
Descubrir lo que uno mismo es
y descubrir que no es lo que uno esperaba ver
no es lindo.
Descubrir que una le llama Alacrán a Daniel
solamente porque una es mezquina y pusilánime
(y no le cupo la enorme alma de aquél)
es suficiente como para vaciar de espejos la casa.
Pero no se puede huir de toda superficie reflejante y,
tarde o temprano,
una cuchara, una ventana, el mar entero,
te devolverán tu terrible imagen.
Perdóname Daniel.
Por todo el daño
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