé por qué me estoy autosaboteando, y que eso es lo que ella averiguará... ¡si tan sólo pudiera venir al leerme acá y no tuviera que explicárselo todo allá!... en fin... (pobres lectores: a ustedes ni les pago por leerme... ¿qué provecho sacan?)
Ahí está la pastillita lista para que no me suden las manos. ¡Es más barata que el Whisky! (es que mis gustos son caros, jeje) y ella dice que no causa adicción, y eso es lo primero que advierte la caja, que la pastillita es una prima superpotente del Diazepam (al que en cierto sentido era adicta mi abuelita). Pero ¿qué me preocupa? ella es la médica doctora, protectora de las almas de los higos como yo, y sabrá dosificar sabiamente el asunto. ¿Que me cayó gordo que dijera que drogas son sólo la marihuana y la cocaína? No voy a entrar en discusiones políticas. En ella deposito mi confianza. Aunque me pregunte por qué estudié filosofía. Y tenga que contarle la historia de la Astronomía y de cómo a media carrera me quise cambiar a medicina. Y aunque no halle momento para explicarle que de hecho no estoy arrepentida. ¡Eran tantas cosas para una primera cita!.
No me quiero ir a dormir. No quiero volverme, después de 22 años de ser un ser nocturno, una entidad diurna. No quiero. No... no quiero, no quiero, no quiero... Quiero que ella entienda que mis ciclos de sueño son erráticos. Bueno, no erráticos: que son de 18 de vigilia y 10 de sueño. Y que un día de 28 horas es lo que no funciona, pero ¿cómo recortar mi día sin recortar todo lo otro que soy? (¿esa rebeldía defenderá algo racional? ¿por qué mis noches son tan fundamentales? ¿y si el poco genio que tengo acaba adormecido por la pastillita?)
Quizás trabajo de noche porque el Sol me invita a salir... o porque le tengo miedo al Sol (por eso me voy a ir a Finlandia)...
Me voy a ir a Finlandia...
Ése es el miedo que tengo. No quiero enterarme si voy a fracasar. Prefiero quedarme con la duda ¿suficiente respuesta Doctora protectora de los higos? (es de ese acto de cobardía del que quiero que me cure, Doctora protectora de los Higos... debiera ir corriendo a Séneca o Crisipo... y nomás por eso ya voy a acabar la reseña aquella... que tanto miedo me da. Y ya lo dijo Nietzsche: el miedo es vulgar pereza...)
No vuelvo a comer higos hasta que se aclare su estatus como guardianes de almas perdidas...
(Leo uno a uno los testimonios. Y pienso: no, lo que yo diría es, estoy harta de tratar de conocerme a mí misma. De ir una y otra vez al oráculo de Delfos, leer en sus puertas el γνῶθι σαυτόν, hablarle y hablarle a la pitonisa (esta pobre y agotada silogística razón), y simplemente descubrir que los resultados de sus silogismos, teóricos y prácticos, son impotentes para conducir esta vida. Me he vencido: el Auriga- ἥγεμονικόν no puede más ya dirigir el carro
(El hábito, aferrado con uñas y dientes a mi, grita y se niega a abandonarme. El hábito exige su derecho de antigüedad sobre mi, grita su señorío sobre mis acciones y pensamientos. Pero el hábito me hiere, me lastima, me araña, me golpea. ¡Quién tiene autoridad suficiente para gritarle al hábito y hacer que se vaya como diablo con el rabo entre las patas! ¡Quién es el exorcista con tal poder! ¿El nombre de que divinidad habrá de ser invocada, según el oído de esta escéptica negada congénitamente a creer en Él?
Hábito, aferrado con uñas y dientes sólo puede ser vencido o por la vergüenza o por el miedo. La disciplina nace del deseo más intenso. De un profundo deseo y una mirada aguda que es capaz de ver en su correcta proporción a los bienes lejanos, pero verdaderos.
¿Y qué si sólo viene a recetarme a Séneca y un poco de Diazepam? ¿y qué si se supone que todo eso lo conozco de oído y de leído? ¿y qué si sólo me hace falta la melodiosa voz de Filosofía que seque mis lágrimas en la celda en que esta inconsolable se halla presa?
Hábito malvado. Santa Mónica dejó la bebida por la malevolosa alma de la ancilla que la avergonzó. Y mi soberbia anima se niega a admitir que no puede sola. Pero, comprendan su soberbia. No es la presunción de poder ella solita. No. Es el pavor de caer del otro lado, en el otro extremo... prefiere éste que el otro. Y tan lejos de ella, el punto medio.
Hábito malvado. Hábito perverso. Es que ¡es tan deleitoso dejarse llevar por tí!
¿A qué más tengo que renunciar, ahora, para poder alcanzar ese mínimo estado de calma y exitación -qué paradoja- para terminar al fin la tesis, y poder abordar la nave hacia Milán-Primer Mundo? ¿A qué más?
Pastel de chocolate)
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No quiero irme a dormir.
Debo tomar una pastilla que me 'ayudará' a dormir. Pero no quiero.
No es que no duerma por falta de ayuda. No tengo nostalgia del sueño. Quizás sea porque las primeras veces que me alcanzaba la madrugada sufría mucho, tenía mucha angustia de escuchar los viejos camiones yucatecos haciendo ruido y los primeros pájaros escandalosos.
Pero luego aprendí a utilizar mis noches en vela. Entonces la noche era toda mía, y mi abuelita Aurora sólo me pedía que no hiciera demasiado ruido (y demasiado ruido era jugar a ser baterista). Entonces en vez de encerrarme, la absoluta soledad la conseguía de noche.
Así escribí la tesis de licenciatura: de noche. Así convivo con mis gatos, de noche.
Pero me están comenzando a sudar las manos otra vez. Me pongo a pensar en que tengo que preguntar por correo, en inglés, cómo pagar el libro, listo para salir de Alemania en cuanto lo pague. Y me vuelven a sudar las manos.
Estos días aciagos me han hecho bajar la velocidad de trabajo. Y debo tener el capítulo listo por lo menos el 2 de marzo (cumpleaños de mi abuelita, por cierto). Y no he terminado.
Y cuando he dormido poco y he tomado suficiente café, entonces Avicena o Alberto Magno comienzan a mostrar sus ideas, sus argumentos. Se me comienza develar el significado de todo aquello.
Pero la pastilla advierte que uno no debe manejar maquinaria pesada y conducir. Pero me están sudando las manos. Y reaparece el nudo en el estómago. Y la sensación de que, al no creer en Dios, lo único que puede auxiliarme (como la gracia divina) es la pastillita.
Haciendo memoria con la doctora de los higos, llegué a la conclusión de que la depresión me ha alcanzado varias veces en la vida. Y en una de esas me tardé 5 años en terminar la tesis. La ruptura con Daniel es un evento que desencadenó algo que ya estaba ahí, a punto de liberarse. Pero ¿qué? (Un tipo que te dice "te amo" pero que simultáneamente te dice que no puede volver contigo y que aparte se está cogiendo a su vieja -y que te embarró en la cara su doctorado- ¿no será causa de la locura?)
Le digo que la tesis me da miedo. Me dice ¿qué no elegiste tú el tema? sólo me quedaba contestarle ¡sí!... y omitir toda la turbulenta historia: no sólo lo elegí yo, sino que hice un esfuerzo bastante mayúsculo por lograr hacer la tesis de eso... ni le hablé del Demiurgo ni del Lobito ni de... no. Es verdad... ¿a qué le tengo miedo? Si la fase dificilísima con el latín ya la pasé, si ahí está el traductor de Google por si Anzulewicz se pone floripondioso. Si... si... y me dice: "te estás autosaboteando" y yo pienso "no diré 'elemental mi querida Watson' si todo eso ya lo sé" porque es lo obvio que ella tenía que decirme, y bien merecido me lo tengo. Y que no sé por qué me estoy autosaboteando, y que eso es lo que ella averiguará... ¡si tan sólo pudiera venir al leerme acá y no tuviera que explicárselo todo allá!... en fin... (pobres lectores: a ustedes ni les pago por leerme... ¿qué provecho sacan?)
Ahí está la pastillita lista para que no me suden las manos. ¡Es más barata que el Whisky! (es que mis gustos son caros, jeje) y ella dice que no causa adicción, y eso es lo primero que advierte la caja, que la pastillita es una prima superpotente del Diazepam (al que en cierto sentido era adicta mi abuelita). Pero ¿qué me preocupa? ella es la médica doctora, protectora de las almas de los higos como yo, y sabrá dosificar sabiamente el asunto. ¿Que me cayó gordo que dijera que drogas son sólo la marihuana y la cocaína? No voy a entrar en discusiones políticas. En ella deposito mi confianza. Aunque me pregunte por qué estudié filosofía. Y tenga que contarle la historia de la Astronomía y de cómo a media carrera me quise cambiar a medicina. Y aunque no halle momento para explicarle que de hecho no estoy arrepentida. ¡Eran tantas cosas para una primera cita!.
No me quiero ir a dormir. No quiero volverme, después de 22 años de ser un ser nocturno, una entidad diurna. No quiero. No... no quiero, no quiero, no quiero... Quiero que ella entienda que mis ciclos de sueño son erráticos. Bueno, no erráticos: que son de 18 de vigilia y 10 de sueño. Y que un día de 28 horas es lo que no funciona, pero ¿cómo recortar mi día sin recortar todo lo otro que soy? (¿esa rebeldía defenderá algo racional? ¿por qué mis noches son tan fundamentales? ¿y si el poco genio que tengo acaba adormecido por la pastillita?)
Quizás trabajo de noche porque el Sol me invita a salir... o porque le tengo miedo al Sol (por eso me voy a ir a Finlandia)...
Me voy a ir a Finlandia...
Ése es el miedo que tengo. No quiero enterarme si voy a fracasar. Prefiero quedarme con la duda ¿suficiente respuesta Doctora protectora de los higos? (es de ese acto de cobardía del que quiero que me cure, Doctora protectora de los Higos... debiera ir corriendo a Séneca o Crisipo... y nomás por eso ya voy a acabar la reseña aquella... que tanto miedo me da. Y ya lo dijo Nietzsche: el miedo es vulgar pereza...)
No vuelvo a comer higos hasta que se aclare su estatus como guardianes de almas perdidas...
Un higo (que tiene consistencia esponjosa)
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